Karita Mattila (Eva), Jill Grove (Magdalene), Ben Heppner (Walther), Matthew Polenzani (David), James Morris (Sachs).
Metropolitan Opera de Nueva York
Director escénico: Otto Schenk. Director: James Levine.
Los maestros cantores de Núremberg no tiene igual en la producción de dramas
musicales de Wagner, no sólo porque es su única obra cómica (si se descarta La
prohibición de amar y los dos primeros actos de Siegfried), también por lo fresca que es la obra en toda su magnitud. Es aquí cuando
Wagner ha abandonado por un tiempo, por así decirlo, el período tormentoso de
su vida. Momentáneamente deja el mundo de héroes y dioses y la esfera mitológica de El
anillo del Nibelungo y se acerca a una realidad histórica, el Núremberg
del siglo XIV. Una época, que verdaderamente no es sólo el idilio que él crea,
pero que además trata de personas comunes y corrientes, de la vida diaria de
los vecinos de una ciudad alemana.
El quinteto está situado en el acto tercero, escena cuarta, de Los
maestros cantores. Sin necesidad de contar el argumento de las óperas de
Wagner, aunque a menudo sea fácil hacerlo, es conveniente situar este quinteto
en su contexto. Desde la perspectiva psicológica que más interesa, en el acto
segundo de Los maestros cantores hay un terrible disturbio,
una escena de conflicto incesante en la que las intrigas de varios personajes
desembocan en un caos carnavalesco en la ciudad de Núremberg. Todo el
mundo corre a la calle, gritando y vociferando, y todas las intrigas se
entrelazan por completo hasta que nadie sabe qué es qué.
Entonces, al comienzo del acto tercero, el personaje principal, Hans Sachs,
el maestro cantor por excelencia, plantea un par de renuncias que constituyen
una especie de lección o de juicio sobre el disturbio. Primero renuncia a su
autoridad artística y la cede al joven Walther, el representante del nuevo
arte. Por tanto, se está frente a una figura de renuncia/transmisión, por la que
el viejo maestro abdica de su autoridad artística y la cede. (Por supuesto,
como él es quien la cede, igualmente puede conservarla.) Después, abandona su
posición de autoridad en el amor: pese a su amor por Eva, también la cede a
Walther. En resumen, lega a éste tanto la música como a la mujer. Sin embargo,
se guarda algo, como se verá más adelante.
El quinteto se desarrolla en el acto tercero, después de la decisión de
Sachs de abandonarlo todo. ¿Por qué hay un quinteto en este momento?
Precisamente porque se está no ante las consecuencias de una decisión heroica,
afirmativa, sino de una renuncia: Sachs ha decidido dejar tanto a la mujer como
la música; a consecuencia de esa decisión, surge una nueva clase de paz, en la
que aparecen Eva y Walther y, como contrapunto amoroso, la pareja recién
reconciliada, David y Magdalena, con Sachs, que representa la renuncia, en
medio de las dos parejas. Por tanto, lo crucial no es la soledad del personaje
sino más bien su relación con la comunidad.
Se debe subrayar que éste es el único quinteto en toda la obra de Wagner, y está vinculado a la inestabilidad típica de una situación de paz provisional que ha sido impuesta por la renuncia, más que por la afirmación.
Se debe subrayar que éste es el único quinteto en toda la obra de Wagner, y está vinculado a la inestabilidad típica de una situación de paz provisional que ha sido impuesta por la renuncia, más que por la afirmación.
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