miércoles, 19 de junio de 2013

Arnold Schoenberg: Cinco piezas orquestales, op. 16

Joven Orquesta Gustav Mahler
Jonathan Nott, director

1. Vorgefühle (Premonición)
2.  Vergangenes (El pasado)
3. Farben, mässig (Colores, moderado)
4. Peripetie, sehr rasch (Peripecia, muy rápido)
5. Das obligate Rezitativ, bewegen. (El recitativo obbligato, movido)

Los subtítulos fueron agregados de mala gana por el propio Schönberg a petición del editor. La pieza hace evolucionar el concepto de “cromatismo total” y fue compuesta cuando Schönberg atravesaba una intensa crisis personal y artística, lo cual se ve reflejado en las tensiones y la violencia, en ocasiones extrema, de la partitura. A momentos inestable e inquietante, la música posee un paralelo particular con el movimiento expresionista de la época, en particular su preocupación por el subconsciente y la locura incipiente.
Schoenberg comenzó a escribir sus "Cinco Piezas para Orquesta" el 23 de mayo de 1909. Henry Wood dirigió el estreno en Londres, el 9 de marzo de 1912. La obra fue recibida con desconcierto por parte de la prensa y el público. El nuevo lenguaje introducido en esta obra resultaba poco comprensible. Después de muchos años se ha avanzado ligeramente en la comprensión de los nuevos sonidos y procedimientos...
Los años de 1909 a 1911 representaron un período de enorme riqueza cultural y avance artístico en Viena. Es imposible señalar con exactitud cuándo termina una era y comienza otra, pero en esos años Gustav Mahler compuso su apasionada despedida al siglo XIX: su Novena Sinfonía. En ese mismo verano, Schoenberg escribió las revolucionarias Cinco Piezas para Orquesta, obra que ofrece una visión optimista del nuevo siglo. Otros compositores de la vieja generación también estaban despidiéndose en términos musicales. Por ejemplo, Richard Strauss compuso El Caballero de la Rosa, una apoteosis del vals, símbolo de la Viena del siglo XIX. Mientras tanto algunos compositores jóvenes, como Alban Berg e Ígor Stravinski, estaban forjando el nuevo estilo.
La nueva música, con su cromatismo total, tiene su raíz en los dramas musicales wagnerianos, sobre todo en Tristán e Isolda. Pero los lazos inmediatos entre lo viejo y lo nuevo fueron Mahler y Schoenberg. El primero, que jamás abandonó la tonalidad, apoyaba a Schoenberg, Berg y Anton Webern, aunque no estaba seguro de comprender su música. Por su parte, los compositores de la Segunda Escuela de Viena respetaban a Mahler y su obra. La orquestación, los frecuentes cambios anímicos y la riqueza contrapuntística de las demoníacas Cinco Piezas de Schoenberg son deudoras de la obra de Gustav Mahler.

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