sábado, 28 de junio de 2014

Stradivari, film de Giacomo Battiato (1989)

 
Año: 1989.
Países: Francia, Italia.
Dirección: Giacomo Battiato.
Intérpretes: Anthony Quinn, Stefania Sandrelli, Valérie Kaprisky, Francesco Quinn, Lorenzo Quinn, Danny Quinn, Leopoldo Trieste.
Guión: Giacomo Battiato, Suso Cecchi d'Amico.
Música: Francesco Tampori.
Fotografía: Tonino Delli Colli.

 Sinopsis:

Biografía de Antonio Stradivari, el famoso fabricante de violines. El film comienza con Stradivari cuando es un niño huérfano que escucha por primera vez el sonido de un violín y queda fascinado.  Antonio se dedica completamente a la música y estudia con Nicolò Amati, por entonces el más célebre constructor de instrumentos de la época. Según va creciendo, su fama crece con él, hasta llegar a convertirse en el luthier más importante de toda Italia. En el trasfondo argumental podemos apreciar la situación histórica del Norte de Italia de finales del siglo XVII y primera mitad del XVIII.
El veterano Anthony Quinn, que interpreta al protagonista a edad avanzada, está acompañado por su hijo Lorenzo Quinn, que encarna al personaje de joven. También figuran en el reparto otros dos hijos, Francesco y Danny, en papeles secundarios.        

 

Vivaldi, un príncipe en Venecia, film de Jean-Louis Guillemau (2006)

Título original: Antonio Vivaldi, un prince à Venise.
Año: 2006.
Duración: 95 min.
País: Francia.
Director: Jean-Louis Guillermou.
Guión: Jean-Louis Guillermou.
Fotografía: Antoine Marteau.
Reparto: Stefano Dionisi, Michel Serrault, Annette Schreiber, Michel Galabru, Christian Vadim, Bernard-Pierre Donnadieu, Delphine Depardieu, Stefano Codiroli, Maud Jurez, Diana Fertikh, Philippe de Vallerin, Katia Tchenko.
Productora: Vivaldi Productions.
Sinopsis: Venecia, siglo XVIII. Antonio Vivaldi, uno de los más grandes compositores europeos de todos los tiempos, apodado el Cura Rojo, sufre, sin embargo, los constantes ataques de la Iglesia y en concreto del Obispo de Venecia, que no aprueba su estilo de vida ni ve con buenos ojos su especial relación con la hermosa y joven soprano Anna Giraud.
De acuerdo con la impresión superficial no faltarán quienes digan que «Vivaldi, un príncipe en Venecia» se aproxima por su presupuesto a la factura de un telefilm, aunque es toda una película a la hora de precisar el contexto histórico en el que vivió el músico.
La ambientación recrea a la Venecia barroca desde el punto de vista del poder social que entonces ejercía la Iglesia.
El francés Jean-Louis Guillermou parece haberse fijado en el tipo de crítica histórica que solía hacer el maestro del cine italiano Luigi Magni, especialmente en su película titulada "En nombre del Papa Rey".
El violinista Antonio Vivaldi vivió en sus propias carnes el conflicto entre lo religioso y lo profano, debido a que su forma de vida bohemia no estaba bien vista para alguien que como él había hecho los votos del sacerdocio. También estuvo enfrentado a la aristocracia veneciana, porque musicalmente representaba el “stile nuovo”. Discutido como compositor demasiado dependiente del éxito de “Las cuatro estaciones”, en su época era considerado, sin embargo, el más grande virtuoso del violín, superando a su propio padre.
Esta película incide en su faceta operística, un mundo en el que ejerció de empresario y amante de la soprano Anna Giraud. En la pantalla, el duelo principal entre el músico y el obispo de Venecia lo representan el actor italiano Stefano Dionisi y el veterano Michel Serrault en uno de sus últimos papeles.

El Violín Rojo, film de François Girard (1998)

Título original: Le Violon rouge (The Red Violin).
Año: 1998.
Duración: 130 min.
País: Canadá.
Director: François Girard.
Guión: Don McKellar & François Girard.
Música: John Corigliano.
Fotografía: Alain Dostie.
Reparto: Samuel L. Jackson, Greta Scacchi, Jason Flemyng, Colm Feore, Carlo Cecchi, Irene Grazioli, Jean-Luc Bideau, Sylvia Chang.
Productora: New Line International Releasing / Channel Four Films / Telefilm Canada
 
Sinopsis: En el norte de Italia, en el siglo XVII, un maestro luthier crea su obra definitiva, un violín perfecto y barnizado en rojo, para su hijo a punto de nacer. A partir de ese momento, el instrumento viaja de mano en mano desde Europa a Canadá, pasando por China, hasta la época actual.
No es frecuente que una película fije su cámara en un objeto hasta darle todo el protagonismo. "El violín rojo", ese preciado instrumento musical que pasa de unos a otros a través de siglos y países, es la coartada perfecta para narrar las diferentes historias de sus propietarios y la de su creador. En las idas y venidas por ciudades y épocas (desde una subasta contemporánea hasta la Revolución Cultural China) la película nunca pierde su entidad como un todo compacto cuyas imágenes fluyen con naturalidad. La puesta en escena es rica en detalles y generosa en medios. "El violín rojo" es una película que contagia al espectador su serenidad.
La Banda Sonora del film es de John Paul Corigliano (Nueva York, 1938), quien a principios de la década de 1990 se había convertido en el compositor más interpretado de EE.UU., merced a dos obras, su atronadora "Sinfonía nº 1", dedicada a las víctimas del sida, que estrenaran la Sinfónica de Chicago y Barenboim, y la ópera "Los fantasmas de Versalles", encargo de Levine y la Metropolitan Opera de Nueva York.
De familia de músicos -su padre fue concertino de Bernstein en la Filarmónica de Nueva York-, la habilidad técnica de Corigliano para la fabulación audiovisual le ha llevado periódicamente al cine, al que vuelve con un importante trabajo, esta historia "del alma de un violín" a través de los tiempos, para la que ha creado un hiper-concierto, paralelo en cierto aspecto al mega-concierto que John Williams concibiera para "La lista de Schindler" de Spielberg. Aquí se cuenta con aliados de postín: Joshua Bell en el cometido solista y, lujo de cualquier banda sonora, la Philharmonia londinense con el finlandés Salonen a su frente. A partir de la música de la película, Corigliano ha elaborado una espectacular y amplia "Chacona",
 

viernes, 27 de junio de 2014

John Corigliano: Suite de "El Violín Rojo"

Orquesta de Cámara del Kremlin
Misha Rachlevsky, director
John Paul Corigliano (Nueva York, 1938) se convirtió, a principios de la década de los 90, en el compositor más interpretado de EE.UU., merced a dos obras, su atronadora "Sinfonía nº 1" de 1990, dedicada a las víctimas del sida, que estrenaran la Sinfónica de Chicago y Daniel Barenboim, y la ópera "Los fantasmas de Versalles" de 1992, encargo de James Levine y la Metropolitan Opera. De familia de músicos -su padre fue concertino de la Filarmónica de Nueva York en la época de Bernstein-, la habilidad técnica de Corigliano para la fabulación audiovisual le ha llevado periódicamente al cine, al que vuelve con un importante trabajo, esta historia "del alma de un violín" a través de los tiempos, para la que ha creado un hiper-concierto, paralelo en cierto aspecto al mega-concierto que John Williams concibiera para "La lista de Schindler" de Spielberg. 
En la película se sigue la historia de un violín —ficticio, aunque inspirado en el «Mendelssohn Rojo»— según va cambiando de manos a través de tres siglos y cinco países. Son cinco historias, cada una con su propio espacio, época e idioma, unidas por un pedazo de madera y un único lenguaje que se mantiene constante a lo largo del tiempo: la música del violín rojo. 
Corigliano basa su composición en una bellísima melodía, el tema de Anna, la esposa fallecida del constructor del violín. Es la primera música que se desliza fuera de las cuerdas del violín, un recuerdo por los que se han ido (y los que se irán), por lo que no ha sido ni será… un triste lamento que comienza con una etérea voz de la que parece ir naciendo, poco a poco, el sonido del violín, y que acaba por arrastrar en un dramático crescendo a toda la sección de cuerdas de la orquesta. Este tema se irá repitiendo a lo largo de las cinco historias. Con él da la impresión de que Corigliano hace lo mismo que hizo Elgar con sus variaciones Enigma, si bien de una forma menos críptica, aunque más bella. Existe un tema central de siete acordes que se puede intuir y hasta tararear, pero ese tema jamás suena completo o entero en la película… siempre falta una nota, un arpegio, o la música se desvía y emprende una sutil variación; da la impresión de que, perpetuamente, está a punto de cerrarse y sonar completo, pero nunca lo hace. Aún así, a través de las sombras que proyecta, puede vérsele. Quizá por ello, ese tema ya de por sí tan triste, acaba teniendo mucha mayor profundidad, resultando desgarrador por momentos.
 Corigliano evita el tópico de utilizar la música propia de esas épocas, y centra toda la partitura en variaciones a partir de ese intemporal tema, incorporándoles, eso sí, pequeños elementos propios de las culturas y tiempos que retrata. También crea otras melodías y piezas, más modernas y con elementos de vanguardia, para otros momentos de la película. Eso sí, en todos ellas lo que sí resulta omnipresente es la presencia del violín como instrumento solista.
La banda sonora se centra en las cuerdas y la música del violín es suave y sutil, sin usar ni abusar de la orquesta al completo, sin tocar apenas la percusión y los metales de viento. Es una composición compleja y exigente, misteriosa, distante de los alardes y rimbombancias musicales tan propias de la música de cine de hoy en día. Sin embargo, esta vez sí existe un tema principal, y de gran belleza, con lo que le resultó más asequible conquistar los corazones de los miembros de la Academia y obtener su primer Oscar.
Desde entonces Corigliano se ha apartado del cine y no ha vuelto a componer nada para la pantalla. Sólo esas tres bandas sonoras, distintas, personales, extrañas, misteriosas, entre las que brilla esta extraordinaria pieza para violín, voz y orquesta.

martes, 24 de junio de 2014

Gustav Mahler: "Ich bin der Welt abhanden gekommen"

Dietrich Fischer-Dieskau, barítono
Orquesta Filarmónica de Berlín
Karl Böhm, director

Música de Gustav Mahler (1860 - 1911) y texto de Friedrich Rückert (1788 - 1866).

Los Rückert-Lieder son un ciclo de cinco canciones para voz y orquesta, o piano, compuestas por Gustav Mahler entre junio de 1901 y agosto de 1902, sobre textos del poeta alemán Friedrich Rückert.

Las canciones que lo integran son:

1.       Blicke mir nicht in die Lieder!
2.      Ich atmet’ einen linden Duft
3.      Ich bin der Welt abhanden gekommen
4.      Um Mitternacht
5.      Liebst du um Schönheit
 
Las cuatro primeras se interpretaron por primera vez el 29 de enero de 1905 en Viena, con Gustav Mahler en el podio, en una velada donde también se interpretaron los Kindertotenlieder, con textos, así mismo de Friedrich Rückert. La última canción, Liebst du um Schönheit, no fue orquestada por Gustav Mahler; lo hizo Max Puttmann, un empleado de su primer editor. 

Estrictamente hablando, el corpus de estas canciones no representa un ciclo ya que son todas ellas independientes. Pero sí fueron publicadas en conjunto y se suelen interpretar todas juntas. De ahí su nombre de Rückert-Lieder.

En la publicación original, bajo el nombre de Sieben Lieder aus letzter Zeit (Siete canciones de los últimos tiempos), en 1910, por C. F.  Kahnt de Leipzig, a las cinco canciones de Rückert se unieron Revelge y Der Tamboursg’sell ambas sobre poemas de Des Knaben Wunderhorn.

El siglo XX supuso no solo la incorporación de nuevos lenguajes compositivos, sino también un cierto declive provocado por el cambio de la función social de la música y las prácticas de consumo musical. Esto motivó que el Lied saliera del salón doméstico para integrarse en la sala de conciertos, dejando de ser una música íntima para convertirse en un género de concepción sinfónica. En este proceso, Gustav Mahler desempeñó un papel crucial y no es casual que los Rückert-Lieder, creados en los albores del nuevo siglo, fueran originalmente escritos con acompañamiento orquestal.  Su instrumentación varía de una canción a otra. Para la interpretación del conjunto se necesita: dos flautas, dos oboes, (uno d’amore), corno inglés, dos clarinetes, dos fagotes, un contrafagot, cuatro trompas, dos trompetas, tres trombones, tuba, celesta, arpa, piano y cuerdas.
 

Ich bin der Welt abhanden gekommen 
 
Ich bin der Welt abhanden gekommen,
Mit der ich sonst viele Zeit verdorben,
Sie hat so lange nichts von mir vernommen,                  
Sie mag wohl glauben, ich sei gestorben!
 
Es ist mir auch gar nichts daran gelegen,
Ob sie mich für gestorben hält,
Ich kann auch gar nichts sagen dagegen,
Denn wirklich bin ich gestorben der Welt.
 
Ich bin gestorben dem Weltgetümmel,
Und ruh' in einem stillen Gebiet!
Ich leb' allein in meinem Himmel,
In meinem Lieben, in meinem Lied!
He abandonado el mundo
 
 
He abandonado el mundo
en el que malgasté mucho tiempo,
hace tanto que no se habla de mí
¡que muy bien pueden creer que he muerto!
 
 
Y muy poco me importa
que me crean muerto;
no puedo decir nada en contra
pues ciertamente estoy muerto para el mundo.
 
 
 
¡Estoy muerto para el bullicioso mundo
y reposo en un lugar tranquilo!
¡Vivo solo en mi cielo,
en mi amor, en mi canción!

 

jueves, 19 de junio de 2014

Piotr I. Chaikovski: Obertura Solemne 1812, op. 49

Orquesta y Coro del Maggio Musicale Fiorentino
Banda de la Guardia de Finanzas
Zubin Mehta, director
 
Piazza del Campo (Siena, 1991)

La Obertura 1812, Op. 49 es una obertura romántica escrita por Chaikovski en 1880. El estreno tuvo lugar en Moscú, el 20 de agosto de 1882. La obra conmemora la victoriosa resistencia rusa en 1812 frente al avance de la Grande Armée de Napoleón Bonaparte. Su final incluye disparos de salvas de cañón, repique de campanas y fuegos de artificio.  
Los tempi del único movimiento de esta obra son Lento - Andante - Allegro giusto - Largo - Allegro vivace. En la partitura constan dieciséis disparos de cañón. La obra comienza con una melodía de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Dios proteja a su Pueblo, ejecutada por ocho violonchelos y cuatro violas, que recuerda cómo la declaración de guerra contra Francia fue notificada al pueblo en los servicios religiosos de toda Rusia. En ocasiones esta parte de la obertura es cantada a cappella por un coro. Continúa con una mezcla de melodías tradicionales (incluida la danza A la puerta, a mi puerta) y militares, que representan la angustia creciente del pueblo ruso al saberse invadidos por el ejército francés. La pieza prosigue con una marcha presentada por los metales, donde se oye cargar a los ejércitos para enfrentarse en la batalla de Borodino. Un fragmento repetitivo y triunfal del himno nacional francés, La Marsellesa, sirve para representar al ejército invasor y la inicial victoria de Napoleón. A continuación, un diminuendo en la música sirve para expresar la retirada de las tropas rusas, evitando la confrontación directa con las francesas, al tiempo que dejan tras de sí la tierra arrasada. Vuelve a sonar la marcha en los metales y el fragmento de La marsellesa para indicar la entrada de los franceses en una Moscú incendiada. El fragmento de La marsellesa vuelve a  sonar, ahora en diminuendo, indicando la retirada de las tropas francesas, al tiempo que un crescendo indica el asedio ruso. Cinco disparos de cañón acompañan el avance de los rusos expresado en los instrumentos de cuerda y los metales, que preparan para el cierre triunfal con el contrapunto entre el leitmotiv que representa al ejército ruso y el himno imperial ruso Dios salve al Zar, apoyado por once disparos de cañón, el repique de campanas y los fuegos artificiales. Este final muestra un anacronismo curioso, ya que en 1812 Dios salve al Zar no era el himno ruso, sino que lo era en la época en la que Chaikovski compuso la obra.


 

sábado, 14 de junio de 2014

Richard Strauss: Las divertidas travesuras de Till Eulenspiegel, op. 28

Orquesta Sinfónica de Chicago
Georg Solti, director
 
 Las divertidas travesuras de Till Eulenspiegel, según el viejo cuento picaresco, es un poema sinfónico en forma de rondó, para gran orquesta, op. 28. La obra, terminada el 6 de mayo de 1895, fue estrenada en la Gürzenichsaal de Colonia el 5 de noviembre del mismo año, bajo la dirección de Franz Wüllner.
El personaje Till Eulenspiegel -perfectamente paralelo a los héroes de nuestra novela picaresca- existió realmente: fue un hombre del campo que murió víctima de la peste, hacia 1350, después de haber abanderado la rebelión contra la burguesía explotadora del campesinado. A partir de ahí, Till se convierte en leyenda y el personaje, manteniendo su esencia, evoluciona en las narraciones populares en función de las necesidades expresivas o ejemplarizantes de cada lugar y de cada época. Así, en el siglo XVI y en los Países Bajos, Till Eulenspiegel representó el símbolo de la aspiración flamenca a la libertad frente a la tiranía de los emperadores Carlos y Felipe. Pero el Till que nosotros conocemos es el que nos acercó Strauss a finales del siglo pasado, esto es, un gamberro, un bribón con algo de simpático y un mucho de agitador, siempre metido en líos, un provocador de vocación que acaba siendo perseguido por el orden imperante, juzgado, condenado y ajusticiado.
 
DESARROLLO DE LA OBRA
Es indudable que la partitura de Till Eulenspiegel es toda una puesta en escena en donde no hay página que no bosqueje una decoración, que no evoque una acción, que no pinte uno o varios personajes. Después de su estreno, fue editada una guía para la escucha con breves indicaciones del compositor. La partitura se inicia con un fraseo de los violines que sirven de introducción al cuento. El tema de Till, que no tarda en presentarse, se descompone en dos motivos principales que persisten bajo diversos aspectos en las mismas estrofas, preservando de esta forma la unidad del discurso. La trompa, Fa mayor y 6/8, expone el primer motivo en notas picadas y ligeramente cromáticas, en un fragmento de peligrosísima ejecución que es temido por los trompistas de todo el mundo. La marcha rítmica, un poco claudicante, sugiere ya una deformidad y sobre todo la desvergüenza del personaje. Como ampliación de este material temático, surge un accelerando de toda la orquesta, con un calderón que pone fin al preámbulo. Aparece entonces un nuevo motivo, corto e incisivo, que es tocado por el clarinete en re, a la manera de una risa burlona o de una pirueta gesticulante. Till medita su primera hazaña: Se lanza a caballo sobre las mujeres de un mercado esparciendo sus mercancías. Tras un trémolo de las violas, surge un violento estallido de los platillos que da lugar a una gran algarabía orquestal con notables intervenciones del clarinete bajo y de la carraca. El fagot presenta una melodía de inconfundible aire popular, en Si bemol, sostenido por una retórica poco grandilocuente. Es el momento en que Till, sorprendido, emprende la fuga aunque es sacudido por un extraño estremecimiento, expresado por cinco violines divididos y trompas con sordina.
Pasamos a una nueva escena en donde Till se convierte en un seductor, manifestado por la sorprendente cadenza del violín solo que preludia los arabescos del clarinete y del oboe. Pero es rechazado en su petición de matrimonio, invirtiéndose el primer motivo de su tema en el bajo y repitiéndose el segundo motivo en trompetas y trombones. Till, entonces, decide clamar venganza contra la humanidad en una insólita asamblea de filisteos. Tras una caricatura del fagot, se expone entonces uno de los mejores fragmentos de la obra, un tema anodino en división de cuerdas y maderas, con un inquietante efecto de síncopa que da al pasaje un carácter fugado y de desorden que sugiere la discusión de la asamblea acerca de las aserciones de Till. Pero la extravagante sintonía de las flautas, a modo de silbido callejero, indica que Till se ha escapado ya de aquel lugar.
En un nuevo episodio Till reza otra vez la plegaria ante el pueblo; en esta ocasión, la trompa expone el primer motivo de Till con un extraño tono maléfico. El pueblo ya no soporta más afrentas y prepara una venganza colectiva, y aquí la orquesta se tensa y concentra en un tutti que desemboca en un fortissimo sobre un redoble de timbales, invocando la detención de Till y su posterior conducción hacia un tribunal. Este episodio de jueces y pompa, es declamado por los sombríos acordes de los trombones mientras que un segundo motivo en el clarinete representa a Till intentando hacerles frente. Se suceden los diálogos orquestales que señalan la discusión judicial hasta que la sentencia definitiva es pronunciada por trompas, trombones y fagots en el registro grave. Unos lúgubres acordes sobre un implacable intervalo de séptima (fa-sol bemol) pronuncian la condena a muerte. El tema de Till se desgarra ahora, se estrangula sobre los trinos de las flautas. Till es colgado y se produce el silencio y un posterior epílogo basado en el recuerdo emocionado del héroe, expuesto por el clarinete y el clarinete bajo. Con la orquesta entera, los breves compases de la coda proclaman la apoteosis de lo que estará siempre vivo, la inmortal alegría de Till Eulenspiegel. Una de las partituras más portentosas de Richard Strauss, una verdadera obra maestra.
 


viernes, 6 de junio de 2014

Gustav Mahler: Sinfonía nº 2 en do menor, "Resurreción"

Ricarda Merbeth, soprano
Bernarda Fink, mezzosoprano
Netherlands Radio Choir
Celso Antunes, maestro del coro
Royal Concertgebouw Orchestra
Mariss Jansons, director



Sinfonía nº 2 en Do menor “Auferstehung”
Compuesta entre 1888 y 1894

 

Estreno mundial (sólo los tres primeros movimientos): 4 de marzo de 1895 en Berlín
Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por el compositor

 
Estreno mundial (completo): 13 de diciembre de 1895 en Berlín
Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por el compositor

 

Movimientos

I. Totenfeier ("Ritos Fúnebres")
Mit Durchaus ernstem und feierlichem Ausdruck
(Con expresión bastante seria y solemne)
Allegro Maestoso 

II. Sehr gemachlich
(Muy tranquilo)
Andante moderato

 III. In ruhig fliessender Bewegung
(Con un movimiento tranquilamente fluyente)

IV. "Urlicht" (Luz primigenia)
Sehr feierlich, aber Schlicht
(Muy solemne, pero con sencillez)

 V. Im Tempo des Scherzos
Wild herausfahren
(Sin ir salvaje)
"Auferstehung"
(Resurrección)


 

PLANTILLA INTERPRETATIVA

 
Voces

·         Contralto, a veces interpretada por una mezzosoprano (Cuarto movimiento).
·         Soprano y Contralto (Quinto movimiento).
·         Coro mixto (Quinto movimiento).
 

Maderas

·         4 Flautas (las cuatro doblan a flautines).
·         4 Oboes (3º y 4º doblan a Corno inglés).
·         3 Clarinetes en Si bemol, La y Do (3º dobla a Clarinete bajo).
·         2 Clarinetes en Mi bemol (2º dobla como 4º clarinete en Si bemol y La).
·         4 Fagotes (3º y 4º doblando a Contrafagot).

 Metales

·         10 Trompas en Fa, cuatro de ellas (7ª a 10ª) también tocan fuera de escena (más, si es posible).
·         8-10 Trompetas en Fa y Do, de cuatro a seis fuera de escena.
·         4 Trombones.
·         Tuba.

 Percusión
Requiere un total de siete intérpretes:

·         Timbales (2 intérpretes y 8 timbales; en el último movimiento un tercer intérprete toca dos de los timbales del segundo).
·         Varias cajas.
·         Bombo.
·         Platillos.
·         Triángulo.
·         Glockenspiel.
·         3 campanas graves, sin afinación.
·         Una vara, para ser golpeada contra el marco del bombo.
·         2 Gongs (agudo y grave).

 
Banda de metal y percusión fuera de escena, en el quinto movimiento:

·         Bombo con platillos acoplados (tocados por un único instrumentista), Triángulo, Timbal.

 Teclados

·         Órgano (sólo en el quinto movimiento).

 Cuerdas

·         Arpa I, II
 "El mayor contingente de cuerdas posible".
·         Primeros y segundos violines.
·         Violas.
·         Violonchelos.
·         Contrabajos (algunos con extensión de Do grave).