Orquesta Filarmónica de Viena
Christian Thielemann, director
Esta sinfonía data
de 1799 y fue terminada a principios de 1800, ya que su primera audición
tuvo lugar en Viena, en el National Hoftheater, el 2 de abril de 1800, bajo la
dirección del compositor, que tenía entonces treinta años. Parece ser que la
acogida fue contradictoria y que hubo entusiasmo e indignación. Sin embargo,
en lo esencial, esta Primera sinfonía no se distingue nada de la producción
corriente en la época, cuyas obras maestras son las de Haydn y Mozart. En este
«adiós al siglo XVIII», el corte sigue siendo tradicional y la orquesta
típicamente haydiana. Sin embargo, hay algunas particularidades que revelan ya
el genio beethoveniano, a punto de afirmarse, una singularidad compuesta de
muchos detalles que chocarían sin duda a los primeros auditores. La obra fue
dedicada al barón Gottfried van Swieten, distinguido amante de la música
(tradujo para Haydn los textos de La
Creación y Las Estaciones) y fue
en Viena uno de los primeros protectores de Beethoven.
El primer movimiento, Adagio-Allegro
con brío, inicia con una introducción lento —adagio, cuya inesperada
particularidad es comenzar con un amplio acorde disonante y no prorrumpirá
realmente hasta la exposición del tema principal del Allegro. Un primer tema imperioso y de factura rítmica, que dan los
violines en su registro grave con un martilleo un poco áspero, al que sigue
inmediatamente un segundo tema melódico de una elegancia casi mozartiana, el
oboe y la flauta se responden en imitación. Este segundo tema variará y conducirá
a un fortissimo y a una modulación en menor para finalmente repetir da
capo, concluyendo la exposición con el primer tema. Un desarrollo bastante
largo en el cual destacan, entre ciertas audacias de escritura, las sombras y
medias tintas introducidas por grandes acordes de los violines y el diálogo
incesante de los grupos instrumentales sobre motivos rítmicos o melódicos
nacidos de los temas anteriores. Son elementos del tema inicial los que se
repetirán hasta el fin sobre una serie de acordes fortissimo.
En el Andante cantabile
con moto, encontramos movimientos de sonata sobre el modelo haydiano,
también con dos temas. Esencialmente lírico, evoluciona de una serenidad casi
objetiva —primer tema en los segundos violines retomado en una imitación
canónica por las violas y los violoncelos y después por los fagotes y los
contrabajos— hacia una especie de gracia afectada y después hacia una efusión
cuya expresión se convierte en pulsional. Los timbales —pianissimo—, dan
un pedal rítmico sobre el que ornamentan en tresillos las flautas y los
primeros violines. La primera parte se termina con esos timbales, de los que
decía Berlioz que eran «el preludio de los efectos conmovedores que Beethoven
produjo más tarde con la ayuda de este instrumento, poco o mal empleado por sus
predecesores». Repetición da capo y después desarrollo con el ritmo de
los timbales sostenido en fortissimo por la cuerda y los fagotes.
Vuelta a los timbales en pianissimo, y después del tema inicial, que
llevará a la conclusión.
El tercer movimiento, Menuetto,
allegro molto e vivace, seguramente es el movimiento más original. Es
verdad que Beethoven lo ha llamado minueto siguiendo la más pura tradición de
la escuela de Mannheim, pero ahí tenemos ya un verdadero scherzo
beethoveniano reemplazando al antiguo minueto de Haydn o Mozart, en un tiempo
dos veces más vivo, además. El tema de partida, con su ritmo lleno de
impaciencia, su progresión dinámica, su poderosa concentración, merece citarse:
Allegro molto e vivace, modulación inmediata a si bemol menor que
llevará a la repetición del tema del Menuetto. Trío central sobre bellos
acordes de los instrumentos de madera, repitiendo el do mayor, con rasgos
rápidos en los violines (ejemplo ya característico de crescendo por la
añadidura de sucesivos instrumentos). Repetición del Menuetto que lleva
a la conclusión.
Llegamos al Fínate:
adagio-allegro molto e vivace. Aquí es la entrada breve del Adagio
la que manifiesta cierta originalidad. Se trata de una escala de do, repetida
cinco veces antes de terminar, ganando cada vez un grado; serie de «falsas
salidas» de un efecto muy notable. Finalmente, salta el primer tema del Allegro
en notas picadas y repetidas, como si estuviera feliz de tener la libertad
difícilmente conquistada. El segundo tema, en sol mayor, es cantado por los
bajos antes de llegar a un diálogo sincopado entre las maderas de una parte y
los metales de otra. Desarrollo fundado en el primer tema, fragmentado;
finalmente, en un piano súbito, la re-exposición repite casi sin cambio los
compases de obertura y acaba con una coda de las trompas y los clarinetes en
fanfarria, seguido de réplicas, de la cuerda y las maderas alternando, en fortissimo.
Un movimiento corto que, en resumen, sólo mira la forma de concluir
brillantemente, sin desmerecer del espíritu de sencillez franca y luminosa que
anima toda la obra.
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