miércoles, 2 de julio de 2014

Ensayo de orquesta, film de Federico Fellini (1979)


Año:   1979
Film: Color
Duración: 70 min
Producción: Daime Cinematografica S.p.A. e Rai - TV (Roma), Albatros Produktion GMBH (Mónaco)
Distribuidora: Gaumont - Italia

En una vieja iglesia tienen lugar los ensayos de un concierto sinfónico. Los músicos llegan en grupos y toman cada uno su lugar: En un rincón están también los representantes sindicales. Un periodista de la televisión entrevista a los músicos; cada uno habla de su instrumento y de sus experiencias. Cuando llega el maestro, que se expresa con evidente acento alemán, empieza con calma el ensayo. Luego, de improviso, se interrumpe por las protestas de los músicos. El director abandona la sala y va a su camerino donde lo sigue el periodista para entrevistarlo. Mientras tanto en la iglesia se arma una revolución: todos protestan contra todo, contra el maestro, contra las partituras. Reina la anarquía y el desorden, las paredes están embadurnadas con eslóganes y símbolos de rebelión. Improvisamente, el edificio empieza a temblar, sacudido por golpes cada vez más fuertes hasta que una pelota gigante de acero rompe las paredes y en el derrumbamiento muere un arpista. Tras momentos de confusión y gritos de terror vuelve el silencio y se reanuda el ensayo. Otra vez en el podio, el director de orquesta imparte sus órdenes, como un dictador.

Crew
Dirección: Federico Fellini
Argumento: Federico Fellini
Guión: Federico Fellini
Colaboración en el guión: Brunello Rondi
Director de fotografía: Giuseppe Rotunno (Technicolor)
Música: Nino Rota
Música consultor: Carlo Savina
Director musical: Carlo Savina
Escenografía: Dante Ferretti
Decoración del escenario: Nazzareno Piana
Montaje: Ruggero Mastroianni
Ayudante montaje: Adriana Olasio
Efectos especiales: Adriano Pischiutta
Vestuario: Gabriella Pescucci
Ayudante de dirección: Maurizio Mein
Asistente de dirección: Christa Reeh, Giovanni Bentivoglio
Operador de cámara: Gianni Fiore
Director doblaje: Carlo Baccarini
Organización general: Lamberto Pippia
Productor ejecutivo de la RAI: Fabio Storelli
Cast

Baldwin Baas: il direttore d'orchestra
Clara Colosimo: l'arpista
Elisabeth Labi: la pianista
Ronaldo Bonacchi: il controfagotto
Ferdinando Villella: il violoncello
Giovanni Javarone: la tuba
David Mauhsell: il primo violino
Francesco Aluigi: il secondo violino
Andy Miller: l'oboe
Sibyl Mostert: la flautista
Franco Mazzieri: la tromba
Daniele Pagani: la tromba
Luigi Uzzo: il violino
Cesare Martignoni: il clarinetto
Umberto Zuanelli: il copista
Filippo Trincia: il responsabile dell'orchestra
Claudio Ciocca: il sindacalista
Angelica Hansen: violino
Heinz Kreuger: violino
Federico Fellini: voce dell'intervistatore 

Awards

1979
Nastro d’argento a la mejor música (Nino Rota)

 Peculiarites

Fellini: «Tenía muchos proyectos, no era urgente hacer esta película, no sentía ninguna urgencia. No respondía a una necesidad. A un cierto punto, sí, tuve una necesidad. Cuando mataron a Aldo Moro. Sí, cuando supe que habían matado a Moro. Me quedé muy impresionado. Pero no por el hecho en sí mismo, me lo esperaba. Por la necesidad de reflexionar acerca del hecho, para comprender el sentido profundo de lo que había pasado y del porqué había pasado. ¿Qué habían querido hacer los que los habían matado? ¿Qué nos había pasado a todos nosotros que vivimos en este país? ¿Por qué habían llegado a tanto? Entre esto y la película no hay ninguna relación directa o, al menos, yo no me di cuenta. La relación la encontré mucho tiempo después, cuando la película ya se había terminado o, mejor dicho, cuando ya se estaba proyectando. No es que desde el primer momento no quisiera relacionar la película con su significado, es que no era consciente del porqué a un cierto punto me pareció urgente rodarla. Ahora bien, luego lo supe: había sido el homicidio de Moro.»
Franca Faldini, Goffredo Fofi, Il cinema italiano d’oggi, 1970-1984. Raccontato dai suoi protagonisti, Mondadori, Milano, 1984, p. 258

Reviews

Leone Piccioni
Fellini lograr fundir, en más o menos 70 minutos de espectáculo grotesco y nostálgico, la verdad, la profecía, la inquietud y el ansia, en una amalgama realmente inusual sin derrochar o dejar caer en vacío ni un medio minuto de su denso discurso evocador, representativo o previsor. Hay momentos de una fuerza poética ardiente y dramática pero no necesita (como otras veces a él también le podía pasar) prepararlos con un conjunto de imágenes más apagadas. No tiene la mínima intención de prolongar en ecos y reflejos incluso los resultados más acertados. Fellini es insuperable a la hora de construir en la obra "fragmentos" de chocante calidad y en esta película consigue obtener una continuidad inflexible, ¡aunque tan solo en algunos fragmentos!

"Il Tempo", 25 novembre 1978

Mireille Amiel
Es una película sobrecogedora. Se pueden realizar diferentes lecturas. Y son todas verdaderas, contemporáneas, iguales. Quiero decir que no es posible establecer una jerarquía entre la parábola sobre el actual caos político italiano (y su lugar en el actual desequilibrio planetario), la reflexión sobre el papel de los medios de comunicación, la meditación metafísica sobre la función del hombre en la sociedad, su necesidad, su devenir, su relación con la creación [...] De lo que, verdaderamente, nos habla Fellini es de la música. Es decir, del arte, de la creación, del medio para ir más allá de lo efímero, de la muerte, de la banalidad. Fellini nos dice que la mediocridad es insoportable. Porque limitar el alcance de esta película a su dimensión analizable, lógica, parabólica, no quiere decir nada. Ensayo de orquesta es un grito estremecedor, a medio camino entre el llamamiento y la estigmatización. En todo caso y, de manera subterránea, es un grito de esperanza, puesto que Fellini, a pesar de la contradicción dolorosa y conmovedora de los últimos minutos, nunca ha dejado de esperar.

"Cinéma 79", n. 247-248, juillet-août 1979

Tullio Kezich
Como todo el Fellini televisivo, a partir de Block-notas de un director hasta Los clowns, tiene un toque ligero y una capacidad de síntesis difíciles de encontrar en sus obras mayores. En los retratos de los músicos se confirma el estro del antiguo caricaturista pero enaltecido en una dimensión gogoliana. La figura del director brinda, en parte, la oportunidad de un desahogo autobiográfico, en parte una autocrítica llevada hasta lo paradójico (después de un discurso inspirado en la necesidad de que cada uno toque bien su instrumento, el personaje manda una serie de órdenes en alemán). Esta película, realizada con una maestría superior, es, en su conjunto, un ensayo genialmente contradictorio. Es divertido y tristísimo, positivo y desesperado, cautivador y rabioso.

Il Centofilm 2. Un anno di cinema 1978-1979, Il Formichiere, Milano, 1979

Alberto Farassino
A un cierto punto, en el momento de máxima degradación (y esto lo digo en términos de estructuras y no de valores estéticos, desde luego, son quizás los mejores momentos de la película) interviene el famoso mazo de acero, preludio de la llegada de un nuevo orden. ¿De la Revolución, de la Restauración, de la Providencia? No, es solo el símbolo de sí mismo, el símbolo de lo simbólico. En el momento de la deriva, cuando ya nada se puede codificar, se consolida la hipótesis de un regreso al orden de lo simbólico, a los lenguajes de la certeza, a la consistencia férrea de la obra. Con la gran pelota de acero el cine vuelve a entrar en la televisión, llevándose sus efectos especiales, sus nubes de humo, sus escenografías de estudio, lo fantástico, las emociones fuertes; todo lo que el cine puede hacer y la televisión no. Es el cine "para" la televisión, es la orquesta que vuelve a tocar.

"La Repubblica", 15 marzo 1979

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