Krystian Zimerman, piano
Los
nocturnos suelen ser piezas
tranquilas, expresivas y líricas, a veces un tanto oscuras, que, a pesar
de su poético y misterioso nombre pueden ser portadores de intensas emociones.
La palabra Nocturno,
que ya fue empleada por Haydn, designaba
principio una serenata, todavía sin relación alguna con la forma que ilustraría
Chopin.
El nocturno
en su forma más común, es decir, como una pieza de un solo movimiento
generalmente escrita para piano solo, fue un género cultivado sobre
todo en el siglo XIX. Los primeros fueron obra de John Field, alumno
de Clementi y verdadero padre del nocturno
romántico, quien dotaba a sus obras de una característica melodía cantabile con un acompañamiento
arpegiado, muy similar al de la guitarra. Sin embargo, el más valioso exponente
de esta forma musical es Fryderyk Chopin, que escribió veintiuna obras de
este tipo.
Los nocturnos chopinianos fueron escritos entre 1829 y 1846.
Los numerados del 1 al 18 se publicaron en vida; el resto son obras póstumas.
Uno de los aspectos que Chopin conservó del estilo del nocturno de Field fue la
“melodía cantada” en la mano derecha, lo que es una de sus características más
peculiares: el empleo de la melodía como si fuera una voz humana le confiere
una mayor profundidad emocional a la pieza. Por otro lado, el hecho de tocar
“acordes rotos” con la mano izquierda, o el uso intensivo del pedal a través de
las notas sostenidas, así como el ritmo fluctuante, el uso del contrapunto, la
armonía o la propia estructura de la forma son algunos de los elementos que
contribuyen a crear ese ambiente tan especial, cálido y dramático que podría
tildarse de “estética particular” en la música de Chopin.
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