Orquesta Filarmónica de Viena
Leonard Bernstein, director
La Sinfonía nº 1 de Schumann data
de comienzos de 1841, siendo esbozada en muy pocos días hasta estrenarse en la
Gewandhaus de Leipzig el 31 de marzo del año siguiente. Schumann dice: "Estoy
tentado
a destruir mi piano, es demasiado estrecho para contener mis ideas".
Los cuatro
movimientos
de la obra son: Andante, un poco
maestoso-Allegro
molto vivace; Larghetto attaca;
Scherzo (Molto Vivace) y
Finale (Allegro Animato e Gracioso).
La orquesta está compuesta por maderas a dos, cuatro trompas,
dos trompetas, tres trombones, tres timbales, triángulo
y cuerdas. La partitura se encabeza por un verso
de
Adolph Böttger
que dice:
En el valle florece la primavera.
Andante-Allegro molto
vivace.
Comienza
con un tema grave de trompas y trompetas de solemne declamación. Una transición
corta engendra el Allegro sobre una variante rítmica del
motivo inicial. Un segundo tema lleva al desarrollo en forma sonata que,
adquiriendo una repetición resplandeciente, conduce al
desarrollo, alargando la coda un nuevo motivo anunciador del
segundo movimiento.
Larghetto.
El
tema, extremadamente melódico, lo exponen los violines y lo repiten los
violonchelos
en
dulces
y veladas
armonías. Una sección más animada rige su centro, retomando el
motivo
principal que se acompaña –como en el primer movimiento– de una idea nueva
desarrollada por los fagotes y los trombones, lo que vuelve a ser una
transición sin interrupción al movimiento siguiente.
Scherzo.
Se
trata de una construcción compleja emparentada con el "rondo",
coexistiendo dos temas contrastados: el primero (molto vivace) en
la cuerda, el segundo con un aire de danza más lírico
se desarrolla como una fantasía libre. Siguen a continuación dos tríos, luminoso el primero, mientras que el segundo posee
una
dinámica más sombría. Puede afirmarse que estos compases se encuentran entre lo
mejor del compositor alemán.
Parece devolvernos a la
atmósfera jovial del inicio al reaparecer el primero de los temas
de la introducción. El pianismo resulta flagrante dada la finura de la
orquestación, extremadamente parecida al dibujo de una de sus "noveletten". El
segundo tema, más amplio, es también sumamente tranquilo,
seguido de un episodio que irrumpe con la llamada de las
trompas y una cadencia confiada a la flauta. La recapitulación conduce
por
fin
a la poderosa conclusión, en la que toda la
orquesta es protagonista para constituir una de las
páginas más espontáneas del compositor.
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