sábado, 1 de diciembre de 2012

Ludwig van Beethoven: Septimino, op. 20


L. van Beethoven (1770-1828)
Septeto en Mi bemol mayor, op. 20 "Septimino"
Janine Jansen, violín
Dana Zemtsov, viola
Jens Peter Maintz, cello
Stacey Watton, contrabajo
Martin Fröst, clarinete
Jasper de Waal, trompa
Fredrik Ekdahl, fagot


Habiendo sido invitado a estudiar con Haydn en Viena, Beethoven escuchaba de su patrón: “Recibirás de Haydn el espíritu de Mozart”; era el verano de 1792, seis meses después de la muerte del genial salzburgués. Aquella envidiable oportunidad propició a Beethoven la posibilidad de desarrollar sus habilidades al tiempo que se ganaba una reputación en la ciudad más musical de Europa, prácticamente su hogar para el resto de su vida. No fue muy afortunada su relación con Haydn al que admiraba, pero consideraba viejo y limitado. Las lecciones terminaron pronto sin el pesar de ambos, aunque fueron suficientes para lograr el fin primordial: Beethoven heredó en gran parte el estilo de Mozart; la equilibrada elegancia de éste se percibe en muchas de sus composiciones de los años 90 del siglo XVIII, en particular en las obras de cámara con instrumentos de viento que se modelan según las pautas de las serenatas mozartianas (unas piezas destinadas más bien al más sencillo entretenimiento que a un concierto formal).          
Así pues, no esperemos que el Septeto en Mi bemol mayor de Beethoven contenga la intensidad acostumbrada en nuestro atormentado compositor, pero sí pone de manifiesto la elegancia, claridad y encanto propios del repertorio del siglo XVIII. Orquestado para clarinete, fagot, trompa, violín, viola, violonchelo y contrabajo, se estrenó en 1800 compartiendo programa con la primera de sus sinfonías siendo publicado dos años más tarde en Leipzig. Si su “origen” fue Mozart, esta obra sirvió para la creación del Octeto de Schubert, siendo así una especie de puente entre los tres músicos ligados a Viena. Dedicó la partitura a la emperatriz María Teresa y fue muy estimada tanto por la crítica como los aficionados lo que terminó exasperando a Beethoven que más tarde declaraba: “Hay en la obra mucha imaginación pero poco arte. En aquella época yo no sabía componer; ahora creo que sí sé.” Más tarde, Beethoven realizó transcripciones de esta obra para otros instrumentos, entre ellas como trío para piano y cuerdas dedicada al doctor Schmidt.           
Escrito en seis movimientos, sugiere la forma de ‘divertimento’ sucesor de la antigua ‘suite’. El espíritu y la libertad de acción se muestran cercanos a Haydn y Mozart. Un Adagio de dieciocho compases forma el preámbulo e introduce el Allegro con brio que se presenta en forma de sonata tripartita en la que las cuerdas dialogan con los vientos. El clarinete enuncia el tema del Adagio cantabile (segundo movimiento) dulce y de un íntimo fervor. Por su parte, el Menuetto adopta un vigoroso tema sincopado procedente de la Sonata para piano, op. 49, núm 2; en el trío, el clarinete realiza una apresurada figura de tresillos sobre una graciosa melodía en la que participa todo el grupo.
El cuarto movimiento (Tema con variazioni: Andante) se identifica con una canción folclórica que se transforma en cinco variaciones y una coda cuyo material temático pasa de unos instrumentos a otros. Prosigue un garboso Scherzo con su trío en el que Beethoven saca partido al potencial melódico del violonchelo. La marcha lastimera del sexto movimiento pronto da paso a un airoso y frenético Presto final en forma de “perpetuum mobile” de notas vivas con abundantes cadencias virtuosas del violín.

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