Orquesta Filarmónica de Berlín
Zubin Mehta, director
Debido a su imagen exótica, a finales
del siglo XIX lo español se puso de moda en los círculos cultivados parisinos
(y, por ende, en los del mundo entero, dado que París era la capital cultural
del mundo en la época). Los compositores de la época descubrieron las melodías
folclóricas españolas y las emplearon con mejor o peor resultado en sus obras.
George Bizet, en su ópera Carmen;
Maurice Ravel, en su Bolero o su Rapsodia Española; Edouard Lalo, en su Sinfonía Española o el propio Rimski-Kórsakoff,
en Capricho Español, son buenos
ejemplos de este hispanismo de pandereta.
Nikolái Rimski-Kórsakoff nació en
1844 en Tijvin, a unos 200 km de San Petersburgo, la capital rusa, en una
familia aristocrática cuyos miembros poseían amplia tradición como oficiales de la Marina
Imperial Rusa. Es decir, su destino estaba trazado en el mismo momento de
nacer: sería oficial de la marina (su hermano mayor, Voin, llegó a ser un conocido
navegante y explorador naval). Así que, a pesar de tener un excelente oído
musical y capacidades fuera de lo común para la música desde muy temprana edad,
Nikolái acabó enrolándose en la Marina Rusa, se graduó y realizó un viaje de
casi tres años como guardiamarina en un clíper llamado Almaz.
Junto al propio Balákirev también
formaban parte de dicho Grupo Cesar Cui, Modest Músorgski, Alexander Borodin y Nikolái
Rimski-Kórsakoff. Fue Balákirev quien exhortó a Rimski a proseguir sus estudios
y a no cejar en la composición. El resultado fue que al acabar su viaje
iniciático en el velero ruso, vino con su Primera
Sinfonía bajo el brazo: la había compuesto durante la singladura.
Rimski-Kórsakoff continuó siendo oficial de la Marina durante bastantes años. Sin embargo, no hay que olvidar el hecho de que era de familia noble, así que sus obligaciones con el Zar consistían en acudir un par de horas diarias al Almirantazgo de San Petersburgo para realizar algún trabajo administrativo. Nunca más se volvió a embarcar, al menos como oficial de la Marina, y su horario le dejaba mucho tiempo libre para dedicarse a la música. A partir de 1873, cuando el Zar creó por decreto el puesto de “Inspector de Bandas Navales de Música”. Nikolái ejerció tal cargo hasta que otro decreto de 1884 eliminó el puesto, momento en el que Rimski-Kórsakoff renunció a la Marina y se dedicó por entero a la música.
A pesar de su escasa formación, casi toda ella autodidacta, en 1871, con tan sólo 27 años de edad, fue nombrado profesor de Composición Práctica e Instrumentación del Conservatorio de San Petersburgo. Nikolái era realmente un orquestador brillante. Algunos de los más importantes compositores rusos del Siglo XX, como Glazunov, Stravinski o Prokófieff fueron alumnos suyos, e incluso se permitió escribir un Tratado de Orquestación que fue santo y seña durante muchos años en la enseñanza de la disciplina.
Compuesto en 1887 ―la misma época
en que compuso sus otras dos obras más famosas, Scheherezade y la obertura La
Gran Pascua Rusa―, el Capricho
Español (originalmente, “Capricho sobre Temas Españoles”) iba a ser
inicialmente una Suite para Violín y
Orquesta, pero Rimski decidió incorporar algunos pasajes para otros
instrumentos solistas, aunque el violín del concertino siguió manteniendo su
preponderancia. El Capricho está
basado, cómo no, en temas españoles, sobre todo asturianos. Eso sí, según la
peculiar percepción de un ruso que hacía unos veinticinco años que no había
estado en España de cómo deberían sonar estos temas.
Sin pausa comienza el segundo
movimiento (Variazioni) que consiste
en unas variaciones sobre un tema de raíces hispanas. Las trompas enuncian el
tema, que es recogido por la cuerda y luego pasa al oboe, con respuestas de trompas
y trompetas con sordina, hasta que la orquesta en pleno lo hace suyo. Son las
flautas quienes ahora van a adquirir protagonismo, con un genial pizzicato de la cuerda como contrapunto.
La flauta solista se arranca por fin con escalas ascendentes y descendentes,
que culminan con un trémolo que parece indicar que el fin del movimiento, lo
que acontece al ser abruptamente interrumpido por la vigorosa entrada del tutti en el tercer movimiento (Alborada). Se trata de una repetición del
primer movimiento, aunque ligeramente modificado en su orquestación. El violín
intercambia su lugar con el clarinete en los solos; lo que antes estaba
encargado al primer clarinete lo hace ahora el concertino y viceversa.
El fandango es una danza muy
antigua, conocida desde el Siglo XVII, y que tiene representaciones en la
música folclórica de diversas regiones españolas, incluida Asturias. Así que Rimski-Kórsakoff
orquesta brillantemente un fandango asturiano con un acompañamiento de
castañuelas aquí y allá, lo que ayuda a darle un aire verdaderamente español. Nuevos
solos se suceden: violín, clarinete, etc. hasta llegar al vibrante final del
movimiento que culmina la obra.
Los compositores españoles de esa
época también hacían folclorismo a la española, mucho de él en forma de Zarzuela,
género que vivió su período dorado durante ese final de siglo y principios del
XX. Isaac Albéniz, seguramente el mejor compositor español de esos años,
también se dedicó a componer, sobre todo para piano, sobre temas folclóricos
españoles, igual que Enrique Granados. El mejor violinista de la época, el
navarro Pablo Sarasate, además de tocar primorosamente las obras de los demás,
también escribió él mismo una deliciosa música para violín, como sus
famosísimos Malagueña o Zapateado, con aires folclóricos.
Sin embargo, mientras estaba en
la Escuela de la Marina continuó dando clases de música, casi siempre de manera
informal, incluso componiendo alguna pieza de forma autodidacta, hasta que conoció
a Mili Balákirev, el alma mater y
fundador del Grupo de los Cinco, que abogaba por la exaltación de lo nacional
en la música rusa, tratando de alejarse de la influencia de las escuelas
alemana y francesa, las más destacadas e influyentes de la época.
Rimski-Kórsakoff continuó siendo oficial de la Marina durante bastantes años. Sin embargo, no hay que olvidar el hecho de que era de familia noble, así que sus obligaciones con el Zar consistían en acudir un par de horas diarias al Almirantazgo de San Petersburgo para realizar algún trabajo administrativo. Nunca más se volvió a embarcar, al menos como oficial de la Marina, y su horario le dejaba mucho tiempo libre para dedicarse a la música. A partir de 1873, cuando el Zar creó por decreto el puesto de “Inspector de Bandas Navales de Música”. Nikolái ejerció tal cargo hasta que otro decreto de 1884 eliminó el puesto, momento en el que Rimski-Kórsakoff renunció a la Marina y se dedicó por entero a la música.
A pesar de su escasa formación, casi toda ella autodidacta, en 1871, con tan sólo 27 años de edad, fue nombrado profesor de Composición Práctica e Instrumentación del Conservatorio de San Petersburgo. Nikolái era realmente un orquestador brillante. Algunos de los más importantes compositores rusos del Siglo XX, como Glazunov, Stravinski o Prokófieff fueron alumnos suyos, e incluso se permitió escribir un Tratado de Orquestación que fue santo y seña durante muchos años en la enseñanza de la disciplina.
El Capricho Español es un maravilloso ejemplo de orquestación, y como
tal ha sido reconocido desde su mismísimo estreno, a pesar de que este hecho
fastidiaba un poco al autor, que decía que lo que hacía realmente especial y
maravillosa a esta obra era «por el cambio en los timbres y la feliz elección
de concepciones melódicas y de patrones de figuras».
La obra comienza con el primer
movimiento (Alborada), basado en un
baile asturiano dedicado a la salida del sol, que comienza con un vigoroso tutti orquestal y luego deja paso a un
portentoso solo de clarinete. Se escuchan panderetas y trinos diversos que
sugieren el carácter español de la música. Se repiten la entrada y el solo del
clarinete, respondido luego por otro solo del violín del concertino,
confirmando la idea inicial del autor de escribir una Suite para violín y orquesta (no será ésta la única intervención
solista del violín).
El cuarto movimiento, Escena y Canto Gitano, comienza con un
redoble de la caja. Rápidamente, los metales introducen el tema con una sonora
fanfarria, hasta que comienza el primero de los muchos solos de este
movimiento, que es en realidad un motivo perfecto para el lucimiento solista de
los músicos de la orquesta a través de sucesivas cadencias. El primer solo es
del violín del concertino, con una suerte de melodía gitana. Los solos van acompañados,
o no, por la orquesta punteando la melodía, remedando una fiesta gitana con
mucha improvisación e intervenciones de los asistentes. Los solos que se van
sucediendo son: flauta, clarinete, oboe y arpa, acompañada del triángulo. La
orquesta entra en tutti cambiando el
ritmo, pero sólo hasta el comienzo de más solos sucesivos, acompañados siempre
por la cuerda imitando a la guitarra, porque así lo pide el autor en la
partitura: quasi chitarra. Los solos
son muy variados: de cello acompañado
de oboe y flauta, de flauta y oboe, de la madera al completo, luego el metal… En
un determinado momento cambia el tema (pero no el movimiento), y ahora las
castañuelas llevan el ritmo. Se producen más solos del concertino, la flauta y
el violín, los clarinetes y toda la madera. El final del movimiento es muy
movido e implica a la orquesta en su totalidad, preparando con un crescendo la entrada, sin interrupción
alguna, del quinto y último movimiento: Fandango
Asturiano.
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