Cheyne Davidson (Marqués de la Force), Isabel Rey (Blanche), Reinaldo Macias (Chevalier de la Force), Felicity Palmer (Madame de Croissy), Juliette Galstian (Madame Lidoine), Stefania Kaluza (Madre Marie de l’Incarnation), Christiane Kohl (Sor Constance de St-Denis), Katharina Peetz (Madre Jeanne de l’Enfant Jésus), Irène Friedli (Sor Mathilde), Christian Jean (Capellán), Martyn Zysset/Thierry Duty (Comisario I), Giuseppe Scorsin (Comisario II), Peter Kalman (Carcelero), Gabriel Bermudez (Oficial), Horst Lamnek (Thierry), James Cleverton (Javelinot)
Dialogues de Carmélites forma junto con otros dos títulos todo el repertorio
operístico que compuso Poulenc. Ésta es su ópera más extensa, importante, bella
y profunda. El texto de la obra está basado en los sucesos históricos
acontecidos en la época de Revolución Francesa, protagonizados por una comunidad
de monjas de la orden del Carmelo que vivían en un convento de Compiègne, muy
cerca de París. El Régimen del Terror, liderado por Robespierre, prohibió la
permanencia de las comunidades religiosas en sus conventos, así como el culto y
los oficios religiosos. Por mantener sus prácticas en la clandestinidad, las
religiosas fueron apresadas, encarceladas y guillotinadas el 17 de julio de
1794. El papa Pío X las beatificó como mártires en 1906. Una de las monjas del
convento, la madre María de la Encarnación, logró escapar de la persecución y
escribir unas memorias donde recogió los hechos. Las memorias inspiraron a la
alemana Gertrud von Le Fort a escribir su novela La última en el cadalso (1931), en la cual se basó el francés
George Bernanos para elaborar el guion de una película que iba a ser
protagonizada por Jeanne Moreau. El film se llevó a la pantalla en 1960 con el
título de Diálogos de Carmelitas.
Poco antes, a petición de la casa Ricordi, Poulenc había compuesto su ópera con
un libreto basado en la novela de La Fort adaptada por Bernanos. Diálogos de Carmelitas se
estrenó en la Scala de Milán en enero de 1957 con su texto traducido al
italiano. Posteriormente, se presentó en el Teatro de la Ópera de París, en
junio del mismo año, con el libreto original, en francés.
Esta ópera asentó la reputación de Poulenc como compositor de música
vocal de una gran belleza. Conforme al patrón establecido por Debussy en Pélleas et Mélisande, los diálogos están
en gran medida expresados como recitativos, con una línea melódica que sigue
estrechamente el texto. La armonía es suntuosa, con los ocasionales giros
arrebatados tan característicos del estilo de Poulenc. El profundo sentimiento
religioso de Poulenc es especialmente patente en el magnífico Ave Maria a cappella del Acto II, escena II, o en el Ave verum corpus en la escena IV del Acto II. En el final de la
ópera, que tiene lugar en la Place de la Nation, se escucha el sonido de la
hoja de la guillotina al caer y el canto de las monjas.
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