Janet Baker, mezzosoprano
Elisabeth Speiser, soprano
Elizabeth Gale, soprano
Glyndebourne Festival Opera Orchestra
Raymond Leppard, director
Peter Hall, dirección escénica
Acto II. A las puertas del
infierno, las Furias guardianas exigen conocer la identidad del intrépido
intruso. Orfeo toca su lira y les implora que tengan piedad de sus lágrimas. A
primeras, ellas se rehúsan a hacerlo e intentan asustarlo. Pero al final acaban
cediendo ante su canción persuasiva; cuando Orfeo repite su pedido, lo dejan
pasar, permitiéndole aproximarse a los portones del infierno.
En los Campos Elíseos,
un grupo de espíritus benditos baila serenamente. Al retirarse, entra Orfeo,
buscando a su esposa. Aunque hace un alto para deleitarse con la escena,
expresa que solamente la visión de su esposa podrá curar su amargura (“Che puro
ciel”). Las Sombras, escuchando su pedido, traen a Eurídice, cubierta con un
velo. Orfeo, dichoso, la toma de la mano, cuidándose para no mirarla, y
reinicia su camino de vuelta al mundo superior. Mientras parten, los espíritus
les cantan bienaventuranzas. (“Torna, o bella”).
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