Aida, Margaret Price (soprano)
Radamés, Luciano Pavarotti (tenor)
Amneris, Stefania Tockzyska (mezzosoprano)
Amonasro, Simon Estes (barítono)
Ramfis, Kurt Rydl (bajo)
Rey de Egipto, Kevin Langan (bajo)
Orquesta, Coro y Ballet de la Ópera de San Francisco
Luis Antonio García Navarro (director)
Sam Wanamaker (director escénico)
Giuseppe
Verdi (Bussetto 1813 - Milán 1901) recibió del Jedive de Egipto, Ismail Pachá,
el encargo de componer una ópera, de ambiente egipcio, para que su estreno
coincidiera con los fastos de la inauguración del Canal de Suez. Sin embargo,
la apertura del Canal tuvo lugar el 17 de noviembre de 1869 y la ópera no
estaba aún terminada por lo que tuvo que representarse "Rigoletto"
(1851) del propio Verdi.
"Aída" fue estrenada, sin la presencia de su autor, en el
Teatro de la Ópera del Cairo, un año más tarde, el 24 de diciembre de 1871. La
representación fue grandiosa, como detalle citaremos que la corona que ceñía
Amneris era de oro macizo y las armas de Radamés de plata. Fueron sus
protagonistas Antonietta Pozzoni (Aída), Pietro Mongini (Radamés), Eleonora Grossi
(Amneris), Francesco Steller (Amonastro), el foso estaba dirigido por Giovanni
Bottesini.
Dos meses más tarde se estrenó, con la presencia de su autor, en el
Teatro de la Scala de Milán, el 8 de febrero de 1872. El papel de Aída fue
cantado por Teresa Stolz (1834 - 1902) que tanta influencia tendría a lo largo
de la vida de Verdi. Constituyó un éxito clamoroso y el maestro tuvo que salir
a saludar 32 veces. En esta versión de la Scala, que ha quedado como
definitiva, Verdi le añadió la famosa aria para soprano "O patria
mia".
Los autores del libreto fueron Antonio Ghislanzoni y Camille du Locle, en
estrecha colaboración con el propio Verdi. Se basa en el drama homónimo de
Auguste Mariette Bey, insigne egiptólogo. El libreto, en italiano, está
dividido en cuatro actos y tiene una duración de dos horas y media.
Entra el Rey con Ramfis y un grupo de cortesanos. Un mensajero da
cuenta de la devastación de las tierras egipcias y de la amenaza a la capital,
Tebas, por parte de los etíopes, al frente de cuyo ejército viene su rey,
Amonasro.
Al escuchar este nombre, Aída exclama: «Mio padre!»; pero su
exclamación no es advertida por los egipcios, que ignoran que ella es la hija
de rey etíope. El Rey declara que la diosa Isis ha elegido a Radamés para
dirigir el ejército egipcio. Encabezados por el Rey, los egipcios entonan un
coro guerrero y Amneris exhorta a Radamés a volver victorioso: «Ritorna
vincitor». Ya a solas, Aída recuerda esas palabras con trágica ironía: ella se
encuentra prisionera entre la lealtad a su padre, a su país y a su pueblo de
una parte, y, de otra, su amor a Radamés.
La escena tiene lugar en el templo de Ptah (que tiene su correlato con
Vulcano, dios de la mitología romana, relacionado con el fuego y la
metalurgia), donde las sacerdotisas, Ramfis y la asamblea de sacerdotes
invisten a Radamés con las armas consagradas.
ACTO II
Radamés ha regresado triunfante de la campaña guerrera. Y Amneris, en
sus aposentos, celebra la victoria. Sus esclavas moras danzan para ella. Entra
Aída y Amneris quiere saber si sus sospechas tienen fundamento. Al principio
trata a la esclava con delicadeza; pero pronto cambia de tono, diciéndole que
los etíopes han sido derrotados, pero que Radamés ha muerto en la batalla, con
lo que Aída no puede ocultar su amor y su pena. Entonces, Amneris le dice que
le ha mentido y que Radamés vive, pero le señala su condición de esclava, por
lo que no puede aspirar a unirse a Radamés. El dúo de las dos mujeres se
superpone a la canción de guerra que ya se había oído anteriormente, cantada
ahora entre bastidores por los soldados que regresan de la lucha. Sola en
escena, Aída implora la piedad de los dioses.
La siguiente escena tiene lugar en el exterior de un templo cercano a
Tebas. Llega el Rey con su imponente cortejo. Después de un coro de alabanza y
de acción de gracias a Isis y al soberano, se produce una procesión
esplendorosa en la que participan soldados, danzarinas, carros de combate,
estandartes e ídolos. Como culminación de la ceremonia, entra en escena
Radamés. El Rey le da las gracias, ordena a Amneris que coloque sobre las
sienes del guerrero la corona del vencedor y dice a Radamés que pida lo que
desee.
Entran ahora los etíopes cautivos, entre los que se encuentra
Amonasro, a quien Aída en seguida reconoce y abraza. Amonasro pide a su hija
que no descubra su identidad. Dice ahora a los egipcios que el rey Amonasro ha
muerto en la batalla y suplica por la vida de los prisioneros; su petición es
apoyada por el pueblo egipcio y por Radamés, que dice al Faraón que ésta es la
merced que quiere pedirle. Los sacerdotes y Amneris se oponen a ello, pero el
Faraón accede, reteniendo como rehenes ―ante la insistencia de Radamés― a Aída
y a su padre. El Faraón, como premio a la victoria conseguida, concede a
Radamés la mano de su hija, lo que produce una gran alegría en ella y la
consternación de Aída y Radamés. El conjunto final manifiesta el júbilo del
pueblo y las distintas reacciones de los personajes principales.
ACTO III
Al alzarse el telón, se escuchan los cánticos de los sacerdotes y
sacerdotisas de Isis, desde su templo a orillas del Nilo. Entra Ramfis con
Amneris, para orar en el templo a fin de que la diosa bendiga su matrimonio,
que va a tener lugar al día siguiente. Aparece ahora Aída, que va a encontrarse
con Radamés, y canta su tristeza ante la perspectiva de no volver a ver jamás
su tierra natal. De repente aparece Amonasro, quien dice a su hija que podrán
volver sanos y salvos a su país si logran saber de Radamés qué camino piensa
tomar el ejército egipcio en su ataque. En un primer momento, Aída rechaza la
idea, pero al contemplar la amargura de su padre y su desgraciada situación
personal, acepta la petición paterna.
Radamés entra, mientras Amonasro se oculta. Aída logra vencer los
escrúpulos de Radamés y le persuade de que ambos deben huir a Etiopía. Cuando
van a salir, ella se detiene a preguntarle qué camino deberán utilizar para
evitar al ejército egipcio; él responde que los soldados pasarán a través del
desfiladero de Napata. En este momento Amonasro, que ha escuchado la vital
información, aparece en escena y revela su auténtica personalidad. Radamés se
da cuenta que ha sido inducido a traicionar a su patria. Cuando Amonasro y Aída
tratan de convencerle para que se marche con ellos, hacen su entrada en escena
Amneris, Ramfis y los guardianes del templo; han sido testigos de lo ocurrido y
arrestan a Radamés. Amonasro intenta matar a Amneris, pero Radamés se
interpone, y permite que Aída y su padre huyan, en tanto que él se entrega a
Ramfis.
ACTO IV
Amneris está sola en
un salón de su palacio, cercano al lugar donde Radamés se encuentra prisionero
y encima de la sala donde el tribunal ha de decidir su destino. Manda que
traigan a Radamés a su presencia y le dice que intercederá por su libertad si
él jura que jamás volverá a ver a Aída. Radamés, resueltamente, se niega a
hacerlo y Amneris, orgullosa y desesperada, le conduce a la sala del juicio,
que contempla desde un lugar apartado. Radamés no responde a los cargos que le
imputan Ramfis y los sacerdotes; finalmente es condenado tres veces por traidor
y sentenciado a morir sepultado vivo. Salen los sacerdotes y Amneris, en un
apasionado arranque, increpa a los jueces por su sanguinaria crueldad.
La escena final transcurre en un doble plano: arriba, el Templo de
Ptah; abajo una cripta. Cuando se levanta el telón, la cripta está siendo
sellada para convertirla en la tumba de Radamés, que ya se encuentra dentro de
ella. Radamés descubre que Aída ha logrado
entrar también en la cripta antes de que llegaran los demás. Aída se sumerge en
los brazos de su amado y Radamès lamenta el duro destino de Aída. Vanamente,
intenta desplazar la piedra que sella la tumba. Pero Aída lo consuela con la
certeza de que el «Ángel de la Muerte» los unirá para siempre en el cielo.
Mientras los dos amantes se despiden de la Tierra, Amneris vestida de luto, se
postra sobre la piedra cubriendo la entrada a la bóveda y suplica a los dioses
que garanticen la paz del hombre que está muriendo abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.