lunes, 16 de febrero de 2015

M. Ravel: Concierto para piano en Sol mayor

Marta Argerich, piano
Orquesta Nacional de Francia
Charles Dutoit, director
 
I. Allegramente
II. Adagio assai
III. Presto
Maurice Ravel tenía un talento especial para la escritura pianística y unas proverbiales dotes para la orquestación. Los dos mundos se plasman en las numerosas obras que tienen doble vida, en el teclado y en la orquesta. Sus composiciones con piano solista se cuentan entre lo más brillante de la literatura concertística del siglo XX. Son dos los conciertos que dedica a su instrumento, y resultan todo lo diferentes que permite la propia estética raveliana. Ambos fueron escritos a la par, en 1930-31, en el último impulso creativo antes de que una enfermedad cerebral le incapacitase. Mientras el Concierto para la mano izquierda se compuso para el pianista manco Paul Wittgenstein, el hermano del filósofo, el Concierto en sol mayor fue concebido para ser interpretado por el propio Ravel. Sin embargo fue estrenado por la gran solista Marguerite Long, dedicataria de la obra, con el autor en el podio.
Como se ha dicho, son conciertos muy distintos, casi opuestos. El que es para las dos manos destaca por su luminosidad, su alegría desenfadada, y por reflejar la interpretación que del jazz americano pudo hacer el refinado músico francés. Los elementos de ultramar se hallan presentes en los movimientos extremos, especialmente en el brevísimo y feroz Presto final. El inicial Allegramente combina la brillante escritura alla toccata con secciones pausadas en los que se sugiere el blues y momentos mágicos como el protagonizado por el arpa. Pero el corazón, en todos los sentidos, del Concierto se halla en el Adagio assai, un movimiento atípico en Ravel al estar presidido por una melodía continua, casi infinita, de ternura conmovedora. La simplicidad de su planteamiento, alejado de lo virtuoso, con un acompañamiento en la mano izquierda inmutable, es engañosa. Lo muestran las guirnaldas de la mano derecha del piano que dominan la segunda sección y que constituyen un reto para el analista, confrontado a lo sublime y a la sorprendente afirmación del autor según la cual escribió el tiempo lento del Concierto siguiendo, compás por compás, el Adagio del Quinteto con clarinete de Mozart.

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