Ragna Schirmer, piano
Orquesta Sinfónica de la MDR
Fabio Luisi, director
A pesar de su brillantez indudable, lo cierto es que los
conciertos de Haydn carecen de la personalidad que hallamos en los de W. A.
Mozart. También este compositor, en el curso de su vida, fue evolucionando
hacia formas cada vez más ricas y perfectas; si atribuimos a Mozart una vida
activa de unos veinticinco años como compositor, podremos observar como en la
mitad de tiempo de actividad que Haydn su evolución fue mucho mayor. El
concierto fue objeto constante de la atención de Mozart, y especialmente el de
piano y orquesta, sobre el que llamó su atención la personalidad de Johann
Christian Bach.
El elemento más destacado es el relativo a la técnica
instrumental cada vez más compleja que Mozart exige a los intérpretes que
quieren abordar sus conciertos, algo que hasta esta época había tenido un
carácter bastante secundario en la práctica musical pero que ahora empieza a
ser un nuevo factor en la creación cuyas consecuencias, todavía imprevisibles
en tiempos de Mozart, llegarían a alterar profundamente las relaciones entre
intérprete, compositor y público. Hasta la generación inmediatamente anterior a
Mozart, la música era un arte destinado a suscitar en las personas que la
escuchaban unas determinadas sensaciones estéticas que los teóricos del momento
no vacilaron en calificar de bellas. La finalidad de la música era complacer,
resultar agradable y comprensible, y también, de modo secundario, ser asequible
a los intérpretes medianamente dotados. Salvo excepciones que ya empezaban a
surgir en el horizonte, la música, tanto instrumental como vocal que se
publicaba o daba a conocer en la mayoría de los salones y círculos privados o
semiprivados de la sociedad de la época, no estaba destinada a los artistas de
dotes excepcionales que a veces surgían en determinadas poblaciones o recorrían
las principales capitales, sino al dilettante,
al amante de la música capaz de desembolsar unas cuantas monedas por una
partitura impresa y de aprendérsela en su casa para interpretarla
posteriormente ente el círculo, pocas veces exigente, de sus amistades, o para
hacerla interpretar a músicos de ocasión, reunidos en el domicilio privado con
motivo de alguna fiesta familiar. Muchas de las sonatas y sonatinas, de las
pequeñas piezas y fragmentos que podían oírse en cualquier casa en aquellos
años ya terminales del siglo XVIII eran de fácil interpretación; un pianista
con una capacidad mediana para la lectura a primera vista podía tocar, sin
muchas vacilaciones, su parte, y las partes orquestales podía suplirlas la
rutina de cualquier aficionado que manejara adecuadamente un par de
instrumentos.Mozart no fue el primero que dio a las partes de sus conciertos una dificultad creciente, pero sí uno de los compositores que más empujaron por lograr unas intervenciones solistas que tuviesen verdadero nivel y fuesen técnicamente complejas y difíciles. No siempre fue así, especialmente en sus primeros años, porque algunas de sus obras estaban destinadas a intérpretes amateurs, siguiendo la práctica tradicional de la buena sociedad dieciochesca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.