Ingvar Wixell, barítono
Edita Gruberova, soprano
Luciano Pavarotti tenor
Orquesta Filarmónica de Viena
Jean-Pierre Ponnelle director
Riccardo Chailly director de escena
El
drama de Rigoletto ha sido considerado popularmente como una tragedia del
destino dentro de la literatura operística. Cada vez que se hace oír la palabra
“Rigoletto” afloran en nuestras mentes pensamientos tales como “pobre
Rigoletto... qué destino trágico le ha tocado, qué mala suerte”. ¿Pero acaso
esa es toda la lectura posible acerca de este drama? La vida nos ha enseñado a
no conformarnos con demasiada rapidez... alguna fisura se ha dejado ver en los
actos de Rigoletto, algo no nos permitió cerrar la historia con coherencia...
algo quedó golpeando en la puerta...
El drama se desarrolla en Mantua
(Italia), durante el siglo XVI:
En una fiesta en el Palacio del Duque de
Mantua, circula entre los cortesanos un rumor acerca de que Rigoletto (bufón
del Duque de Mantua) tiene una amante. Dicha noticia es tomada con sorpresa por
los cortesanos ya que consideran que Rigoletto es demasiado feo y deforme como
para conseguir una amante. Mientras tanto entra el Conde Monterone
interrumpiendo la fiesta e insulta fuertemente al Duque por haber mancillado el
honor de su hija. Al escuchar estos reclamos Rigoletto se ríe y se burla
despiadadamente de Monterone. El Conde se siente fuertemente humillado y antes
de ser arrestado decide maldecir Rigoletto.
Rigoletto camina hacia su casa por una
calle desierta preocupado por la maldición del Conde Monterone. De repente aparece
Sparafucile (un asesino a sueldo) quien casualmente escucha la preocupación de
Rigoletto y decide ofrecerle sus servicios. Rigoletto le responde que por el
momento no los necesita y se aleja diciéndose a sí mismo que ambos son iguales,
con la diferencia de que Sparfucile usa el puñal y él la lengua, pero ambos son
igual de villanos. Se lamenta por tener que ser bufón y deforme y por no poder
hacer otra cosa que reír. Al llegar a su casa corre a abrazar a su hija (Gilda)
mientras le declara que ella significa todo para él, que ella es todo su
universo, y que sin ella él no tendría nada en esta vida; al mismo tiempo le
advierte que bajo ninguna circunstancia debe hablar con extraños y sólo puede
salir de la casa para ir a la iglesia.
Acto
II
La acción se centra principalmente en el
espanto y el horror de Rigoletto al enterarse de que su propia hija también ha
caído bajo la seducción del Duque de Mantua. La desesperación lo invade al
mismo tiempo que recuerda la maldición del viejo Monterone.
Acto
III
Rigoletto decide convencer a su hija de
que el Duque le ha mentido: no la ama de verdad. La lleva hasta las afueras de la
ciudad, a la taberna de Sparafucile. Allí Gilda ve con sus propios ojos al
Duque coqueteando y seduciendo a Magdalena, la hermana de Sparafucile. Al ver a
su hija sumergida en un profundo dolor Rigoletto decide contratar a Sparafucile
para matar al Duque, pero antes le indica a Gilda que vuelva a casa, se
disfrace de hombre y parta enseguida hacia Verona. Antes de alejarse Gilda le
ruega a su padre que no le haga daño al
Duque ya que lo sigue amando a pesar de todo, pero Rigoletto hace oídos sordos
a su petición. Al enterarse del negocio hecho entre Rigoletto y Sparafucile,
Magdalena intenta convencer a su hermano para que no mate al Duque, ya que lo
ama. Tras algunos desacuerdos resuelven matar al primero que llame a la puerta.
Gilda, que ha desobedecido a su padre, regresando al lugar disfrazada de
hombre, escucha toda la conversación y decide ocupar el lugar de su amado. Llama
a la puerta, Magdalena la hace entrar y precipitadamente Sparafucile le asesta
una puñalada mortal. Sparafucile la mete en un saco y se lo entrega a
Rigoletto. Éste, sintiéndose feliz y triunfante, se aleja de la taberna con el
saco. De pronto oye cantar al Duque a lo lejos. Rigoletto, aterrado, abre el
saco y descubre a su hija moribunda. Gilda le cuenta que ha preferido morir
ocupando el lugar del hombre que ama y fallece mientras su padre recuerda por
última vez la maldición del Conde Monterone.
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