Albrecht Mayer, oboe
Hélène Grimaud, piano
La fantasía del Romanticismo alemán encendió la imaginación
y la fina sensibilidad de Schumann, quien, paradójicamente, también figuró
entre los primeros músicos de su tiempo que escudriñaron el pasado y valoraron
la herencia de Bach. Del mismo modo, nunca abandonó la música de cámara pese a
que “los vientos” soplaban hacia el terreno orquestal, el cual comenzaba el
proceso de expansión que culminaría en la opulencia sonora del
post-romanticismo. Schumann escribió en Diciembre de 1849 sus Tres Romanzas para Oboe y Piano, Op. 94,
las cuales merecen citarse entre las mejores páginas dedicadas a este
instrumento en el Romanticismo. Obediente a sus convicciones, Schumann evita el
mero lucimiento; la intensa expresividad de estas piezas no exige arduas
proezas técnicas, lo cual las coloca al alcance de un buen músico aficionado.
Por cierto, el oboe puede ser reemplazado por el cello o el violín o el clarinete, atendiendo a razones prácticas.
La primera pieza —indicada Nicht schnell, “no rápido”, algo así como Moderato— exhibe un precioso tema del oboe sobre un elaborado y
efectivo acompañamiento (Schumann elevó el piano acompañante a un nuevo nivel
de calidad). La segunda pieza está señalada como Einfach, innig —“Sencilla y ardorosamente”, algo así como Semplice, ma con fuoco— y a la
tranquilidad de su predecesora añade tensión en la parte central. Otra
indicación Nicht schnell distingue a
la pieza final, más áspera y colorida, sugerencia estética de la que Brahms
tomaría buena nota.
Desde su publicación en 1851, estas Tres Romanzas han
figurado en el repertorio de los oboístas.
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