Cuarteto Casals
Vera Martínez, Abel Tomás, Violines
Jonathan Brown, Viola
Arnau Tomás, Violonchelo
Joseph Haydn (1732-1809)
Cuarteto en Mi bemol mayor Op. 33 núm. 2, Hob. III: 38 “La broma”
Cuarteto en Mi bemol mayor Op. 33 núm. 2, Hob. III: 38 “La broma”
Allegro moderato cantabile
Scherzo
Largo sostenuto
Presto
Scherzo
Largo sostenuto
Presto
¿Ha habido alguna otra música tan
sistemáticamente desenfadada como la Op. 33 de Haydn que haya sido ensalzada
como tan relevante desde el punto de vista histórico?
La importancia seminal de esta
colección de 1781, no sólo para el cuarteto de cuerda, sino para el conocido
como estilo clásico, ha sido virtualmente un artículo de fe para varias
generaciones de autores. Esto parece verse reforzado por la famosa carta del
compositor al fisonomista Johann Lavater en Zúrich, en la que habló de “un modo
enteramente nuevo” de escribir cuartetos de cuerda, así como de la decisión de
prescindir del acostumbrado minueto en favor de movimientos titulados scherzo.
Esta serie de cuartetos, sin embargo, hace gala de su sencillez, de la ligereza
popular de sus maneras. Esta sencillez coexiste con un humor que va de lo
burlesco a lo satírico. Al mismo tiempo, la Op. 33 es famosa por su integración
de diferentes ramales en la textura, logrados sobre todo mediante la técnica de
difuminar la distinción entre melodía y acompañamiento. Esto resultaba evidente
en la práctica en los anteriores grupos de cuartetos de Haydn escritos a
finales de la década de 1760 y comienzos de la de 1770, pero sobresale ahora
más debido a la sencillez de los medios utilizados. Es la combinación de una
técnica ingeniosa con unas maneras a menudo ingenuas lo que parece haber
atrapado la imaginación de los contemporáneos de Haydn, y la Op. 33 fue claramente
una protagonista esencial en la explosión de cuartetos publicados en la década
de 1780, tanto de obras originales como arreglos.
El primer movimiento del Op. 33 núm. 2
ofrece un excelente ejemplo de integración textural. El tema inicial presenta
un estilo uniforme y popular, con su melodía franca y su acompañamiento
“um-pa-pa”, si bien estos elementos se ven sometidos a todo tipo de
manipulaciones texturales en el curso del movimiento. El tono coloquial de gran
parte del material de la Op. 33 no se oye en ningún lugar más vívidamente que
en el segundo trío del scherzo, que incluye un gran número de deslizantes portamenti
para el primer violín. Éstos sugieren un aire rústico y de gran
relajación.
El movimiento lento “Largo e sostenuto”
ofrece un excelente ejemplo de uno de los principales puntos fuertes de Haydn
como compositor de cuartetos. Nadie más de su época se sirve tan profusamente
de subgrupos dentro del conjunto, y estos subgrupos ayudan a lograr que la
textura sea menos potencialmente mecánica y, por tanto, más socialmente viva.
Pueden despertar una sensación de intercambio imprevisible, o de alianzas
formadas rápidamente y deshechas con la misma rapidez, de una relativa
informalidad de la interacción social. La mayoría de los compositores de esta
época parecen haberse sentido más embelesados por la asociación del medio con
la mágica “armonía plena a cuatro voces” y son infrecuentes pasajes tan
prolongados en los que no participan los cuatro instrumentistas, y tampoco es
habitual que éstos se utilicen como un medio para generar un argumento, como
es aquí muy claramente el caso. En el movimiento de Haydn, la trama textural
consiste en pasar de una presentación del tema a dúo a cargo de viola y
violonchelo a un dúo parcialmente acompañado (los dos violines, acompañados
por el violonchelo) y a un dúo completamente acompañado o, en la práctica, un
trío (violín II y viola, acompañados por el violín I), o a una presentación
cuartetística del tema. Posteriormente se oye una nueva presentación confiada a
los cuatro instrumentistas en un clímax marcado forte, aunque éste acaba
fundiéndose con una breve coda. Así, el movimiento presenta un crescendo
textural muy claro. Sin embargo, este plan se ve recubierto de numerosas complicaciones
relacionadas con el comportamiento de los instrumentistas como grupo. La
primera vez que los cuatro instrumentistas tocan juntos constituye un momento
enormemente perturbador, con agresivos y rotundos acordes en un nuevo ritmo y
una tonalidad inesperada.
El finale de esta obra es el
movimiento más famoso de la Op. 33. Lo que no se pone siempre de manifiesto en
los numerosos estudios de su “broma” conclusiva es el carácter revolucionario
de este movimiento. En su manera de abordar la conclusión, este “Presto”
condensa algunas de las innovaciones más históricamente significativas de la
música culta de finales del siglo XVIII.
Simboliza una nueva comprensión y tratamiento del tiempo musical y simboliza
también una nueva aproximación al oyente. Estamos ante música que parece
demandar una participación activa de su audiencia. Al interferir con la más
básica de las expectativas –que una pieza llegará a una conclusión indicada de
un modo audible–, Haydn reta al oyente a reaccionar. No podemos oír simplemente
esta música como quien oye llover; cobramos conciencia de nosotros mismos como
oyentes. Al mismo tiempo, una manipulación tan palmaria de los acontecimientos
musicales sitúa en primer plano a la persona compositiva. En manos de Haydn,
el acto mismo de la composición se ha convertido en algo revestido de un grado
de autoconciencia sin precedentes.
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