miércoles, 20 de febrero de 2013

Ludwig van Beethoven: Rondó del Concierto para violín Op. 61 en Re mayor

Anne Sophie Mutter, violín
Orquesta Sinfónica de Boston
Seiji Ozawa, director
 


El Op. 61 tiene tres movimientos:
  • Allegro Ma Non Troppo (Re mayor)
  • Larghetto (Sol mayor)
  • Rondo. Allegro (Re mayor)
Beethoven compuso este concierto entre 1804 y 1807, cuando su poderosa imaginación funcionaba a pleno rendimiento y su genio creador estaba asombrando al mundo con obras como la Sonata Appassionata, Fidelio, la obertura Leonora, las Sinfonías 4ª, 5ª, y 6ª, el Concierto en Sol mayor para piano y los tres Cuartetos Razumovsky. Todas ellas, obras de gran extensión, cuya profundidad rivaliza con la variedad de su carácter y que tanto por su cualidad como por su cantidad producen en conjunto una extraordinaria impresión de grandeza. Este Concierto, una de las obras más brillantes del repertorio, fue escrito para el joven violinista vienés Franz Clement, entonces de veintiséis años de edad, quien dio la primera audición en diciembre de 1806 en el Theater an der Wien y de cuya orquesta era director. La tarea impuesta al solista no podía ser nada fácil si, además, tenemos en cuenta que Beethoven se retrasó bastante en la entrega del material. No hubo ensayos, el primer movimiento se ejecutó en la primera parte del concierto y el movimiento lento y el finale, en la segunda. En el intermedio Clement tocó una sonata suya sobre una sola cuerda con el violín en posición invertida. En su época tenía fama de buen virtuoso y se decía de él que era un fenómeno como ejecutante a primera vista. Sin duda debió de serlo.
 
Tercer movimiento: Rondó (Allegro) – Cadenza

En este movimiento no hay tiempo para reflexionar. Aquí se nos muestra el hombre genial en su más "desenfadado" sentido del humor y en su vena más feliz. Después de las delicadas sutilezas con que acaba de obsequiarnos, Beethoven ha encontrado el inevitable finale, alegre, ingenuo y vivaz. El solista se apodera al principio del tema principal y cuando éste pasa a la orquesta asciende a una culminación a la cual se añade un comentario de carácter alegre. La música va debilitándose de modo que el solista puede introducir otro tema con el acompañamiento de la trompa. La música del rondó reaparece tres veces y después de la tercera hay un intercambio entre el violinista y la orquesta en la cual prevalece el buen humor. También hay un delicioso diálogo entre el oboe y el violín solista después de la cadenza del violín. Luego los acontecimientos van avanzando con arte consumado hacia el último clímax en el cual el solista con arpegios y escalas, ejerce el más absoluto dominio sobre toda la orquesta con la habilidad del más impecable prestidigitador. Una y otra vez la orquesta intenta alcanzar el predominio, pero todos sus esfuerzos resultan infructuosos ante la actitud del solista. El concierto para violín de Beethoven es una de las grandes obras maestras de la música universal.

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