Anne-Sophie Mutter, violín
Orquesta Filarmónica de Berlín
Seiji Ozawa, director
El Concierto Op. 61 tiene tres movimientos:
Allegro ma non troppo (Re mayor)
Larghetto (Sol mayor)
Rondo. Allegro (Re mayor)
Además del violín solista, la
orquestación comprende flauta, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, dos trompas, dos trompetas, timbales y cuerdas.
El Concierto para Violín fue comenzado por Beethoven en 1806 y
terminado justo antes de su estreno, el 23 de noviembre del mismo año. El
estreno tuvo lugar en el Theater an der Wien, bajo la ejecución del celebrado
violinista Franz Clement, que era uno de los músicos más virtuosos y celebrados
de Viena. Discípulo de Haydn, tuvo una brillante carrera ascendente desde muy
joven que lo llevó a tocar y luego dirigir en la Opera Imperial. Beethoven no
escapó al grupo de notables que quedó impactado por la maestría de Clement,
llegando más adelante a encomendarle la dirección del estreno de la Sinfonía
Heroica. En 1806 fue Clement quien pidió a Beethoven que le aportara un Concierto para Violín, para ser
presentado en un importante concierto benéfico. Beethoven accedió, pues
respetaba profundamente a Clement y era uno de los pocos músicos de quien
estaba dispuesto a recibir una crítica. El concierto, como era usual en
Beethoven, fue concluido en el último minuto, con poquísimo tiempo para
ensayarlo y gracias a la prodigiosa memoria de Clement, el estreno se salvó de
terminar en desastre. La reacción del público fue tibia, no sólo por los huecos
dejados por la improvisación, sino por la longitud del concierto y sus alcances
de inusual sinfonismo, elementos inimaginables para la época. Tras un par de
interpretaciones más, la obra no volvió a ser ejecutada hasta 1844, cuando otro
niño prodigio, Joseph Joachim, lo volvió a tocar en Leipzig bajo la batuta de
Mendelssohn. El éxito en ésta ocasión fue estruendoso, abriendo la entrada
definitiva de la obra en el repertorio de los grandes conciertos para violín.
El concierto marca un hito
histórico en el género, pues introduce elementos novísimos. En primer lugar
resulta llamativo el despliegue de un gran concierto a partir de una economía
musical casi espartana. El violín siempre mantiene su protagonismo pero sin
efectuar lucha ni oposición contra la orquesta; al contrario el trabajo en
armonía les hace aumentar su brillo mutuamente. La longitud del concierto, que
para la época pudiera haber sido un problema, hoy nos parece promedio al
conocer la longitud de otros conciertos románticos. También a diferencia de
otros casos, el concierto de Beethoven permite flexibilidad a la hora de
incluir cadencias, desde las originales del compositor, hasta las variaciones
personales del propio intérprete, muy resaltante hacia el final del primer
movimiento y hacia la coda del último. Hoy en día no queda duda de la absoluta
grandeza de ésta obra.
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