Orquesta Filarmónica de Nueva York
Lorin Maazel, director
En el año 1928, durante un viaje por Europa, George
Gershwin compuso el poema sinfónico “Un Americano en París”, en el cual
describe la nostalgia de un norteamericano que deambula por las calles de París
pensando en su tierra.
David Ewen ha relatado magistralmente lodo lo que esta
obra musical sugiere, con las siguientes palabras: un americano camina por el boulevard. La obra empieza con un tema
vivaz, describiendo su animado caminar. Seguidamente se oye la chirriante bocina
de un taxi parisino, pues, por lo visto, el turista camina distraído. Las
notas de una melodía popular tocada por el
trombón advierten de un teatro de variedades que está al lado, pero el visitante
pasa rápidamente por delante; Un segundo tema de marcha, igualmente rítmico
y vigoroso, aparece
en el clarinete. El paseo continúa. Una mujer le dirige la palabra: está
representada por un solo de violín, y
lo detiene momentáneamente, la música se vuelve tierna pero él sigue
caminando. Súbitamente se siente embargado por la nostalgia, y una quejumbrosa
melodía de blues da a conocer que
está pensando en su país, pero la añoranza se le disipa pronto.
Dos trompetas presentan un animado tema de charleston: el americano ha encontrado a
un compatriota y quieren divertirse juntos en París. Vuelve el tema de blues, ya no como un lamento sino lleno
de júbilo. Su país es maravilloso y París también lo es. Las cuerdas sugieren
agitadamente lo embriagador que es en verdad París. La
obra llega a su fin en medio de alborozo
general: los turistas gozan plenamente de la
ciudad.
La instrumentación de esta
obra está hecha para los instrumentos tradicionales de la orquesta sinfónica
pero tiene, además, un saxo alto, un saxo tenor y
otro barítono que le imprimen a la obra su marcado sello norteamericano.
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