Gegam Grigorian, tenor
Orquesta del Teatro Marinsky
Valery Gergiev, director
Una de las características del nacionalismo ruso fue su
interés por lo oriental, precisamente aquella vertiente de su propia cultura
que los distinguía del resto de Europa. Ejemplos sonados de este interés son obras como Scheherazade, de Rimski-Kórsakoff, En las estepas de Asia Central, de
Borodin o Islamey de Balákirev, pero
hay muchos otros.
En 1867 Nikolái Rimsky Korsakov escribió un poema sinfónico
titulado Sadkó. Posteriormente, lo
revisaría en varias ocasiones y, por fin, en 1897 estrenó en Moscú la ópera que
nos ocupa. Él mismo escribió el libreto con ayuda de otros colaboradores, pero
quizás su peculiar forma musical en siete actos, algo inconexa, es deudora de
la forma instrumental original. Sadkó
está basada en una antigua leyenda rusa. Lleva por título el nombre de su
protagonista, un trovador que, ansioso por conocer mundo, abandona su pueblo
natal, Novgórod (donde se reían de él) y a su esposa Lubava. El rey de los
mares y su hija, la ninfa Volkova, ponen a sus pies los tesoros de los océanos,
para que pueda cumplir sus sueños. Cuando prepara su flota cargada de oro, pide
a tres comerciantes allí presentes que le describan las bellezas de sus
respectivos países, para elegir adónde partir: un normando describe las
inhóspitas costas del norte; un indio describe las riquezas y la magnificencia
de su patria y, por último, la dulce y simpática barcarola de un veneciano gana
el corazón de Sadkó. A este fragmento corresponde el aria que se canta en el
vídeo. Su exquisita orquestación, propia de su autor, nos transporta de
inmediato a la India y sus exóticos encantos.
La ópera finaliza con la vuelta de Sadkó a su patria,
cubierto de riquezas y, por fin, respetado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.