sábado, 9 de febrero de 2013

Joseph Haydn: La Creación


Gabriel / Eva: Lucia Popp, soprano
Uriel: Francisco Araiza, tenor
Raphael: Samuel Ramey, bajo
Adán: Olaf Bär, barítono
Iris Vermillion, mezzosoprano
Director: Riccardo Muti
Coro y Orquesta de la Ópera de Viena

Así como Haendel fue el gran maestro del Oratorio Sacro, de igual modo Haydn es maestro, y no en menor rango, en e1 campo de la Sinfonía, de la que se le llama «padre». Tal es. Ambos en cada una de estas facetas sirven de modelo y norma paradigmática a compositores contemporáneos suyos y a los de épocas posteriores con su impronta y sello. Así Beethoven, los románticos, impresionistas y modernos bebieron de esas fuentes, aunque en su obra dejaran la indeleble huella de su propia personalidad.

Franz Joseph Haydn (1732-1809) es un compositor austriaco, nacido en Rohrau en el seno de una familia humilde. En 1766 su fama había cobrado ya poderosas alas y pronto se convirtió en director de la orquesta de la corte del Príncipe Esterházy. Autor de óperas, misas, sinfonías, cuartetos de cuerda y otros. Durante una de sus visitas a Viena, conoció a Mozart. Viajó a Inglaterra, escuchando en la Abadía de Westminster los oratorios de G. F. Haendel, que luego le inspirarían La Creación, obra terminada ya en Viena al final de sus días. Haydn es un compositor prolífico, que escribió más de 100 sinfonías, cerca de 80 cuartetos para cuerdas, más de 50 sonatas, 31 trios para plano. También compuso 14 misas, más de 20 óperas, etc.

Durante sus dos estancias en Londres, Haydn estudió y escuchó las grandes obras de Händel, entre ellas su famoso Mesías. Fue, como he dicho antes, tanta la impresión que tan solemnes obras le produjeron, que, ya en Viena y contando sesenta y cinco años, comenzó la composición del oratorio La Creación del Mundo. Dos años trabajó en ella (1797-98). Un libreto de Händel y versificado por el poeta Lindley, con base en el Genesis y en El Paraiso Perdido de Milton sirvieron de texto sobre el que compuso su magna obra. La versión alemana había sido realizada por su amigo el barón Van Swieten, que añadió, dos salmos, como final de la primera y segunda parte.

El «padre de la Sinfonía» con su obra Las Estaciones y. sobre todo. con La Creación imprimió al oratorio una dirección nueva, tal vez menos religiosa, pero más descriptiva. No obstante esto, Haydn creyó de buena fe que habla escrito unas páginas tan espirituales como las demás, al componer La Creación. «Mi música honra más al Creador que muchas predicaciones que suelen hacerse en el templo de Dios", -decía, al formulársele algunas quejas por haber sido interpretada en una iglesia cierta composición similar.

Uno de sus biógrafos, Griesinger, le atribuye unas manifestaciones que nos dan idea del estado de ánimo en que se encontraba el compositor, mientras desarrollaba su obra maestra: «Nunca me había sentido tan devoto. Todos los días hacía mis oraciones de rodillas y pedía a Dios que me concediese fuerzas suficientes para terminar mi obra».

Con motivo de la interpretación de su oratorio La Creación, apareció Haydn en público por última vez. Estamos en la mansión del noble Lobkowitz, según unos, o en la Universidad de Viena, según otros. Un conjunto orquestal de ciento sesenta músicos, notables solistas y nutrido coro, dirigidos por la consagrada batuta de Salieri, interpretaron la obra, considerada, desde el mismo día de su estreno, como la culminación del genio de este compositor austriaco. Ocupando un sillón colocado en medio de la sala, el anciano maestro recibió el sincero homenaje de las mil quinientas personas allí reunidas.

Imposible es resumir en pocas líneas una obra de tal envergadura, que, desde el punto de vista formal, sigue en su construcción las pautas tradicionales, o sea, sucediéndose en ella, arias, coros, recitativos acompañados y en «secco», como en sus últimas misas. Los solistas se superponen muchas veces al coro, con escenas llenas de grandes contrates. Sorprenden sus armonías orquestales por lo modernas y por la descripción de la imagen de lo indeterminado o lo inconcreto. Del preludio de La Creación ha escrito el musicólogo W.R. Spalding: "Los que injustamente creen que el elemento disonante no existe en Haydn deberían examinar el preludio, verdadera anticipación de Tritán e Isolda de Wagner, por su empleo del cromatismo». Genio precursor de genios.

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