Orquesta Filarmónica de Viena
Bernard Haitink, director
La sinfonía se
divide en 22 escenas:
1. Noche
2. Salida del sol
3. El ascenso
4. Al entrar en el bosque
5. Camino junto al arroyo
6. Por la cascada
7. Aparición
8. En los prados floridos
9. En los pastos
10. Perdido en la espesura y la
maleza
11. En el glaciar
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12. Instantes de peligro
13. En la cima
14. Visión
15. Aparece la niebla
16. El sol se oscurece
paulatinamente
17. Elegía
18. Calma antes de la tormenta
19. Temporal y tormenta,
descenso
20. Puesta del sol
21. Epílogo
22. Noche
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Situada entre las óperas El
caballero de la rosa (1909-1910, estrenada en enero de 1911) y la versión
definitiva de Ariadna auf Naxos
(1916) y paralela a la composición de la ópera La mujer sin sombra (1911-1915, aunque estrenada en 1919), la Sinfonía Alpina, escrita en 1915, se plantea como un
regreso de Strauss al universo instrumental de la gran orquesta sinfónica. El título, que
no puede ser más explícito, nos descubre las intenciones del compositor en una
obra que evoca una jornada en los Alpes bávaros, fragmentada en una sucesión de
etapas durante el ascenso y descenso de una montaña, inspirada, seguramente,
por las vistas que el propio Strauss disfrutaba desde su mansión de Garmisch,
pequeña localidad del sur de Alemania lindante con la frontera austriaca, donde
el compositor hizo construir su residencia principal tras el éxito de su ópera Salomé.
Se trata de una
sinfonía extensa y de exuberante orquestación. Para interpretarla hizo falta
una gran orquesta, a la que agregó el órgano, una máquina de viento, una
máquina de truenos y cencerros. El director Erich Leinsdorf juzgó la sinfonía
como una de las mejores creaciones de Strauss, a pesar de su extensión y la
desproporcionada orquesta que exige. El compositor recurrió por primera vez de
forma directa al descriptivismo naturalista o realista. Como escribe Erdhardt:
"Hubiera sido fácil el producir la ilusión de la tempestad y de los
cencerros en la altiplanicie por medio de estilizaciones y no mediante el
empleo de verdaderas esquilas y máquinas de viento y truenos."
La Sinfonía alpina puede considerarse como una prolongación de los poemas
sinfónicos de su primera etapa, está considerada como la expresión más
paradigmática del realismo musical de Strauss. La maestría técnica desplegada
en la obra es incuestionable. Podía hacer con las notas musicales todo lo que
se le ocurriera y no había un solo compás que no construyese de un modo
calculado, pero siempre abierto a la imaginación y a la audacia. Ahora bien, la
Sinfonía alpina es al mismo tiempo y
desde el punto de vista artístico una llegada al fondo de las posibilidades del
compositor.
Como dice su biógrafo, Panofsky, la gran Sinfonía alpina fue concibiéndola con solo correr la cortina de su
maravillosa residencia de Garmisch y contemplar el paisaje del entorno. Strauss
era un hombre amante de la montaña y practicante del montañismo. Siendo
colegial, tuvo varias experiencias en este sentido que le dejaron profunda
huella.
Llegado el momento, se enfrentó con su viejo sueño de describir una
excursión por la alta montaña. Jamás se atuvo con tanta naturalidad y sin
esfuerzo alguno a un "programa" que le venía impuesto por simple
evocación de sus recuerdos y vivencias personales. Comienza con la temprana
salida envueltos en las oscuras nieblas del próximo amanecer. Luego, la
imponente salida del sol con una frase que recuerda a Chaikovski en la
"Patética". Después, la travesía por el bosque, los ecos de una
lejana cacería. El paso de la cascada y la llegada a las altas majadas de los
pastores donde se oyen los ecos de los cencerros. El peligro del glaciar antes
de la cumbre a donde se llega para percibir toda la magnificencia de la cadena
montañosa iluminada por el sol. De pronto, la tormenta, la bajada apresurada
bajo la tempestad, la vuelta a la paz del atardecer y el regreso al hogar con
las primeras luces de la noche.
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