Año: 1979
Film: Color
Duración: 70 min
Producción: Daime Cinematografica S.p.A. e Rai - TV
(Roma), Albatros Produktion GMBH (Mónaco)
Distribuidora: Gaumont - Italia
En una vieja iglesia tienen lugar los
ensayos de un concierto sinfónico. Los músicos llegan en grupos y toman cada
uno su lugar: En un rincón están también los representantes sindicales. Un
periodista de la televisión entrevista a los músicos; cada uno habla de su
instrumento y de sus experiencias. Cuando llega el maestro, que se expresa con
evidente acento alemán, empieza con calma el ensayo. Luego, de improviso, se
interrumpe por las protestas de los músicos. El director abandona la sala y va
a su camerino donde lo sigue el periodista para entrevistarlo. Mientras tanto
en la iglesia se arma una revolución: todos protestan contra todo, contra el
maestro, contra las partituras. Reina la anarquía y el desorden, las paredes
están embadurnadas con eslóganes y símbolos de rebelión. Improvisamente, el
edificio empieza a temblar, sacudido por golpes cada vez más fuertes hasta que
una pelota gigante de acero rompe las paredes y en el derrumbamiento muere un
arpista. Tras momentos de confusión y gritos de terror vuelve el silencio y se
reanuda el ensayo. Otra vez en el podio, el director de orquesta imparte sus
órdenes, como un dictador.
Crew
Dirección: Federico Fellini
Argumento: Federico Fellini
Guión: Federico Fellini
Colaboración en el
guión: Brunello Rondi
Director de
fotografía: Giuseppe Rotunno (Technicolor)
Música: Nino Rota
Música consultor: Carlo Savina
Director musical: Carlo Savina
Escenografía: Dante Ferretti
Decoración del
escenario: Nazzareno Piana
Montaje: Ruggero Mastroianni
Ayudante montaje: Adriana
Olasio
Efectos especiales: Adriano
Pischiutta
Vestuario: Gabriella Pescucci
Ayudante de dirección: Maurizio
Mein
Asistente de dirección: Christa
Reeh, Giovanni Bentivoglio
Operador de cámara: Gianni
Fiore
Director doblaje: Carlo
Baccarini
Organización general: Lamberto
Pippia
Productor ejecutivo de la RAI: Fabio Storelli
Cast
Baldwin Baas: il direttore d'orchestra
Clara Colosimo: l'arpista
Elisabeth Labi: la pianista
Ronaldo Bonacchi: il controfagotto
Ferdinando Villella: il violoncello
Giovanni Javarone: la tuba
David Mauhsell: il primo violino
Francesco Aluigi: il secondo violino
Andy Miller: l'oboe
Sibyl Mostert: la flautista
Franco Mazzieri: la tromba
Daniele Pagani: la tromba
Luigi Uzzo: il violino
Cesare Martignoni: il clarinetto
Umberto Zuanelli: il copista
Filippo Trincia: il responsabile dell'orchestra
Claudio Ciocca: il sindacalista
Angelica Hansen: violino
Heinz Kreuger: violino
Federico Fellini:
voce dell'intervistatore
Awards
1979
Nastro d’argento a la mejor música (Nino Rota)
Fellini: «Tenía muchos proyectos, no
era urgente hacer esta película, no sentía ninguna urgencia. No respondía a una
necesidad. A un cierto punto, sí, tuve una necesidad. Cuando mataron a Aldo
Moro. Sí, cuando supe que habían matado a Moro. Me quedé muy impresionado. Pero
no por el hecho en sí mismo, me lo esperaba. Por la necesidad de reflexionar
acerca del hecho, para comprender el sentido profundo de lo que había pasado y
del porqué había pasado. ¿Qué habían querido hacer los que los habían matado?
¿Qué nos había pasado a todos nosotros que vivimos en este país? ¿Por qué
habían llegado a tanto? Entre esto y la película no hay ninguna relación
directa o, al menos, yo no me di cuenta. La relación la encontré mucho tiempo
después, cuando la película ya se había terminado o, mejor dicho, cuando ya se
estaba proyectando. No es que desde el primer momento no quisiera relacionar la
película con su significado, es que no era consciente del porqué a un cierto
punto me pareció urgente rodarla. Ahora bien, luego lo supe: había sido el
homicidio de Moro.»
Franca Faldini, Goffredo Fofi, Il cinema italiano d’oggi, 1970-1984.
Raccontato dai suoi protagonisti, Mondadori, Milano, 1984, p. 258
Reviews
Leone Piccioni
Fellini lograr fundir, en más o
menos 70 minutos de espectáculo grotesco y nostálgico, la verdad, la profecía,
la inquietud y el ansia, en una amalgama realmente inusual sin derrochar o
dejar caer en vacío ni un medio minuto de su denso discurso evocador, representativo
o previsor. Hay momentos de una fuerza poética ardiente y dramática pero no
necesita (como otras veces a él también le podía pasar) prepararlos con un
conjunto de imágenes más apagadas. No tiene la mínima intención de prolongar en
ecos y reflejos incluso los resultados más acertados. Fellini es insuperable a
la hora de construir en la obra "fragmentos" de chocante calidad y en
esta película consigue obtener una continuidad inflexible, ¡aunque tan solo en
algunos fragmentos!
"Il Tempo", 25 novembre 1978
Mireille Amiel
Es una película sobrecogedora. Se
pueden realizar diferentes lecturas. Y son todas verdaderas, contemporáneas,
iguales. Quiero decir que no es posible establecer una jerarquía entre la
parábola sobre el actual caos político italiano (y su lugar en el actual
desequilibrio planetario), la reflexión sobre el papel de los medios de
comunicación, la meditación metafísica sobre la función del hombre en la
sociedad, su necesidad, su devenir, su relación con la creación [...] De lo
que, verdaderamente, nos habla Fellini es de la música. Es decir, del arte, de
la creación, del medio para ir más allá de lo efímero, de la muerte, de la
banalidad. Fellini nos dice que la mediocridad es insoportable. Porque limitar
el alcance de esta película a su dimensión analizable, lógica, parabólica, no
quiere decir nada. Ensayo de orquesta es un grito estremecedor, a medio camino
entre el llamamiento y la estigmatización. En todo caso y, de manera
subterránea, es un grito de esperanza, puesto que Fellini, a pesar de la
contradicción dolorosa y conmovedora de los últimos minutos, nunca ha dejado de
esperar.
"Cinéma
79", n. 247-248, juillet-août 1979
Tullio Kezich
Como todo el Fellini televisivo, a
partir de Block-notas de un director hasta Los clowns, tiene un toque ligero y
una capacidad de síntesis difíciles de encontrar en sus obras mayores. En los
retratos de los músicos se confirma el estro del antiguo caricaturista pero
enaltecido en una dimensión gogoliana. La figura del director brinda, en parte,
la oportunidad de un desahogo autobiográfico, en parte una autocrítica llevada
hasta lo paradójico (después de un discurso inspirado en la necesidad de que
cada uno toque bien su instrumento, el personaje manda una serie de órdenes en
alemán). Esta película, realizada con una maestría superior, es, en su
conjunto, un ensayo genialmente contradictorio. Es divertido y tristísimo,
positivo y desesperado, cautivador y rabioso.
Il Centofilm 2. Un
anno di cinema 1978-1979, Il Formichiere, Milano, 1979
Alberto Farassino
A un cierto punto, en el momento de
máxima degradación (y esto lo digo en términos de estructuras y no de valores
estéticos, desde luego, son quizás los mejores momentos de la película)
interviene el famoso mazo de acero, preludio de la llegada de un nuevo orden.
¿De la Revolución, de la Restauración, de la Providencia? No, es solo el
símbolo de sí mismo, el símbolo de lo simbólico. En el momento de la deriva,
cuando ya nada se puede codificar, se consolida la hipótesis de un regreso al
orden de lo simbólico, a los lenguajes de la certeza, a la consistencia férrea
de la obra. Con la gran pelota de acero el cine vuelve a entrar en la
televisión, llevándose sus efectos especiales, sus nubes de humo, sus
escenografías de estudio, lo fantástico, las emociones fuertes; todo lo que el
cine puede hacer y la televisión no. Es el cine "para" la televisión,
es la orquesta que vuelve a tocar.
"La Repubblica", 15 marzo 1979
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