Fausto: Alfredo Kraus, tenor
Mefistófeles: Nicolai Ghiaurov, bajo
Margarita: Mirella Freni, soprano
Valentín: Robert Wilbert, barítono
Óp. de Chicago, 1980
Mefistófeles: Nicolai Ghiaurov, bajo
Margarita: Mirella Freni, soprano
Valentín: Robert Wilbert, barítono
Óp. de Chicago, 1980
Director: George Prêtre
La gestación de esta ópera estuvo rodeada de inconvenientes. Poco antes de su terminación se estrenó en París un melodrama sobre el mismo tema. Gounod no tuvo más remedio que interrumpir su trabajo. El director del teatro le propuso otro libreto. Gounod reanudó la composición de Fausto tiempo después, y cuando terminó su ópera y la estrenó en el Théatre Lyrique de París el 19 de marzo de 1859. El público la recibió con frialdad, pues la encontró "demasiado alemana". De hecho, el éxito de la obra comenzó en Alemania, donde se representó al poco tiempo con el título de Margarethe.
Argumento
La acción se desarrolla en
Alemania en el siglo XVI.
Acto I
En el gabinete de Fausto.
Fausto, un erudito avejentado,
determina que sus estudios no lo han conducido a ningún lado y que sólo le han
hecho desperdiciar su vida y alejar del amor. Intenta suicidarse dos veces con
veneno pero se detiene al escuchar un coro. Maldice a la ciencia y a la fe, e
implora asistencia del infierno. Mefistófeles aparece (dueto: “Me voici”) y,
con una tentadora imagen de Margarita en su rueca, persuade a Fausto de comprar
los servicios de Mefistófeles en la tierra a cambio del infierno. El cáliz de
veneno de Fausto se transforma mágicamente en un elixir de juventud,
transformando a Fausto en un apuesto y joven caballero, los extraños compañeros
se suman al mundo.
Un coro de estudiantes y soldados
canta una canción de bebedores. Valentín, yéndose a la guerra con su amigo
Wagner, confía el cuidado de su hermana Margarita a su joven amigo Siebel. Mefistófeles
aparece, provee a la muchedumbre con vino, y canta una provocadora e
irreverente canción sobre el becerro de oro. Mefistófeles calumnia a Margarita,
y Valentín trata de herirlo con su espada, que se rompe. Valentín y sus amigos
usan los escudos cruciformes de sus espadas para apagar lo que parece ser un
poder infernal. Mefistófeles se une a Fausto y los aldeanos en un vals. Margarita
aparece y Fausto declara su admiración, pero ella rechaza el brazo de Fausto
por modestia.
El locamente enamorado Siebel
deja un ramo para Margarita. Fausto envía a Mefistófeles en busca de un
obsequio para Margarita y canta una cavatina idealizando a Margarita como una
criatura pura de la naturaleza. Mefistófeles trae una caja decorada conteniendo
exquisitas joyas y un espejo de mano y lo deja en el umbral de Margarita, al
lado de las flores marchitas de Siebel. Margarita entra, reflexionando sobre su
encuentro con Fausto a las puertas de la ciudad, y canta una balada acerca del
Rey de Thulé. Marta, la vecina de Margarita, observa las joyas y dice que deben
ser de un admirador. Margarita se prueba las joyas y es cautivada al ver en el
espejo cómo realzan su belleza, según canta en la famosa canción de las joyas. Mefistófeles
y Fausto se unen a las mujeres en el jardín y las cortejan. Margarita permite
que Fausto la bese, pero luego le pide que se vaya. Canta en su ventana expresando
el deseo de su rápido retorno, y él,
escuchándola, regresa. Bajo la vigilante mirada de Mefistófeles, queda claro
que la seducción de Fausto a Margarita será exitosa.
Acto IV
Una plaza frente a la casa de MargaritaFausto deja embarazada a Margarita y la abandona. Margarita da a luz y se convierte en una excluida social. Canta un aria en su rueca. Siebel permanece con ella. La escena cambia a la plaza en el exterior de la casa de Margarita. El regimiento de Valentín regresa de la guerra a los sones de una marcha militar. Siebel le pide a Valentín que perdone a Margarita. Valentín se apresura a ir a su casa. Mientras él está dentro, aparecen Fausto y Mefistófeles, y éste, creyendo que allí está solo Margarita, canta una socarrona y burlesca serenata sobre un amante justo bajo la ventana de Margarita. Valentín sale de la casa, sabiendo ahora que Fausto ha corrompido a su hermana. Los tres hombres luchan, Mefistófeles bloquea la espada de Valentín, lo que permite a Fausto dar la estocada fatal. Con su último suspiro Valentín maldice a Margarita por su muerte y la condena al Infierno ante el pueblo reunido. Margarita va a la iglesia e intenta rezar, pero es interceptada, primero por Mefistófeles y luego por un coro de demonios. Acaba su rezo, pero se desmaya cuando Mefistófeles la maldice de nuevo.
Acto V
1. Una caverna en las montañas de Harz en la Noche de Walpurgis.
Mefistófeles y Fausto se ven
rodeados por brujas (“Un, deux et trois”). Fausto es transportado a una caverna
de reinas y cortesanas, y Mefistófeles promete proveer a Fausto con el amor de
las más grandiosas y hermosas mujeres de la historia. Un ballet orgiástico
sugiere la juerga que continúa durante toda la noche. Mientras se acerca el
amanecer, Fausto tiene una visión de Margarita y la llama.
2. El interior de una prisión
Mefistófeles ayuda a Fausto a entrar a la prisión en donde Margarita está detenida por asesinar a su hijo. Cantan un dueto de amor. Mefistófeles afirma que sólo una mano mortal puede rescatar a Margarita de su destino, y Fausto ofrece rescatarla del verdugo, pero ella prefiere confiar su suerte a Dios y sus ángeles (“Anges purs, anges radieux”). Al final ella padece alucinaciones, cree que las manos de Fausto están manchadas de sangre, lo rechaza y se desmaya; Mefistófeles grita que Margarita ha sido juzgada. Sin embargo, queda protegida por su fe y su arrepentimiento. Mefistófeles arrastra a Fausto al infierno. Conforme Margarita se alza de nuevo, asciende en dirección al Cielo y un coro de ángeles anuncia que ella se ha salvado.
2. El interior de una prisión
Mefistófeles ayuda a Fausto a entrar a la prisión en donde Margarita está detenida por asesinar a su hijo. Cantan un dueto de amor. Mefistófeles afirma que sólo una mano mortal puede rescatar a Margarita de su destino, y Fausto ofrece rescatarla del verdugo, pero ella prefiere confiar su suerte a Dios y sus ángeles (“Anges purs, anges radieux”). Al final ella padece alucinaciones, cree que las manos de Fausto están manchadas de sangre, lo rechaza y se desmaya; Mefistófeles grita que Margarita ha sido juzgada. Sin embargo, queda protegida por su fe y su arrepentimiento. Mefistófeles arrastra a Fausto al infierno. Conforme Margarita se alza de nuevo, asciende en dirección al Cielo y un coro de ángeles anuncia que ella se ha salvado.
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