miércoles, 15 de julio de 2015

Wolfgang A. Mozart: La flauta mágica

Sarastro - Matti Salminen, bajo
Tamino - Piotr Beczala, tenor
Pamina - Malin Hartelius, soprano
Königin der Nacht - Elena Mosuc, soprano
Papageno - Anton Scharinger, barítono
Papagena - Julia Neumann, soprano
Monostatos - Volker Vogel, tenor

Coro y Orquesta de la Ópera de Zúrich
Dirección musical: Franz Welser-Möst
Dirección escénica: Jonathan Miller 

Esta ópera en dos actos de Wolfgang Amadeus Mozart sobre un libreto de Schikaneder fue estrenada en Viena el 30 de septiembre de 1791. Última obra teatral de Mozart, no fue escrita para el teatro de la Corte, sino para un pequeño teatro popular de los arrabales de Viena, dirigido por el autor y actor Emmanuel Schikaneder.
Estaba entonces en pleno apogeo el género del "Zauberstüek" (comedia sobrenatural), no sin analogía con el teatro de cuento de hadas que, en Venecia, Carlo Gozzi había intentado oponer a la comedia goldoniana, y los dos autores se identificaron con él dócilmente, tomando como punto de partida el Dschinnistan, colección de leyendas orientales publicadas por Wieland en 1786.

Puesto que los dos eran masones, llenaron la ópera de segundas intenciones vagamente humanitarias y de símbolos pseudofilosóficos, según el modelo de una novela de tipo oriental llamada Sethos (1731), del abate francés Jean Terrasson, que era considerado como una especie de libro sagrado por la masonería del siglo XVIII, que presentaba extraños caracteres de misticismo irracional; era como la fuga al reino del misterio de una edad demasiado ávida de razón (y un presagio de romanticismo), entonces en modo alguno irreconciliable con el catolicismo.

ARGUMENTO
ACTO I
En una región montañosa, el príncipe egipcio Tamino, asaltado por una monstruosa serpiente, se desmaya y es socorrido por tres hermosas muchachas que han salido de un templo. Las muchachas cortan la serpiente en tres trozos simbólicos y se enternecen con la belleza del joven. Ninguna quiere abandonarle para referir a la reina el hecho, hasta que, finalmente, van las tres.
Hace entonces su aparición el vendedor de pájaros Papageno, singular variación fantástica de la acostumbrada figura cómica de criado astuto y cobarde −el personaje era interpretado por el mismo Schikaneder, lo que explica la importancia del papel−, quien da a entender a Tamino, que ha vuelto en sí, que ha sido él quien le ha salvado, pero mientras tanto vuelven las tres jóvenes, que son damas de la Reina de la Noche, y, como castigo, le cierran la boca con un candado.

Llega la Reina de la Noche y muestra a Tamino un encantador retrato de su hija Pamina, prisionera del malvado mago Sarastro. Tamino, ya inflamado de amor por la muchacha, promete salvarla. Papageno, perdonado y libertado de sus cuitas, le acompañará como escudero; a Tamino le regalan una flauta mágica y a Papageno una campanita que, tocadas en un momento del peligro, les sacarán de apuros.

A pesar de que los primeros contactos con el reino de Sarastro se presentan amenazadores a causa del horrible y ferocísimo negro Monostatos (guardián de la pobre Pamina), Tamino y Papageno, sorprendidos cuando ya se preparaban a huir con la recobrada Pamina, encuentran en el mago Sarastro no a un perverso tirano, sino a una especie de gran sacerdote de la sabiduría, que entre templos y coros sagrados, ceremonias misteriosas y simbólicas, alocuciones moralizadoras y parrafadas humanitarias, revela a Tamino que la Reina de la Noche es la potencia del Mal y le promete a Pamina como esposa si supera, juntamente con Papageno, las tres pruebas rituales de la iniciación.
ACTO II
Las pruebas son superadas satisfactoriamente, a pesar de la intervención de tres espíritus mandados por la Reina de la Noche. Papageno, que en sus batallas con el terrible Monostatos, no menos miedoso que él, ha proporcionado una gran cantidad de situaciones cómicas y bufonerías, tiene el consuelo de ver transformarse su Papagena (una horrible vieja que le perseguía con sus efusiones amorosas) en una muchacha deliciosa. Tamino, a pesar de una última tentativa de la Reina de la Noche y de sus compañeras, se promete con Pamina, con la solemne bendición de Sarastro, entre coros viriles de iniciados y solemnes ceremonias en loor de la luz que aleja las tinieblas de la ignorancia y del terror.

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