miércoles, 26 de febrero de 2014

A. Dvořák: Concierto para violonchelo en si menor, op. 104

Mstislav Rostropovich, violonchelo
Orquesta Sinfónica de RTVE
Miguel Ángel Gómez Martínez, director

Antonín Dvořák (1841-1904) representa en la historia musical de Bohemia un nexo esencial entre Smetana y Janáček. En efecto, Bedřich Smetana (1824-1884) fue quien estableció los cimientos de la tradición checa, muy ligada al teatro nacional, con un idioma cercano al romanticismo de Liszt. Por su parte, Leoš Janáček (1854-1928) sería más adelante uno de los creadores que mantuvo vivos los ideales de la música absoluta en el Siglo XX. Con la colorida Sinfonietta, su obra final, tuvo oportunidad de expresar su patriotismo, con gran profusión de ritmos y fanfarrias, a cargo de vientos de madera y metal.

Antonín Dvořák, a su vez, participó activamente en esta corriente de expresiones, que orientó hacia una poesía más lírica, próxima a los sentimientos más humanos. En 1874 obtuvo un Premio del Estado Austríaco, consistente en una pensión anual. La presentación de la obra "Aires de Moravia" fue decisiva al respecto, ya que le permitió disfrutar la amistad y generosidad de Johannes Brahms, quien estaba en el jurado que otorgó el galardón. Su protección hizo posible que Dvořák se dedicara con exclusividad a la creación, que se orientó desde ese momento hacia una exposición más personal de su estro creativo, abandonando el lenguaje wagneriano que lo había nutrido hasta entonces. Poco a poco fue logrando fama internacional hasta que, en 1892, le fue ofrecida la Dirección del Conservatorio de Música de Nueva York, que asumiría hasta 1895. En esos tres años compuso algunas de sus mejores obras: la Novena Sinfonía "Del Nuevo Mundo", el Cuarteto en Fa Mayor "Americano" y el Concierto para violonchelo Op. 104. En esta última obra se aprecia la adhesión plena a la estética de Brahms. Sus líneas gozan de un lirismo cargado de emoción y es, no solo una de las más bellas creaciones de Dvořák, sino también una incuestionable obra maestra del repertorio para violonchelo.

Dvořák, inicialmente, abrigó muchas dudas en cuanto a la eficacia de enfrentar al cello, con una orquesta sinfónica, pues consideraba que el timbre nasal de las notas agudas y el registro grave del instrumento constituían un problema delicado, a la hora de lograr un correcto balance sonoro entre solista y orquesta. Cuando escuchó el Segundo Concierto de Victor Herbert, solista de la Filarmónica de Nueva York, pudo comprobar que la inclusión de tres trombones en el movimiento central (amén de otras novedosas particularidades instrumentales) había redundado positivamente en el equilibrio orquestal. Por ello, decidió dar forma a su segundo concierto para cello. Su experiencia registraba un antecedente pues a la edad de 24 años compuso un concierto en La Mayor, para violonchelo y piano, que no llegó a orquestar. Entre noviembre de 1894 y febrero de 1896 dio forma al Concierto en si menor Op. 104.

PRIMER MOVIMIENTO: Comienza con una larga introducción orquestal, en la que se presentan los dos temas principales. El primero se escucha en los clarinetes. El segundo es presentado por un solo de trompa. Por fin hace su entrada el solista, cuya exposición de ambos temas discurre con formidables muestras de virtuosismo.

SEGUNDO MOVIMIENTO: El movimiento central contiene un emocionado mensaje. En los días en los que estaba componiendo el concierto, Dvořák recibió la noticia de que su cuñada Josefina, de quien había estado enamorado en su juventud, se encontraba gravemente enferma. Ante tan triste hecho decidió insertar en el Adagio la canción favorita de ella, Lass’ mich allein, op. 82 nº 1, y lo hizo con detalles conmovedores y una gran ternura.

TERCER MOVIMIENTO: El final es enérgico, con aires de danza campesina, y parece expresar la euforia que experimentaba el autor ante la proximidad de su regreso a su tierra natal. Cuando regresó a su patria tuvo noticia de que Josefina había muerto, por lo que decidió, ante lo irreparable, modificar la Coda del concierto, incluyendo una rememoración de la canción del Adagio. Un final impactante cierra magistralmente la obra.

Este concierto fue estrenado por la Orquesta Sinfónica de Londres y el cellista Leo Stern, el 19 de Marzo de 1896, en Londres.

 

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