martes, 10 de marzo de 2015

G. Verdi: Misa de Réquiem

Claire Rutter, soprano
Lilli Paasikivi, mezzo-soprano
Mika Pohjonen, tenor
Roberto Scandiuzzi, bajo
 
Orquesta y Coro de la Ópera Nacional de Finlandia
Michael Güttler, director
 
Grabación en directo en la Igesia de San Juan de Helsinki
(1 de noviembre de 2014)

La obra consta de siete movimientos de diferente duración:
I. Réquiem y Kirie
(Cuarteto de solistas y coro)
II. Sequentia
Dies Irae (estribillo)
Tuba Mirum (bajo, coro)
Mors stupebit (bajo, coro)
Liber scriptus, (mezzo-soprano, coro)
Quid sum miser (soprano, mezzo-soprano, tenor)
Rex tremendae (cuarteto de solistas, coro)
Recordare (soprano, mezzo-soprano)
Ingemisco (tenor)
Confutatis (bajo, coro)
Lacrymosa (cuarteto de solistas, coro)
III. Offertorium
Domine Jesu
(Solo)
 
IV. Sanctus
(Doble coro)
V. Agnus Dei
(Soprano, mezzo-soprano, coro)
VI. Communio
Lux Aeterna
(Mezzo-soprano, tenor, bajo)
VII. Absolutio
Libera Me
(Soprano, coro)

La historia del Requiem verdiano comienza en noviembre de 1868, cuando la muerte de Rossini le induce  a Verdi el proyecto de una misa de difuntos que compondrían diversos músicos italianos para la conmemoración del primer aniversario. Verdi se reservó el "Libera me" conclusivo y, aunque el estreno de la obra no se llevó a cabo, sirvió para despertar en el compositor el deseo de escribir un Requiem completo. La conmoción que le produjo la muerte del poeta Alessandro Manzoni en 1873, el gran exponente del romanticismo italiano cuyas obras eran para Verdi libros de cabecera, aceleró sus planes, estrenando él mismo la obra en mayo de 1874 en la iglesia de San Marcos de Milán.
Esta obra maestra -según Brahms, sólo un genio pudo haberla escrito- nos muestra a un Verdi de sesenta años que, salvo Otello y Falstaff, ha compuesto ya todo su inmenso corpus operístico.
En correspondencia con las características de su último estilo, la obra se desarrolla como un continuum donde las secciones se funden unas con otras, la dicotomía recitativo-aria aparece difuminada y la orquesta rivaliza con las voces en expresividad. Como campo específico de la música religiosa, va a tener aquí la oportunidad de poder dar rienda suelta a su pasión por el contrapunto imitativo.
Para llevar a cabo tales propósitos Verdi va a contar con un cuarteto de solistas -soprano, mezzo, tenor y bajo-, con un coro mixto a cuatro voces, en una ocasión duplicado, y una orquesta romántica convencional en la que se incluye el oficleido (sustituido en la actualidad por la tuba), dentro de un viento metal que evita los grandiosos espaciamientos armónicos al modo de Wagner, ciñéndose a una función de apoyo acórdico, que no impedirá que sus diferentes instrumentos irrumpan en ocasiones con agilidades de intensa expresividad.
El Réquiem es la obra de un hombre agnóstico -en ocasiones, decididamente ateo y a veces semicreyente- en el distante respeto con que contemplaba la liturgia católica. Sin embargo la Biblia y las obras de Manzoni, el destinatario de la composición, rezumantes de fervor religioso, estuvieron siempre en sus manos. Aunque la sombra de la duda recorre gran parte de la composición (como esas inestables melodías cromáticas que acompañan a lo largo de la obra la seguridad de las diatónicas), en el momento definitivo de la conclusión desaparece cualquier atisbo de dubitación.

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