sábado, 15 de febrero de 2014

Ludwig van Beethoven: Sonata para piano y violín nº 9 op. 47 "Kreutzer"

Anne-Sophie Mutter, violín
Lambert Orkis, piano

He aquí la más admirada -entre otras cosas por sus connotaciones extramusicales- de todas las Sonatas para violín y piano de Beethoven. Su título completo "Sonata per il pianoforte ed un violino obbligato, scritta in uno stilo moho concertante, quasi come d'un concerto", se encuentra ya en un cuaderno de bocetos para la Op. 47, del año 1803, el año de la "Heroica". La sonata, realmente un arquetipo de lo que debe ser el diálogo entre dos instrumentos, se publicó en 1805 por el editor Simrock, de Bonn, y está dedicada al violinista francés Rodolphe Kreutzer (1766-1831), a quien Bernadotte había traído a Viena entre el personal de su embajada. Kreutzer era muy apreciado como virtuoso, profesor y teórico del violín. Beethoven tuvo una cordial acogida en la embajada francesa gracias a él y, en carta a Simrock del 4 de octubre de 1804, daba a su editor una opinión sobre el violinista: "Este Kreutzer es un hombre estimable y bueno, que me ha causado mucho placer mientras estuvo aquí; su sencillez y su naturalidad me son más queridos que toda la fachada sin interés de la mayoría de los virtuosos".
Sin embargo, Kreutzer no hizo demasiado caso a la sonata, pese a tratarse de una de las más grandiosas muestras del genio beethoveniano, o tal vez por eso precisamente, porque no fue capaz de comprender. Claro que no era sólo él. La siempre, citada, por sus desaciertos críticos, "Allgemeine Musikalische Zeitung", estimó que Beethoven había puesto un cuidado especial en ser original hasta grados cercanos a lo grotesco, calificando de "terrorismo artístico" a esta colosal sonata. La "Sonata a Kreutzer" tuvo, en sus orígenes, otro destinatario, el joven violinista mulato, de origen inglés, George Bridgetower. Él fue quien la estrenó, en los conciertos públicos del Augarten, el año 1803. Ries ha contado las circunstancias del estreno vienés: « " La célebre "Sonata en la mayor" había sido escrita para Bridgetower. Aunque una gran parte del primer "allegro" estaba bastante avanzada, no iba demasiado aprisa. Bridgetower presionaba a Beethoven para que el día del concierto estuviera ya acabada, además de que él deseaba estudiar su parte. Una noche, Beethoven me hizo llamar a las cuatro y media y me dijo: - Cópiame rápidamente la parte de violín del primer "allegro". Su copista estaba ocupado entonces. La parte de piano estaba únicamente indicada. Bridgetower tuvo que tocar el maravilloso tema con variaciones, en "fa mayor", sobre el propio manuscrito de Beethoven, pues no hubo tiempo de copiarlo".» Vemos, pues, en qué condiciones hubo de interpretarse esta obra. Bridgetower debía de ser un artista considerable, pues Beethoven pensó la "Kreutzer" para él, e incluso consta que llegó a entusiasmarle tanto en una de las ejecuciones públicas de la sonata, que se levantó de la banqueta del piano para abrazarle y pedir que repitiese el pasaje. ¿Por qué, al editar la Sonata, cambió la dedicatoria?. Se ha especulado sobre el motivo de la ruptura, diciendo que hubo una posible rivalidad amorosa entre ambos, enamorados de la misma mujer.

El transcurso de los años viene a borrar las pequeñas y grandes luchas en el nacimiento de una gran obra, cuando ésta ha traspasado las barreras del tiempo. Y ciertamente, la "Sonata a Kreutzer" es una de las piezas más universalmente célebres de Beethoven, interpretada por los más grandes violinistas de todas las épocas, empezando por Pablo Sarasate, que la incluía entre sus piezas favoritas. A la fama de la "Sonata a Kreutzer" ha contribuido enormemente la novela de Tolstoi de ese título, si bien la visión del gran novelista ruso escapa a las intenciones de Beethoven.
Tovey ha dicho: "La Sonata a Kreutzer o no necesita de análisis, o éste tendría que ser muy detallado", y Combarieu: "No hay que buscar en ella la expresión del estado de ánimo de un personaje, sino considerarla como una obra de imaginación y de fantasía al servicio del virtuosismo". Uno y otro aciertan a comunicarnos los valores de inspiración, técnica e intensidad emotiva de ésta gran sonata, a la que han cuadrado adjetivos como impetuosa, arrolladora, heroica, demoníaca, trágica, y cuantos similares tratan de explicar con palabras un contenido, una dinámica, una tensión interna, pura y exclusivamente musicales.

La "Sonata a Kreutzer" no está escrita de un solo impulso. Ferdinand Ries ha advertido que el final pertenecía, originalmente, a la primera de las Sonatas Op. 30, dedicadas al Zar Alejandro I. El primer movimiento, el más complejo de la obra, se inicia, al modo de las sinfonías de Haydn, con un "adagio" en el que el violín comienza con dobles cuerdas y el pianista contesta. El solemne intercambio instrumental de la introducción da paso al primer tema "staccato", del "presto" en tono menor, de gran vehemencia, cuyo desarrollo constituye un alarde de unidad, pues son tantos los contrastes, modulaciones, diseños temáticos del movimiento,  que parece imposible mantenerlo como un todo perfecto y coherente.
Tras él viene un "andante ' con cuatro grandes variaciones de carácter afectuoso y, a veces, meditativo, tal vez excesivamente cuadradas y escuetas, pero que dan ocasión al violinista de poner a prueba su habilidad y buen sonido. Suele ser este "adagio" el preferido de todo tipo de públicos. El movimiento final, en forma de "tarantella", podía haberse quedado en una pieza de "bravura", para culminar deslumhrando al público, pero Beethoven quiso dotarle de una fuerza y una pasión acordes con el tremendo primer tiempo. Ahora bien, para alcanzar ese "pathos" y esa crispación románticas, se pide la colaboración de los intérpretes, quienes, particularmente en esta obra, tienen mucho que decir.

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