viernes, 7 de marzo de 2014

F. Mendelssohn-Bartholdy: Sinfonía nº 3 en la menor, op. 56 "Escocesa"

Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera
Mariss Jansons, director
 
1. Andante con moto - Allegro un poco agitato
2. Scherzo - Vivace non troppo
3. Adagio
4. Allegro vivacissimo - Allegro maestoso assai

Nada menos que doce años median entre la visita a Escocia en 1829, donde Mendelssohn concibió los gérmenes iniciales de su tercera sinfonía y la conclusión y estreno de la obra en 1840, bajo la dirección del propio compositor en la Gewandhaus de Leipzig. En tan largo periodo de tiempo las memorias del Mendelssohn paisajista y viajero quedaron sumidas bajo concepciones puramente compositivas, meditadas durante más de una década, que dieron como resultado una compleja estructura formal novedosa e imaginativa. Las referencias a la historia escocesa y sus leyendas en las danzas vertiginosas y juegos guerreros que impregnan el Finale, el brumoso ambiente de las Highlands estallando en la tumultuosa tormenta del Allegro inicial, o el folclorismo del clarinete convertido en gaita en el alegre "pibroch" del Vivace, no ocupan un protagonismo de primer plano, quedándose en meros elementos de un gran proyecto formal.

Dos reinas aparecen como figuras de referencia para el arranque y la conclusión de la obra. Por un lado María Estuardo, soberana de los escoceses, que había sido coronada en la capilla del Palacio Holyrood de Edimburgo. De este modo recoge el Mendelssohn literato sus impresiones:

"ahora abierta al cielo, rodeada de hierba y hiedra, con todo en ruina y en decadencia..." y "creo que fue aquí donde encontré el comienzo de mi sinfonía escocesa".
No cabe duda de que el arranque de la sinfonía traduce musicalmente estas palabras. Respecto al movimiento de cierre no existen testimonios directos que lo relacionen con la reina Victoria de Inglaterra, dedicataria de la obra, pero hay comentaristas que vinculan su tono elevado con el ambiente moralista que caracterizó a su reinado. Sea así o no, lo importante son los dos temas musicales que pudieron originar ambos pretextos, donde la tonalidad de la sinfonía, La, ofrece sus dos rostros modales contrapuestos. En un principio la melancólica nostalgia del modo menor y, como final feliz de la obra, la brillante solemnidad hímnica de la modalidad mayor.

Con los efectivos de una plantilla orquestal dieciochesca Mendelssohn parte en busca de aventuras propias del romanticismo decimonónico. No necesitará cargar las tintas en las potencialidades descriptivas y dramáticas de la sección del mental, y con sólo trompas y trompetas se basta, por ejemplo, para caracterizar los momentos más agitados de la tormenta que cierra el Allegro inicial.

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