Allegro
Scherzo: Prestissimo. Allegretto
Andante
Finale: Allegro
Real Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam
Karek Mark Chichon, director
En general, a Borodin se le
considera creador de un mundo artístico singular, una especie de “épica
musical”. En su Sinfonía nº 2 (“Bogatírskaya”) presenta una escrupulosa pintura
de la vida de los héroes rusos legendarios, incluyendo sus batallas, festines y
exultaciones.
Borodin
comenzó a bosquejar su Segunda sinfonía
en el año 1869, al tiempo en que trabajó en una de sus partituras más
representativas: la ópera épica El
príncipe Ígor. Borodin
pasó los seis años siguientes componiendo y revisando con especial cuidado la
partitura de su Sinfonía, y no sólo
tuvo que parar el proceso creativo por sus responsabilidades como científico,
sino que algunos proyectos paralelos con sus compañeros del Grupo de los Cinco distrajeron varias
veces la atención en su Opus 5.
En
muchos sentidos tanto El príncipe Ígor
como la Segunda sinfonía resultaban
ser muy próximas, pues en ambas Borodin echó mano de algunos aspectos que siempre
lo caracterizaron tanto en relación con el grupo artístico al que pertenecía
como en todo el movimiento nacionalista ruso en general. Dichos factores
incluían su gusto manifiesto por la música venida de Oriente, con sus exuberantes
y casi hipnóticos colores, además de dar cabida a melodías de corte folclórico
ruso en varias partituras; todo lo cual se halla presente en las obras antes
citadas, dando como resultado en la Segunda
sinfonía una música de alcances épicos, de enorme sentimiento heroico y con
una coloración típicamente oriental de su orquestación.
En un
texto de Louis Biancolli encontramos la siguiente referencia:
“Borodin comunicó a (su amigo) Stasov, que
la aspereza de ánimo vigoroso y bárbaro, en el primer movimiento retrataba un
encuentro entre antiguos príncipes rusos; que el Andante miraba hacia atrás,
intentando remontarse a las canciones de los primeros ministriles (o
trovadores) eslavos llamados bayani y
que el final intentaba evocar un banquete de héroes legendarios, en medio del
regocijo popular …Stasov le dio como sobrenombre ‘Sinfonía del Paladín’ (Bogatyr
en ruso).”
Borodin
visitó a Liszt en Weimar en 1877 y durante una de sus charlas el ruso llevó
bajo el brazo una transcripción para piano de su Segunda sinfonía, que ambos tocaron de principio a fin. Liszt le
hizo algunas observaciones a Borodin; especialmente le pidió que ni se le
ocurriera hacer cambio alguno en la partitura pues ésta era perfecta, además de
(según Biancolli):
“…habló de su perfecta lógica de
construcción, (y) lo que más le impactó fue su osadía, audacia sin cortapisas.
‘Es vano decir que no hay nada nuevo bajo el sol; esto es bastante nuevo’ le
dijo a Borodin, quien se quedó sin poder articular palabra de la sorpresa.”
Tan
grande era el interés de Liszt que al conocer la Segunda sinfonía de Borodin mandó un telegrama a su editor para que
le enviara de inmediato partitura y materiales de orquesta. Su pasión llegó al
grado de dirigirla en Weimar al día siguiente de llegar la partitura a sus
manos. Y gracias a ello, los centros musicales más destacados de Europa vieron
pronto programada la nueva obra de Borodin, llegando -según se informa- hasta
Cincinnati en los Estados Unidos para los conciertos de la temporada 1898-99.
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