Barbara Bonney, soprano
Anne Sofie Von Otter, mezzosoprano
Anthony Rof Johnson, tenor
Alastair Miles, bajo
Coro Monteverdi
Solistas Barrocos Ingleses
John Eliot Gardiner, director
Casi la totalidad de la
producción sacra de Mozart fue compuesta entre 1765 y 1780-81, es decir,
mientras estuvo al servicio del príncipe-arzobispo de Salzburgo. A partir de
1781, el Mozart maduro y libre, instalado en Viena, no producirá más que tres
obras religiosas: la monumental e inacabada Gran
misa en do menor, KV 427 (1783) y, en el último año de su vida (1791), el
motete Ave verum, KV 618 y el Réquiem, KV 626.
En el catálogo de obras
religiosas de Mozart hay 19 misas; 34 pequeñas composiciones sacras (motetes,
ofertorios, kyries, salmos,
antífonas); 4 letanías; 2 vísperas; 2 magníficat y diversos oratorios; cantatas
(entre las que se incluyen las obras compuestas para la masonería,
"religiosas" en el sentido más estricto); y un singspiel sacro.
En las misas cabe diferenciar
entre las breves y las mayores o solemnes. En las primeras destaca la Missa brevis en sol mayor, KV 49,
compuesta a los 12 años, la Missa brevis
en re menor, KV 65, escrita para la Cuaresma de 1769, la Missa brevis, KV 220 o "Misa de los
gorriones", la Missa brevis en do
mayor, KV 258 ("Misa Spaur") y la Missa brevis en do mayor, KV 259 ("Misa del solo de
órgano"). Entre las misas mayores o solemnes merecen especial interés la Gran misa en do menor, KV 427, la Missa solemnis en do mayor-menor, KV
139, llamada "Misa del Orfanato" y compuesta en Viena a los 12 años
de edad, la Missa Dominicus, KV 66,
de 1769, la Missa Trinitatis, KV 167
(1773), la Missa solemnis, KV 337 y
la Misa de la coronación, KV 317 (“Krönungsmesse”).
En el apartado de pequeñas obras
sacras destacan por su interés el ofertorio Inter
natos mulierum, KV 72 (1771), el motete Exultate,
jubilate, KV 165, para voz de soprano y que incluye un popularísimo aleluya
final, el ofertorio Venite populi, KV
260, el gradual Sancta Maria, KV 273,
el oratorio Betulia liberata, KV 118,
las Vísperas solemnes de un confesor,
KV 339, con el maravilloso solo para soprano "Laudate Dominum",
acompañado de coro, el Kyrie en re menor,
KV 341, y el archiconocido motete Ave
verum, KV 618, en el que Mozart expresa de forma magistral la angustia y la
tristeza de la crucifixión de Cristo.
Por último, se debe destacar su obra
póstuma e inconclusa, el Réquiem en re
menor, KV 626, en el que la crítica y la tradición creen ver una especie de
testamento espiritual del maestro.
Misa
en do menor
Misa solemne en Do menor, KV 427
(417ª), Gran Misa.
Solistas (soprano, soprano/contralto,
tenor y bajo), coro y orquesta (flauta, 2 oboes, 2 trompas, 2 fagotes, 2 trompetas,
2 trombones, timbales y órgano)
Compuesta entre agosto 1782 y mayo
de 1783, en Viena.
Estructura
• Kirie
• Gloria:
Gloria
Laudamus te
Gratias
Domine
Qui tollis
Quoniam
Jesu Christe
Cum Sancto Spiritu
• Credo:
Credo
Et incarnatus est
• Sanctus
• Benedictus
En enero de 1783 Mozart escribe
desde Viena a su padre: “La mitad de la misa... la cual está descansando ahí
felizmente.” Está pudo haber sido únicamente la misa en Do menor, la cual vio
su comienzo en el verano de 1782, siguiendo una promesa hecha a su desconfiada
novia Constanza. Que este solo voto haya sido la única motivación para que
Mozart escribiera este monumental trabajo, es poco creíble. Parece más probable
que haya nacido del contacto que Mozart tendría con las obras de J. S. Bach, que
descubrió en un viaje con el barón von Swieten, que acabó provocando en él una
crisis de creatividad. Cuando a finales de julio de 1783, Mozart finalmente
realiza su pospuesto viaje a Salzburgo para presentar a su esposa a su padre y
a su hermana, lleva las partes completas de la Misa con él. Y ahí comienza el
hasta ahora no resuelto enigma de esta obra y su primera representación.
Según recientes investigaciones,
incluidas en el artículo sobre la Misa en do menor en el “Neu Mozart-Ausgabe,”
la presentación en la abadía de San
Pedro en Salzburgo, no tuvo lugar el 25 de agosto, como primero se suponía,
sino el 26 de octubre de 1783.
Mozart tuvo tiempo suficiente para
completar la Misa durante los meses de estancia en Salzburgo. ¿Por qué no lo
hizo, si además no tenía otras tareas que atender? Si como se desprende de una
carta de Constanza a su editor André el 31 de mayo de 1800, la Misa en do menor
fue presentada en San Pedro, ¿qué hizo Mozart para completar la obra?
Mozart completó el Kyrie y el Gloria y el gran solo de cuarteto del Benedictus. En el Et incarnatus únicamente había escrito la
parte vocal del aria de coloratura, las tres partes obligadas de las maderas,
los dos ritornellos orquestales y el
bajo continuo. La parte de las cuerdas se ha perdido.
Alois Schmitt, H.C. Robbins
Landon y, más recientemente, Franz Beyer han completado las partes que faltan en
el aria de soprano, el Sanctus y el Hosanna y así la obra ha quedado lista
para su interpretación.
Siempre sombrío, el monumental Kyrie, con su contrapunto imitativo y su
parte coral soportada por los trombones, pone de manifiesto la evolución de Mozart respecto a sus primeras Misas. En el Christe eleison el lirismo reconfortante
del solo de la soprano se fundamenta en las intervenciones del coro, antes que
la penumbra regrese con el segundo Kyrie.
La ligereza del Allegro vivace” de
los coros del Gloria es seguida por el
aria para soprano del Laudamus te,
acompañada por cuerdas, oboes y trompas, una alegre pieza de extremada
coloratura. Luego el monumental coro en cinco partes Gratias agimus relampaguea en un movimiento homofónico de un bloque
de acordes en la menor.
El dueto para dos sopranos Domine Deus en re menor, es una
sorprendente e imitativa pieza, acompañada únicamente por las cuerdas.
El Qui tollis es el clímax expresivo de la obra. Se trata de un
poderoso doble maderas al completo que transforma la demanda de piedad en un
llanto de súplica. La influencia de Bach
y Haendel en este número es clara. El allegro
del Quoniam, un trío en mi menor para
dos sopranos y tenor, es seguido por un coro en adagio en el Jesu Christe, de únicamente seis compases.
Este finaliza en la séptima dominante de do mayor, que desemboca inmediatamente
en el Cum sancto spiritu, una fuga
breve en do mayor, con un tema compactado presionando hacia delante en corcheas
que pasa gradualmente en agitadas octavas, las cuales producen una rica textura
de contrapunto imitativo. Este expansivo final de fuga es una pieza maestra de
un estilo severo basado en los grandes maestros del Barroco.
El Credo (Allegro maestoso) es
un coro homofónico en cinco partes. La expansiva aria siguiente Et incarnatus, es un pieza de lucimiento
para sopranos de gran coloratura, finalizando en una cadenza de virtuosismo en la forma de un dueto para voz y flauta. Unas
veces se considera esta parte como “operística”, y fuera de todo lugar y otras,
como ingenua y piadosa música navideña. Es de un encanto especial, con la
flauta como solista, oboe y partes de bajo, a la vez que estilísticamente
inconsistente con la monumental expresividad y el estilo de la obra como un
todo. Las partes reconstruidas comienzan con el Sanctus para doble coro y el Hosanna,
que están reforzadas por las partes de trombón escritas por el propio Mozart.
El sorprendente y expresivo cuarteto del Benedictus
es acompañado por una condensada repetición de los dobles coros del Ossana.
El por qué Mozart regresa al
estilo de la Misa Napolitana, que ya estaba realmente fuera de moda e incluso
había sido prohibida en Viena, pone de relieve las decisivas influencias de la
música de Bach y Haendel. Mozart no completó la Misa una vez producido su
retorno a Viena, sino que rescató parte de ella para el oratorio David penitente, lo que puede estar relacionado con la
normativa dictada por el Emperador José II, que denegaban cualquier oportunidad
para la realización de tales misas.
Sobre la ejecución de esta misa
en Salzburgo, existen unos apuntes del diario de la hermana de Mozart, Nannerl:
“El 23 a las 8, en la casa de la capilla, ensayo de la misa de mi hermano, en
la que mi cuñada cantó “a solo”...”
Como en muchas partes de la vida
de Mozart queda aquí expuesto, la descripción de la gran misa de Viena, que ha
permanecido por causas extrañas incompleta por la mano del mismo Mozart, lleva
a pensar si realmente esta misa nunca se llevó a cabo en el casamiento de
Mozart en Viena y quizá por algún dato erróneo se piense que estuvo incompleta
y como otras veces se hayan perdido las partes en el caos que el mismo tiempo y
las múltiples obras que permanecían en la mesa de Mozart, se hayan traspapelado y tirado por accidente,
o tantas circunstancias que pudieron haber acontecido para la falta de estas
partes. Las cartas mismas no ayudan a subsanar el destino de su presentación y
las partes de las mismas.