Ópera Estatal de Viena
Enrique I el Pajarero - Robert Lloyd
Lohengrin - Plácido Domingo
Elsa de Brabante - Cheryl Studer
Friedrich de Telramund - Hartmut Welker
Ortrud, esposa de Telramund - Dunja Vejzovic
El heraldo del rey - Georg Tichy
Coro y Orquesta de la Ópera Estatal de Viena
Director - Claudio Abbado
Enrique I el Pajarero - Robert Lloyd
Lohengrin - Plácido Domingo
Elsa de Brabante - Cheryl Studer
Friedrich de Telramund - Hartmut Welker
Ortrud, esposa de Telramund - Dunja Vejzovic
El heraldo del rey - Georg Tichy
Coro y Orquesta de la Ópera Estatal de Viena
Director - Claudio Abbado
Argumento
La acción tiene lugar en
Amberes. La época: la primera mitad del siglo X.
Acto
I
Un delicado preludio da
comienzo a esta partitura definida por el compositor cual “ópera romántica”.
Cerca de Amberes y al borde del río Escalda, el rey alemán Heinrich llamado “el
Pajarero” reúne a una multitud de guerreros de Brabante con la intención de
organizar una cruzada en contra de los enemigos húngaros. Sin embargo, previo
paso a esta campaña guerrera es necesario que el monarca ponga fin a un
conflicto.
Es el suscitado por una joven
princesa de nombre Elsa, acusada por el conde Friedrich von Telramund de haber
dado muerte a su hermano pequeño Gottfried, el heredero legítimo al trono de
Brabante. Elsa, tras un inquietante mutismo, es incapaz de defenderse. En su
lugar hace un misterioso relato en el que evoca una visión que tuvo: “en los
momentos de mayor confusión, después de la desaparición de su hermano, un
hermoso joven puro y virtuoso la reconfortó”. En ese joven pone ella ahora
todas sus esperanzas de protección. Él la defenderá de las acusaciones de
Telramund. El Heraldo Real, tras dos convocatorias con la única respuesta de un
ominoso silencio, convoca al caballero que ha de enfrentarse a un juicio de
Dios en defensa de Elsa. A la tercera llamada hace su aparición un caballero
que llega deslizándose por las ondas del Escalda en una pequeña barca
arrastrada por un cisne. El caballero
acepta defender la inocencia de Elsa a condición de convertirse luego en su
esposo y con una inquebrantable promesa: que la muchacha jamás le interrogue
acerca de su nombre ni saber de dónde procede. Elsa promete que jamás le
interrogará sobre sus orígenes.
El Heraldo anuncia las reglas
del combate y el caballero y Telramund se enfrentan. Es breve la contienda. El
desconocido arroja rápidamente al suelo a su contrincante a quien perdona la
vida. Una vez reparada la inocencia de Elsa, el pueblo aclama al triunfador,
mientras Ortrud, la esposa de Telramund, se pregunta sobre la identidad del
caballero desconocido que parece inmune a sus mágicos poderes.
Acto
II
La noche posterior, ante las
paredes del castillo de Amberes, Ortrud y Telramund, derrotados y proscritos,
están rumiando su derrota en los escalones que conducen a la vecina iglesia. El
marido acusa a la esposa de ser la causante de su vergüenza. Con calma y con
los proyectos a realizar claros y contundentes, Ortrud expone su plan vengativo
contra el desconocido y Elsa. Sabe que si aquél descubre su identidad, con ello
perderá todo su poder y únicamente Elsa podrá desenmascararlo. La pareja se
compromete a poner en práctica ese diabólico plan.
De repente, en lo alto del
castillo aparece Elsa agradeciendo a Dios la ayuda obtenida. Ortrud, con
humildad bien conseguida, logra llamar la atención de la muchacha y que ésta se
compadezca de su caída en desgracia. Elsa acaba por perdonarla y la invita a
participar en la boda que está a punto de celebrarse. Animada por tanta
confianza que le demuestra Elsa, Ortrud le inyecta las primeras dudas sobre su futuro
marido, al decirle que quizás algún día la abandone de la misma repentina
manera a como se presentó de improviso ante ella. Elsa, de momento, no parece
afectada por estas sibilinas insinuaciones. Una fanfarria de trompetas anuncia
la llegada del día. Es la señal para que se reúna toda la nobleza brabantina a
las puertas de la iglesia. El Heraldo vocea las decisiones regias: Telramund y su
esposa han de abandonar el lugar, al tiempo que Lohengrin, el defensor de Elsa,
nombrado protector de Brabante, llevará a la muchacha al altar. Cuatro pajes
convocan al cortejo nupcial. Ortrud unida al cortejo detiene a Elsa nada más la
muchacha iniciar su entrada a la iglesia. Con duras palabras acusa al caballero
de impostor, de poseer un poder maléfico a causa del cual no quiere que se descubran
sus orígenes. El estupor y la ira de los presentes sólo se calma con la llegada
del rey Heinrich quien pone término al enfrentamiento de Ortrud y Elsa. No
acaban aquí los problemas. Es ahora Telramund el que acusa al desconocido de
malas artes al no querer revelar su nombre. El aludido, Lohengrin, afirma que
sólo Elsa es la que tiene derecho a interrogarle acerca de tal cuestión. Elsa,
terriblemente afectada, demostrando la lucha interior que la agita, acaba por
declarar que su amor está por encima de toda duda y preocupación. La pareja,
aclamada por el pueblo, entra por fin en la iglesia.
Acto
III
Tras un bello, y lleno de
climax, intermedio orquestal, varias mujeres acompañan con su canto a Elsa al
interior de la alcoba nupcial. Los dos jóvenes reciben la bendición del rey
antes de que todos se retiren dejándoles a solas en la más deseada intimidad. Al
principio la pareja solo tiene palabras de mutuo amor y comprensión, pero poco
a poco en la cabeza de Elsa comienza a germinar la fatal duda que en ella
sembró la astuta Ortrud. Una idea fija parece haberse apoderado de ella: saber quién
es el caballero que la salvó de la ignominia. La tensión se recrudece y, pese a
las evasivas iniciales del ahora marido, Elsa acaba dejándose llevar por un
febril empecinamiento y finalmente hace la fatal pregunta: “¿Quién eres?”.
En esto, surgido de la
oscuridad, avanza Telramund amenazador, espada en mano. El caballero acaba con
él de un solo golpe. Luego se vuelve a Elsa y le dice que entre ellos todo ha
acabado. Ante ella y toda la corte explicará quién es y de dónde viene.
En una pradera al borde del
Escalda, al amanecer, el rey Heinrich y su pueblo se preparan para la lucha en
defensa de la tierra germánica. Son interrumpidos por la aparición de cuatro nobles portando el cadáver de Telramund. Tras
ellos aparece Elsa, pálida y apesadumbrada, en compañía de su esposo. Este no
se unirá a las tropas porque Elsa ha incumplido su promesa y su partida del
lugar es irrevocable. Delante de todos descubre quién es: se llama Lohengrin y
es hijo de Parsifal, un enviado de la comunidad que custodia en Montsalvat el
Santo Grial. Asegura que el rey saldrá victorioso de sus enemigos. En el río se
vislumbra la silueta del cisne arrastrando la barquita. Ortrud triunfante
revela entonces que Gottfried, el hermano perdido de Esla, es el cisne
transformado por sus artes. Lohengrin ora junto al río y una paloma blanca
vuela por encima del cisne que, de repente, adquiere la figura de Gottfried.
Ortrud no puede ocultar su rabia; Elsa llama a su esposo, pero Lohengrin se aleja
a través de las aguas camino de Montsalvat.
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