martes, 17 de septiembre de 2013

C. Saint-Saëns: El cisne, de "El carnaval de los animales"

Yo-Yo Ma, violonchelo

Camille Saint- Saëns consideraba una incorrección que “El carnaval delos animales” Gran Fantasía Zoológica para dos pianos y orquesta, se interpretara en público porque, según él, ponía en ridículo a los compañeros de profesión. Después de algunos pases privados, (su estreno fue en París un martes de Carnaval de 1886) prohibió su interpretación hasta después de su muerte. ¿Quién iba a decir entonces que aquella grotesca y satírica colección de animales zoo-musicales iba a ser la obra que le daría fama mundial?
Esta broma musical es considerada modelo de ingenio (Fósiles), orquestación (Acuario), melodía (El cisne), humor (Gallinas, Tortugas, Canguros y Asnos) y gamberrada (Pianistas). Y lo que es más importante, el público nunca se cansa de escucharla porque es una pequeña joya, una gran obra maestra.
La elegancia de las formas y el pausado movimiento de los cisnes han sido siempre una fuente de inspiración y Saint-Säens nos regaló una hermosa muestra de ello aunque él, quitándole importancia, la denominó "una noble tontería".
El cisne es el único número de “El carnaval de los animales” que se interpretó públicamente en vida de su autor. Fue adaptado para ballet por el coreógrafo ruso Fokine con el título La muerte del cisne para Ana Pavlova y ha sido interpretado por las mejores bailarinas del siglo XX.

 

El Violonchelo


Este instrumento pertenece a la familia del violín (violas da braccio), en la cual nació como bajo, aunque la estabilización de la familia en violín, viola, violonchelo y contrabajo hace que hoy día se pueda considerar al violonchelo como el tenor de la sección.
El violonchelo se afina una octava más grave que la viola. Aunque de mayor tamaño, su forma es la del violín, con la caja de resonancia de hombros altos, la cintura pronunciada en su sección intermedia, el torso abombado, la tabla armónica con sendos tornavoces en “efe”, el mástil con diapasón sin trastes y el clavijero con clavijas laterales rematado en una voluta (o, antiguamente, en una cabeza).
Su longitud total es de 155 cm y la de su cuerpo, 76 cm. Su extensión va del Do1 al La4. Su afinación es de cuatro cuerdas en quintas (Do, Sol, Re, La). Su parte se escribe normalmente en clave de Fa, a no ser que haya notas o pasajes especialmente agudos, para los que se puede recurrir a las claves de Do o de Sol.
Durante la interpretación el violonchelista permanece sentado. El instrumento se fija al suelo, por medio de una espiga o pica metálica, y se pasa entre las piernas para crear un ángulo contra su pecho. Las cuerdas se frotan lateralmente mediante el arco, sostenido por la mano derecha.

domingo, 15 de septiembre de 2013

M. Ravel: Tzigane, rapsodia de concierto para violín y piano

Midori, violín
Robert McDonald, piano

Maurice Ravel escribió esta obra a petición de la violinista húngara Jelly D’ Arányi. En ella procuró capturar todo el enigma que se desprende de las improvisaciones gitanas al violín.
La pieza esta escrita para violín y luthéal, un instrumento de teclado que era novedoso en su tiempo por poseer controles especiales para alterar el color de las notas, aunque nunca llegó a alcanzar gran popularidad debido a las dificultades en su mantenimiento. No se sabe exactamente como Ravel llegó a conocer el instrumento, pero en cualquier caso la premiére de “Tzigane” tuvo lugar en 1924 en la Sala Gaveau de París, interpretada por el violinista Samuel Dushkin y el “luthéalista” Beveridge Webster. Parece ser que Ravel utilizó el mismo instrumento para la composición de “L’Enfant et les Sortilèges”. El instrumento empleado para esta première se ha perdido, probablemente, en un gran incendio que redujo la Sala Gaveau a cenizas. Sin embargo, Ravel arreglaría más tarde la pieza para ser acompañada con el piano o la orquesta. La primera presentación de la versión orquestal se llevó a cabo en París el 30 de noviembre de 1924 en los Concerts Colonne. La versión con piano data de 1925. La obra es de un gran virtuosismo y consta de un solo movimiento con una duración aproximada de 10 minutos.

Cómo se construye un violín


Un luthier es un constructor de violines, violas y cellos. También se le suele denominar "violero". Es un artesano que se dedica a inventar o reparar artefactos musicales. Aunque la acepción francesa del término «luthérie» hace referencia a quien ajusta instrumentos de cuerda, el concepto se extiende a cualquier artífice que se entrega a la fabricación de dispositivos sonoros. Este oficio que apareció durante el Renacimiento, encontró su apogeo en la ciudad de Cremona (Italia) durante los siglos XVII y XVIII y logró perpetuarse como profesión gracias a Stradivarius, Guarnieri, Amati, todos ellos grandes violeros.

Así se pone el alma en un violín


En el interior de la caja de resonancia de los instrumentos de cuerda se encuentra el alma, pequeña barra cilíndrica de madera dispuesta perpendicularmente entre la tapa y el fondo, en el lado derecho del eje de simetría de la caja (es decir, abajo, en la zona donde se apoya el puente). Al lado contrario del alma, a lo largo de la cara interna de la tapa, existe un listón, adherido con cola, que se conoce como barra armónica. Tanto el alma como la barra armónica cumplen dos importantes funciones, al ser soportes estructurales (el instrumento está sometido a grandes tensiones de tipo mecánico) y permitir, además, una mejor distribución de las vibraciones dentro de la caja de resonancia. Sin estos elementos, la resonancia del instrumento se reduciría y su timbre sería apagado.

El violín

 
 
El violín (del italiano violino, diminutivo de viola o viella) es el instrumento principal de la familia de cuerda frotada. Sus cuatro cuerdas (Sol, Re, La,  Mi) se afinan por quintas. La primera cuerda en ser afinada es la de La, que se ajusta a un tono de 440 Hz. Las partituras de música para violín se escriben casi siempre en clave de Sol, antiguamente denominada “clave de violín”.
Un violín mide 59 cm y pesa alrededor de 400 g. Es el instrumento más pequeño y, por tanto, el más agudo de su familia que cuenta, además, con el violoncello o violonchelo, la viola y el contrabajo. Salvo este último, todos derivan de las violas medievales.
En los violines antiguos las cuerdas eran de tripa. Hoy día son de metal o  de materiales sintéticos, entorchados con aluminio, plata o acero. La cuerda más aguda -llamada cantino- es un hilo de acero.
El timbre del violín es vibrante, muy bello. Como características más notables destacan su gran agilidad y sus enormes posibilidades expresivas. El sonido del violín es majestuoso y solemne en los graves, gracioso y juguetón en los agudos.
Los violines son los principales instrumentos de la orquesta, donde se hallan divididos en dos grupos (primeros y segundos) que, a pesar de ser iguales, tocan partes diferentes. Se les suele encomendar la interpretación de la melodía. A su vez, el repertorio del violín como instrumento solista o de cámara es muy extenso.
 

Los instrumentos de cuerda frotada


Los instrumentos cordófonos son aquellos en los que el sonido se produce por la vibración de cuerdas tensadas. Las cuerdas pueden ser de diferentes materiales. Antiguamente se fabricaban con crines de caballo, hilos de seda y tripas de animales; hoy se emplean fibras como el nailon o hilos entorchados de metal.
El sonido puede producirse frotando las cuerdas con un arco, como en el violín; golpeando las cuerdas con algún mecanismo, como los macillos o martillos recubiertos de fieltro, en el caso del piano; o bien punteando con los dedos, como sucede en la guitarra, el laúd o la mandolina.
El sonido se modifica acortando la longitud de las cuerdas al presionar sobre ellas con los dedos, como en el violín o la guitarra, o mediante cuerdas de diferente longitud que se percuten mediante teclas diferentes, como en el caso del piano. Cuanto mayor es la longitud de una cuerda, más grave resulta su sonido.
En la orquesta, la familia de instrumentos de cuerda está integrada por violines, violas, violonchelos y contrabajos. Todos ellos se caracterizan por ofrecer un control prácticamente total de la emisión de su sonido en cuanto a su duración, intensidad o afinación. Este grupo es la base de la orquesta porque viene a representar sus dos terceras partes.
La forma de todos los instrumentos de cuerda es similar. Constan de una caja de resonancia, de mayor o menor tamaño, formada por dos tablas abombadas  y ovaladas, estrechadas en su centro, con aberturas sonoras en su parte superior o tapa, que van unidas lateralmente mediante unas fajas o aros de madera. La pieza que pone en contacto las cuerdas del instrumento con la caja de resonancia es el puente. Otros elementos a considerar son el mástil, que permite pisar las cuerdas con los dedos para acortar su longitud efectiva, el cordal y el clavijero. Los dos últimos sujetan las cuerdas en los extremos del instrumento, haciendo factible su afinación. El mástil suele ir rematado en su extremo con un adorno en forma de voluta u otra figura artística decorativa.
Para producir el sonido el músico debe frotar las cuerdas del instrumento con el arco, vara de madera que incorpora una cinta de crines de caballo que se tensan mediante un tornillo sujeto a su extremo inferior. La vibración de las cuerdas es transmitida por el puente a la caja de resonancia y ésta se encarga de amplificarlas. Según el tamaño del instrumento, es decir, conforme a la longitud y el grosor de sus cuerdas y de su caja de resonancia, el sonido producido será más grave o más agudo, a la vez que de mayor o menor intensidad.