Cuarteto de cuerda Alban Berg de Viena
Compuesto en el penúltimo lugar de la
serie, entre 1799 y 1800, no conocemos datos de su estreno y fue publicado,
como los dos anteriores, por Mollo, el editor vienés, en octubre de 1801,
dedicando Beethoven toda la obra 18 al príncipe Lobkowitz. La razón de su
último lugar en la edición puede estribar en la singularidad de su último
movimiento, cuyo título, La Malinconia
(la melancolía), suele dar sobrenombre a todo el cuarteto. Episodio de extraordinaria
originalidad, muy trabajado según nos prueban los numerosos esbozos
conservados, se aparta del mundo neoclásico al que nos han acostumbrado muchos
de los cuartetos de esta primera parte, e incluso los demás tiempos de este
mismo cuarteto, y abre nuevos caminos que Beethoven recorrerá años más tarde. Para
D'Indy se trata de un cuarto movimiento que se resolvería en un quinto (el Allegretto quasi Allegro), donde la
alegría vence a la tristeza. La misma partitura, cuando en este hipotético
quinto movimiento se rememoran por primera vez las ideas melancólicas, resuelve
la cuestión al especificar Tempo I: Se trata, pues, de un único movimiento en
el que el pasaje lento cumple funciones de grandioso y enigmático pórtico. Un
pórtico, en todo caso, más bello, original y magnífico que todo el resto del
edificio.
Primer
movimiento: Allegro con brío. 2/2. Si bemol mayor.
Construido en forma de primer tiempo de
sonata bitemática, nada en su comienzo hace presagiar la melancolía. Todo en él
es alegre, chispeante y hasta hermosamente convencional: D'Indy ha precisado que
el segundo tema, expuesto en compactos acordes por los cuatro instrumentos
(compases 4-45), es un modelo muy frecuente en la forma conceno, así como su
final (compases 63-70), fórmula que suele escucharse en múltiples óperas
italianas. El desarrollo, sin embargo, comienza a mostrar algunos signos
inquietantes, rotos por extraños silencios; todo se restaura en la reexposición
(compás 180), que, junto al desarrollo, hay que repetir según marca la partitura.
(Otra cuestión es que se haga).
Segundo
movimiento: Adagio, ma non troppo. 2/4. Mi bemol mayor.
En forma de lieden tres partes (A B A), la
primera y la última muy similares y con un cierto desequilibrio entre la
melodía del primer violín, muy ornamentada, y el acompañamiento de los otros
instrumentos; no así en la parte central en el modo menor de la dominante
(compases 16-44), más acorde con las conquistas ya realizadas por Beethoven en
otros cuartetos. El retorno le permite variantes ornamentales, bellas pero
intrascendentes, que conducen a una coda donde se funden con habilidad ambos
temas.
Tercer
movimiento: Scberzo: Allegro. 3/4. Si bemol mayor.
En la forma habitual, la acentuación de la
sexta corchea y las numerosas síncopas que produce su ligadura con la primera
del compás siguiente (entre otros recursos rítmicos no menos ricos) consiguen
una pulsación inquietante, por desacostumbrada, provocando un cierto
desasosiego en el oyente. El trío es muy brillante para el primer violín, que
traza un ostinato rítmico de singular eficacia para, tras un pasaje de transición algo brutal, volver sobre
el comienzo.
Cuarto
movimiento: La Malinconia: Adagio. Allegreto quasi Allegro. 2/4 y 3/8,
respectivamente. Si bemol mayor.
Aunque ya hemos sorprendido al propio
Beethoven confesando un punto de partida extramusical en algunos pasajes de
estos cuartetos (Romeo y Julieta, los últimos suspiros en el tiempo lento del
primer cuarteto, por ejemplo), aquí nos encontramos con una especificación expresa,
La melancolía, y una larga petición a los intérpretes: «Questo pezzo si eleve
trattare colla più gran delicatezza».
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