miércoles, 15 de mayo de 2013

Manuel de Falla: Danza ritual del fuego, de "El amor brujo"

Orquesta Sinfónica de Chicago
Daniel Barenboim, director

En 1915 Falla concibe una “obra rara, nueva”. Es El amor brujo, que tiene a su favor el ambiente propicio del teatro de arte de Martínez Sierra y sus novedades escénicas. Máscaras, escenas giratorias y trucos como el del espectador-autor sirven de inspiración a nuevos autores y entre ellos a García Lorca, Luis de Tapia, Jacinto Grau, Manuel Abril; al trabajo de compositores de la talla de Turina, Conrado del Campo, Luna; y de escenógrafos como Junyent, Mignoni, José de Zamora, Fontanals, Barradas  y Burman. Allí, rodeado de una economía de medios encomiable y amparado por el simbolismo escénico que dibuja el canario Néstor Fernández de la Torre, Falla descubre la posibilidad de hacerse “místico”. Podría haberse conformado con recrear el asunto amoroso que afecta a la “gitana”, pero sabe bien que lo relevante es el encantamiento, el conjuro, las “danzas más o menos rituales” (no directamente populares), la noche, el amanecer y las campanas. Un catálogo de elementos que “expresan el alma del raza”. Algo que le permite “vivir la obra en gitano, sentirla hondamente”.

 De ahí el valor de esa primera versión, estrenada en 1915 en el madrileño Teatro Lara. Aunque, por entonces, apenas sea una fórmula para el encanto personal de Pastora Imperio, quien destapa su arte al socaire de la “gitanería”, de “una canción y una danza”. Andado el tiempo verá la luz una versión para sexteto, una suite para orquesta, una de concierto para orquesta pequeña y un gran ballet. El amor brujo se expande hacia una dimensión impensable. Salta del pequeño al gran escenario presentándose en París, diez años después, con “La Argentina” y Vicente Escudero.

 Falla sigue abriendo caminos. Lo había hecho al proponer otra vía para la ópera española; volvió sobre ello cuando se alió con quienes trabajaban por un teatro distinto, alejado del casticismo local; insistió al poner las bases para el ballet español del siglo XX. Y a pesar de todo, Manuel de Falla todavía está a mitad de camino.

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