Anne-Sophie Mutter, violín
Lambert Orkis, piano
He aquí la
más admirada -entre otras cosas por sus connotaciones extramusicales- de todas
las Sonatas para violín y piano de Beethoven. Su título completo "Sonata
per il pianoforte ed un violino obbligato, scritta in uno stilo moho
concertante, quasi come d'un concerto", se encuentra ya en un cuaderno de
bocetos para la Op. 47, del año 1803, el año de la "Heroica". La
sonata, realmente un arquetipo de lo que debe ser el diálogo entre dos
instrumentos, se publicó en 1805 por el editor Simrock, de Bonn, y está
dedicada al violinista francés Rodolphe Kreutzer (1766-1831), a quien
Bernadotte había traído a Viena entre el personal de su embajada. Kreutzer era
muy apreciado como virtuoso, profesor y teórico del violín. Beethoven tuvo una
cordial acogida en la embajada francesa gracias a él y, en carta a Simrock del
4 de octubre de 1804, daba a su editor una opinión sobre el violinista: "Este
Kreutzer es un hombre estimable y bueno, que me ha causado mucho placer
mientras estuvo aquí; su sencillez y su naturalidad me son más queridos que toda
la fachada sin interés de la mayoría de los virtuosos".
Sin embargo,
Kreutzer no hizo demasiado caso a la sonata, pese a tratarse de una de las más
grandiosas muestras del genio beethoveniano, o tal vez por eso precisamente,
porque no fue capaz de comprender. Claro que no era sólo él. La siempre,
citada, por sus desaciertos críticos, "Allgemeine Musikalische
Zeitung", estimó que Beethoven había puesto un cuidado especial en ser
original hasta grados cercanos a lo grotesco, calificando de "terrorismo
artístico" a esta colosal sonata. La "Sonata a Kreutzer" tuvo,
en sus orígenes, otro destinatario, el joven violinista mulato, de origen inglés,
George Bridgetower. Él fue quien la estrenó, en los conciertos públicos del
Augarten, el año 1803. Ries ha contado las circunstancias del estreno vienés: «
" La célebre "Sonata en la mayor" había sido escrita para Bridgetower.
Aunque una gran parte del primer "allegro" estaba bastante avanzada,
no iba demasiado aprisa. Bridgetower presionaba a Beethoven para que el día del
concierto estuviera ya acabada, además de que él deseaba estudiar su parte. Una
noche, Beethoven me hizo llamar a las cuatro y media y me dijo: - Cópiame
rápidamente la parte de violín del primer "allegro". Su copista
estaba ocupado entonces. La parte de piano estaba únicamente indicada.
Bridgetower tuvo que tocar el maravilloso tema con variaciones, en "fa
mayor", sobre el propio manuscrito de Beethoven, pues no hubo tiempo de
copiarlo".» Vemos, pues, en qué condiciones hubo de interpretarse esta
obra. Bridgetower debía de ser un artista considerable, pues Beethoven pensó la
"Kreutzer" para él, e incluso
consta que llegó a entusiasmarle tanto en una de las ejecuciones públicas de la
sonata, que se levantó de la banqueta del piano para abrazarle y pedir que
repitiese el pasaje. ¿Por qué, al editar la Sonata, cambió la dedicatoria?. Se
ha especulado sobre el motivo de la ruptura, diciendo que hubo una posible rivalidad
amorosa entre ambos, enamorados de la misma mujer.
El transcurso
de los años viene a borrar las pequeñas y grandes luchas en el nacimiento de
una gran obra, cuando ésta ha traspasado las barreras del tiempo. Y ciertamente,
la "Sonata a Kreutzer" es una de las piezas más universalmente
célebres de Beethoven, interpretada por los más grandes violinistas de todas
las épocas, empezando por Pablo Sarasate, que la incluía entre sus piezas
favoritas. A la fama de la "Sonata a Kreutzer" ha contribuido
enormemente la novela de Tolstoi de ese título, si bien la visión del gran
novelista ruso escapa a las intenciones de Beethoven.
Tovey ha
dicho: "La Sonata a Kreutzer o no necesita de análisis, o éste tendría que
ser muy detallado", y Combarieu: "No hay que buscar en ella la
expresión del estado de ánimo de un personaje, sino considerarla como una obra
de imaginación y de fantasía al servicio del virtuosismo". Uno y otro
aciertan a comunicarnos los valores de inspiración, técnica e intensidad
emotiva de ésta gran sonata, a la que han cuadrado adjetivos como impetuosa, arrolladora,
heroica, demoníaca, trágica, y cuantos similares tratan de explicar con
palabras un contenido, una dinámica, una tensión interna, pura y exclusivamente
musicales.
La
"Sonata a Kreutzer" no está escrita de un solo impulso. Ferdinand
Ries ha advertido que el final pertenecía, originalmente, a la primera de las Sonatas Op. 30, dedicadas al Zar Alejandro I. El
primer movimiento, el más complejo de la obra, se inicia, al modo de las
sinfonías de Haydn, con un "adagio" en el que el violín comienza con
dobles cuerdas y el pianista contesta. El solemne intercambio instrumental de
la introducción da paso al primer tema "staccato", del
"presto" en tono menor, de gran vehemencia, cuyo desarrollo
constituye un alarde de unidad, pues son tantos los contrastes, modulaciones, diseños
temáticos del movimiento, que parece
imposible mantenerlo como un todo perfecto y coherente.
Tras él viene
un "andante ' con cuatro grandes variaciones de carácter afectuoso y, a
veces, meditativo, tal vez excesivamente cuadradas y escuetas, pero que dan
ocasión al violinista de poner a prueba su habilidad y buen sonido. Suele ser
este "adagio" el preferido de todo tipo de públicos. El movimiento
final, en forma de "tarantella", podía haberse quedado en una pieza
de "bravura", para culminar deslumhrando al público, pero Beethoven quiso
dotarle de una fuerza y una pasión acordes con el tremendo primer tiempo. Ahora
bien, para alcanzar ese "pathos" y esa crispación románticas, se pide
la colaboración de los intérpretes, quienes, particularmente en esta obra,
tienen mucho que decir.
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