VERSIÓN DE PARÍS
Hans Sotin, Spas Wenkoff, Bernd Weikl, Robert Schunk, Franz Mazura, John
Pickering, Heinz Feldhoff, Gwyneth Jones
Coro y Orquesta del Festival de Bayreuth
Colin Davis, director
Götz Friedrich, director escénico
John Neumeier, coreógrafo
Acto II
Escena I
La
acción tiene lugar ahora en la gran sala de los cantores del castillo de
Wartburg. Entra Elisabeth gozosa al saber que vuelve Tannhäuser; la orquesta refleja su estado de
ferviente agitación en los violines e introduce el aria “Dich, teure Halle”, donde la joven expresa su alegría
por volver a esta sala y recuerda su desolación tras la marcha del Minnesänger.
Escena II
Tannhäuser
entra con Wolfram a la gran sala de los cantores y este le indica donde esta
Elisabeth; la
música se reduce de improviso a una serie de acordes punteados en la cuerda y el caballero cantor se arrodilla
ante ella. Elisabeth dialoga con Tannhäuser sin ocultar sus sentimientos, acompañada con ternura por el
clarinete, y
recuerda en
“Der Sänger klugen Weisen lauscht” como se enamoró con su canto. Ambos bendicen con pasión
su reencuentro en
el dúo “Geprisen sei die Stunde”, que se convierte en trío cuando Wolfram murmura aparte que
ha perdido toda esperanza de conseguir el amor de Elisabeth. Tannhäuser sale
con Wolfram y la joven se queda a solas mientras se escucha la melodía
amorosa del clarinete.
Escena III
La
música cambia a un tono más solemne para introducir la entrada del
landgrave Hermann; este se alegra de que Elisabeth vuelva a la gran sala de los
cantores y le pregunta por sus sentimientos. En la lejanía se escucha una
fanfarria de trompetas y el landgrave anuncia a su sobrina la celebración de un
torneo de cantores.
Escena IV
La
escena final del segundo acto se inicia con la marcha que acompaña la entrada
de los nobles con sus damas invitados al certamen; una solemne página orquestal con
intervenciones alternas y conjuntas de las cuerdas masculinas y femeninas del
coro. Otra marcha de tono más lírico en la cuerda acompaña la entrada de los
cantores, a
la que sigue una ceremonial intervención del landgrave; en un recitativo combinado con un arioso alaba la virtud del arte del canto,
propone como tema del Torneo la verdadera esencia del amor y anuncia que el
premio será entregado por Elisabeth. La orquesta y el coro contestan al landgrave con
fanfarrias y aclamaciones.
Wolfram
abre el certamen con una descripción del amor como una fuente maravillosa y
cristalina; canta
“Blick ich umher”, utilizando un tono claro y un acompañamiento sencillo
de arpa con el refuerzo ocasional de cuerdas graves sostenidas. Su canción obtiene la aprobación de
todos los presentes, excepto de
Tannhäuser que recalca la importancia del deseo para beber de la fuente del amor. Es el turno de Walther que defiende
con “Den Bronnen, den uns Wolfram nannte”, en estilo similar
a Wolfram, que
la fuente del amor es sinónimo de castidad.
La
riña dialéctica sigue creciendo de tono y la tensión acumulada hace intervenir
al landgrave y a Wolfram, que trata de restaurar
la calma volviendo al tono de su intervención inicial.
Sin
embargo, Tannhäuser irrumpe en ese momento
cantando con gran arrebato el himno a Venus del primer acto. Tras ello cunde la consternación y,
mientras salen las damas de la sala, escuchamos
en la orquesta ecos de la música del Venusberg. El landgrave, los nobles y los
cantores se agrupan para matar a Tannhäuser, pero Elisabeth se interpone con
firmeza y con tono triste defiende en “Der
Unglücksel’ge” su
derecho al arrepentimiento y la redención. Sigue un
estático concertato de
cantores y caballeros en el estilo de las óperas italianas del momento,
combinado con intervenciones de Tannhäuser y Elisabeth, y donde se compara la intervención
de la joven con la intercesión de un ángel. Un severo
motivo al unísono en la cuerda introduce la intervención del landgrave que propone que Tannhäuser se una a
los peregrinos que van a Roma; todos están de acuerdo y el
tono se vuelve más positivo.
Se
hace el silencio para escuchar de fondo el coro a
cappella de
los peregrinos jóvenes y el acto termina con el grito de
Tannhäuser “Nach Rom!” que repiten todos.
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