Dietrich Fischer-Dieskau, barítono
Gerald Moore, piano
En la primavera
de 1817 Franz Schubert escribió su lied
“Die Forelle” (La trucha). Compuesta sobre un texto del músico y poeta
Christian Friedrich Schubart, la pieza, a pesar de su estructura sencilla, fue
una de las obras más trabajadas por el compositor, que realizó numerosas
versiones diferentes. “Die Forelle” caló rápidamente en el público vienés y
cobró una gran popularidad que se ha extendido hasta nuestros días, siendo
pieza habitual del repertorio liederístico.
En ella, el
acompañamiento del piano simboliza el discurrir y balanceo de las aguas,
mientras que la línea melódica representa a la inocente y despreocupada trucha
que nada en el arroyo. En las dos primeras estrofas, una música similar, de
carácter alegre, acompaña el texto, en el que se nos hace una descripción
bucólica de la situación. En la estrofa siguiente, la melodía adquiere un tono
más agitado y levemente oscuro, mientras se nos cuenta como, a través del
engaño y del enturbiamiento de las aguas cristalinas, la trucha es atrapada.
Die Forelle
Christian Friedrich Daniel Schubart (1739-1791)
Christian Friedrich Daniel Schubart (1739-1791)
Traducción
En un claro arroyuelo,
se precipita alegremente
la trucha juguetona,
que pasa como una flecha.
Yo estaba en la orilla
y en un dulce sosiego
vi el baño del alegre pececito
en el claro arroyuelo.
Un pescador con su caña
se colocó en la orilla,
y miró a sangre fría,
los serpenteos del pececillo.
Mientras el agua siga clara,
y no se enturbie, pensé,
no podrá coger a la trucha
con su anzuelo.
Finalmente el ladrón se cansó de esperar.
El pérfido, enturbió
las aguas del arroyuelo
y antes de que me diera cuenta,
la caña dio tal respingo
que enganchó al pececillo.
y yo, con la sangre alterada,
miré a la presa engañada.
se precipita alegremente
la trucha juguetona,
que pasa como una flecha.
Yo estaba en la orilla
y en un dulce sosiego
vi el baño del alegre pececito
en el claro arroyuelo.
Un pescador con su caña
se colocó en la orilla,
y miró a sangre fría,
los serpenteos del pececillo.
Mientras el agua siga clara,
y no se enturbie, pensé,
no podrá coger a la trucha
con su anzuelo.
Finalmente el ladrón se cansó de esperar.
El pérfido, enturbió
las aguas del arroyuelo
y antes de que me diera cuenta,
la caña dio tal respingo
que enganchó al pececillo.
y yo, con la sangre alterada,
miré a la presa engañada.
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