Juan Pons, barítono
Orquestra Sinfònica de Barcelona y Nacional de Catalunya
Antoni Ros Marbà
Antoni Ros Marbà
La palabra barítono deriva del griego y significa literalmente
“tono pesado”, pero se trata en realidad de una voz intermedia entre la del
tenor y la del bajo.
Esta voz aparece como una
subdivisión de la voz grave (bajo), que era la contrapuesta a la aguda (tenor),
en una época bastante tardía. Durante muchos años las voces de barítono y bajo
aparecían asimiladas en una misma cuerda sin que los compositores marcaran
diferencias reales.
A finales del siglo XVIII se
establecieron diferencias entre las voces de barítono y de bajo, pues hasta
entonces eran consideradas del mismo tipo. Mozart fue uno de los primeros en
diferenciar en sus obras los bajos profundos y nobles (Sarastro) o buffos (Osmín) de los barítonos
(Papageno). Barítono es, por tanto, un término moderno. Aun así no queda claro si
algunos de sus personajes de voz grave corresponden a la voz de bajo o a la de barítono, por lo que es
frecuente que sean interpretados tanto por una como por otra (Don Giovanni, el
Conde, Fígaro, Leporello...) También Rossini le da gran protagonismo a esta voz.
La diversificación de las tesituras vocales comienza a producirse en las obras
de Bellini, Donizetti y sus contemporáneos, siendo en esta época cuando acaba
imponiéndose su autonomía.
La voz de barítono encuentra
su verdadera fortuna con la obras de Verdi (Nabucco,
Ernani, Macbeth, Rigoletto, Otello, Falstaff...), circunstancia que se relaciona los aspectos dramáticos
de sus personajes.
La voz de barítono es la más
común en el hombre. Su tesitura se extiende aproximadamente del La3
al La5. La estructura fonadora del barítono es, en general, similar
a la del tenor, con sombreados y robusteces sonoras mucho más notables en el
registro inferior. El barítono lírico
es el que posee una voz menos pesada, de tintes menos oscuros y de mayor
flexibilidad, incluso en las agilidades. Se trata de una voz atenorada,
característica de los papeles elegantes de Mozart, como el Conde de Almaviva de
Las Bodas de Fígaro, Guglielmo de Così fan tutte, e incluso Don Giovanni. Tres
cantantes aptos para este repertorio podrían ser Dietrich Fischer-Dieskau, François
Le Roux y Simon Keenlyside.
También hay buenos ejemplos
de barítono lírico en el belcanto de
Bellini y Donizetti, como Ricardo de Los
puritanos o Enrico de Lucia di
Lammermoor, Germont de La Traviata, en
Verdi. Un personaje de este tipo en Wagner,
casi el único, sería Wolfram de Tannhäuser.
También son excelentes ejemplos de barítono lírico, con un carácter algo
cómico, Papageno de La flauta mágica,
Fígaro de El barbero de Sevilla,
Dandini de La Cenerentola
rossiniana o Malatesta, de Don Pasquale.
En paralelo con las voces de
soprano o de tenor, el barítono de
carácter es el equivalente al barítono spinto.
Aquí tienen cabida la mayoría de los papeles verdianos o puccinianos y algunos
otros de la época romántica. En Verdi pertenecen a este tipo vocal Rigoletto,
el Conde de Luna de El trovador,
Renato de Un baile de máscaras, Don
Carlos de La fuerza del destino, Posa
de Don Carlo o Iago de Otello, entre otros. También son buenos
ejemplos al respecto Scarpia de Tosca,
Gérard de Andrea Chénier o, en el
repertorio alemán, Mandrika de Arabella.
Tita Ruffo o Ettore Bastianini han sido excelentes barítonos de carácter; en el
presente, Carlos Álvarez.
Pagliacci, la obra maestra de Leoncavallo, comienza con un «prólogo» que se
ha hecho célebre; es una forma original de obertura cantada. El teatro hablado,
desde Shakespeare hasta Pirandello y después, conoce tales introducciones, que
se remontan al teatro de la Grecia clásica. En la época de los orígenes de la
ópera se mezclaban ocasionalmente las partes instrumentales con las cantadas en
una especie de preludio, pero desde que el teatro musical desarrolló formas
fijas, no existía el prólogo cantado hasta que Leoncavallo lo creó con original
inspiración.
Delante del telón aparece
Tonio, caracterizado como payaso de la obra que se va a representar dentro de
la ópera, e informa al público de que va a ver la puesta en música de un
acontecimiento real que ha conmovido profundamente a su autor. Los temas
musicales de este prólogo son muy conocidos. Se introducen primero en forma
puramente instrumental, pero sólo cumplen su verdadera función cuando se cantan
en la ópera. El primero anuncia de manera espectacular el comienzo de la comedia.
El segundo parece doloroso. Adquiere luego en el aria de Canio la trágica
grandeza del payaso que sonríe mientras sufre por dentro. El tercero es el tema
del amor, dulce y delicado; constituirá uno de los elementos principales en el
único dúo de amor de la obra, cuando Nedda se refugie en los brazos de Silvio.
Después de estos tres Leitmotiven (aunque no en el sentido de
Wagner, sino a la manera más ostensible de la ópera naturalista italiana), el
prólogo culmina con una frase cantada en la que el barítono suele incluir por
tradición dos notas agudas no previstas en la partitura (La bemol y Sol). El
prólogo se eleva a una altura conmovedora: el autor apela a la compasión del
oyente, anuncia pensamientos sobre el dolor y el sufrimiento del hombre, que no
cambian porque se lleve un traje de payaso. La comedia y la vida no son
opuestas, sino que están ligadas de manera inseparable: un problema que no cesa
de fascinar.
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