Reapertura del Teatro Real (Madrid, octubre de 1997)
María José Montiel, soprano
Jaime Aragall, tenor
Alicia Nafé, mezzosoprano
Alfonso Echeverría, bajo
Pilar Jurado, soprano
Vicente Sardinero, barítono
Compañía Andaluza de Danza
Orfeón Donostiarra
Orquesta Nacional de España
Luis Antonio García Navarro, director
Francisco Nieva, director escénico
Argumento
La acción se sitúa en Granada a
comienzos del siglo XX.
Acto I.- Cuadro I: Patio de una
casa humilde del barrio de Albaicín, en donde Salud espera a Paco. Fuera de
escena, se oye a los herreros de Albaicín que cantan mientras realizan su duro
trabajo (¡Malhaya el hombre, malhaya, que
nace con negro sino! ¡Malhaya quien nace yunque, en vez de nacer martillo!),
melodía que resonará como un leitmotiv
a lo largo de toda la obra. La abuela, que quiere sinceramente a su nieta, se
preocupa por ella (Salud: ¡Vivan los que
ríen! ¡Mueran los que lloran!). Aparece Paco y se une a Salud en un dúo de
amor (Tú no sabes qué susto me has dao).
El tío Sarvaor sabe que Paco está comprometido con una de su clase y de su
casta “¡Una niña bastante guapa y además mu rica!” Paco jura lealtad una vez
más a Salud. El tío se lanza furioso sobre él, pero la abuela lo detiene.
Cuadro II: La noche cae poco a
poco. Lleno de belleza y poesía, un corto interludio sinfónico describe con
voces distantes una puesta de sol en Granada.
Acto II.- Cuadro I: Una calle
de Granada. Fachada de la casa de Carmela. Se ve el patio donde se celebra una
alegre fiesta (Yo canto por soleares a
Carmeliya y a Paco y al recuerdo de sus pares… ¡Arsa niñas, y a bailar!).
Salud, enterada de la boda de Paco y Carmela, viene a la escena con Salvaor,
recordando con dolor los falsos juramentos. Observan desde la calle a través de
una ventana lo que ocurre en el patio (¡Allí
está riyendo, junto a esa mujé!…). Llega la abuela. Se oye la voz de Paco.
Salud canta desde la ventana (¡Malhaya la
jembra pobre que nace con negro sino! ¡Malhaya quien nace yunque, en vez de
nacer martillo!…). El novio desleal la oye.
Cuadro II: Patio donde se
celebra la boda. Los invitados visten con lujo. Varias parejas bailan. Paco
procura fingir alegría, disimulando su preocupación (¡Si hubiera sío más precavido! ¡Yo no he debío dejarla así!)
Carmela le observa. Salud y Sarvaor aparecen entre los invitados (¡Mirad qué gitanos! ¡Mirad qué chavala!)
Salud señala a Paco, quien deja escapar el nombre: ¡Salud! Para defenderse de
las acusaciones, Paco asegura que no la conoce (¡Mientes! ¡Echadla! Carmela: ¡Paco! ¡Por Dios!) Salud cae muerta a
sus pies, pronunciando suavemente su
nombre.
Coro, Orquesta y Ballet del Teatro Bolshoi (Moscú)
Director - Boris Khaikin
ACTO III.- En el castillo de Sandomir, en
Polonia, la princesa Marina, está siendo vestida por sus damas. Ella no presta
atención alguna a las alegres canciones que cantan sus acompañantes para
distraerla. Su pensamiento está puesto en la gloria de Polonia y espera que
Dimitri, de quien se ha enamorado, la convierta en zarina de Rusia. Su
confesor, el jesuita Rangoni, le dice que con el triunfo de Dimitri ella debe
llevar la religión católica romana a Rusia. Marina no se muestra muy dispuesta
a ello, aunque finalmente accede.
En el jardín del castillo, a la luz de la luna,
el enamorado Grigori espera a Marina. Aparece Rangoni, dirigiéndose a él como
al zarévich y pidiéndole que lo acepte como su guía espiritual. Se escucha una
polonesa; Marina, acompañada de sus huéspedes, baila con varios nobles; los
reunidos cantan el próximo triunfo de Polonia sobre los rusos. Obediente a los
consejos de Rangoni, Marina rechaza desdeñosa las palabras de amor de Dimitri y
le dice que su deber es llegar a ser zar de Rusia. Tras una breve discusión se
reconcilian. Rangoni, que desde un lugar oculto está viendo lo sucedido, se
regocija.
ACTO IV.- En Moscú, frente a la catedral de San
Basilio, el pueblo pide pan. El hambre y la peste se han apoderado de Rusia.
Borís sale de la ceremonia y se encuentra con el Inocente al que la
chiquillería le ha sustraído una moneda. El Inocente o idiota le dice que
ordene matar a los niños como ya hizo con el zarévich anteriormente. Los
guardias hacen ademán de detenerle pero Borís se lo impide. Le pide al Inocente
que rece por él, pero éste se niega, ya que la Virgen no le permite rezar por
un zar Herodes. Borís se aleja apesadumbrado.
La Duma o Consejo de Estado boyardo se ha
reunido en el Kremlin. El secretario del Consejo, Chelkalov, anuncia la
petición de ayuda de Borís para hacer frente al pretendiente, el supuesto
Dimitri. El Consejo la otorga. Shuiski, que es sospechoso de rebelión, entra, y
al darse cuenta de que Borís, observado secretamente, está temblando, declara
que ha visto al fantasma del asesinado Dimitri, y grita: Fuera niño.
Borís, con aspecto enfermizo, se levanta
tambaleante y dice unas pocas palabras. Después se sienta. Shuiski, después de
haber pedido permiso, entra acompañando a un monje que ha solicitado audiencia.
Se trata de Pimen, que dice que habiéndose quedado ciego, visitó la tumba del
zarévich asesinado, Dimitri, y quedó milagrosamente curado.
Borís se hunde. Sabiendo que su muerte está
cercana, manda llamar a su hijo y despide a los boyardos. Suenan las campanas.
Borís dice a Fiódor que desconfíe de los boyardos y que defienda al pueblo y a
la Iglesia rusa. Se escuchan voces a lo lejos, entran de nuevo los boyardos y
Borís muere.
En un claro del bosque cerca de Kromy, la turba
apalea a Kruschov, un boyardo seguidor de la causa de Borís. Entra un Idiota y
entona un cántico religioso. Unos pilluelos se ríen de él y golpean la vieja cazuela
que el Idiota lleva a guisa de sombrero. Mijaíl y Varlaam, los monjes
vagabundos, entran en escena y se ponen al frente de la turba alabando a
Dimitri. A la alabanza se unen dos jesuitas, Lavitzky y Chernikovsky, quienes
cantan en latín, pero el grupo se vuelve contra ellos y se los llevan al
interior del bosque para ahorcarlos.
Anunciado por una trompeta, entra Dimitri a
caballo. La multitud le aclama. Dimitri, entonces, grita: ¡A Moscú! Entre
bastidores se escucha la oración de los jesuitas. Todos siguen a Dimitri,
dejando solo en el escenario al Idiota que canta el infortunio de Rusia.
Coro, Orquesta y Ballet del Teatro Bolshoi (Moscú)
Director - Boris Khaikin
Ópera en un prólogo y cuatro actos, con música y
libreto de Modest Músorgski (1839 - 1881), según la tragedia homónima de
Alexander Pushkin, “Borís Godunov” trata de la coronación de Borís, de su
conciencia culpable, de las relaciones con sus hijos y de su muerte. Su
antagonista político es Grigori Otrépiev, el falsoDimitri, descrito como un monje fugitivo,
enamorado de la princesa polaca Marina y pretendiente al trono de Rusia. Otro
de los protagonistas es el Pueblo, maltratado por los cambios políticos,
obligado a mostrar su alegría y vitorear al soberano cuando lo ordenan los
soldados, deshecho por salvajes actuaciones de una justicia burda, y en donde
aparece la patética figura del Idiota.
En la primera versión Músorgski no planteaba en su ópera
ninguna trama amorosa, por lo que Marina no aparecía en ella. La versión
original (1869) constaba solamente de siete escenas; la última presentaba la
muerte de Borís y la anterior tenía lugar ante la catedral de San Basilio, en
Moscú. Allí aparecía el Idiota.
Esta primera versión fue rechazada por los
Teatros Imperiales de San Petersburgo. Músorgski entonces la amplió y revisó.
Escribió de nuevo las escenas entre Borís y sus hijos; añadió el acto polaco,
en el que ya aparece Marina; prescindió de la escena ante la catedral de San
Basilio y, después de la muerte de Borís, colocó una escena nueva, en un claro
de bosque, cerca de Kromy, situando aquí la aparición de la figura del Idiota.
La versión revisada es considerada como
definitiva (1872) y el argumento que aquí se ofrece corresponde a ella. Fue,
sin embargo, ligeramente recortada por el compositor en una partitura vocal aparecida
en 1874. Así se plantea siempre el problema de representar esta versión o la
anterior, que es más directa, sin temas amorosos. Finalmente la obra fue
estrenada en el Teatro Imperial de San Petersburgo el 8 de febrero de 1874,
teniendo una acogida fría. Posteriormente Nikolái Rimski-Kórsakoff, gran amigo
de Músorgski, hizo dos nuevas orquestaciones de la obra en 1896 y 1908 con una
instrumentación deslumbrante, que fue estrenada en París en 1908.
ARGUMENTO
La acción se desarrolla en Rusia y Polonia a
finales del siglo XVII y principios del XVIII.
PRÓLOGO.- Ante el monasterio de Novodiévichi, en
Moscú, la multitud se lamenta amargamente obedeciendo las órdenes de los
soldados. Dentro del monasterio se encuentra Borís Godunov, quien, como acaba
de declarar Chelkalov, secretario de la Duma o Consejo de Estado, no quiere
aceptar el trono, a pesar de los deseos de los nobles y del clero. Llega un
grupo de peregrinos y entra en el monasterio. Los soldados ordenan a los
congregados que se presenten ante el Kremlin al día siguiente.
Por la mañana el pueblo está congregado en la
explanada del Kremlin. Shuiski vitorea a Borís, que al final ha aceptado su
nombramiento, y que ahora se presenta ante la multitud con los atributos de
zar. Se dirige al pueblo y sus palabras revelan la turbación de su espíritu. El
pueblo le aclama.
ACTO I.- En una celda del monasterio de Chudov,
durante la noche, un anciano monje, Pimen, escribe la crónica de la historia de
Rusia. Grigori Otrépiev, un joven novicio que duerme en la misma celda, se
despierta. Pide a Pimen su bendición. El anciano se la otorga mientras se
escucha como fondo el cántico de los monjes. Ahora Otrépiev relata a Pimen un
sueño que ha tenido y que le atormenta: la multitud en Moscú le señalaba con
gesto desdeñoso. Pimen a su vez le relata cómo él mismo vio frente a la
catedral de Uglich, hace dos años, el cuerpo ensangrentado del zarévich
Dimitri, asesinado cuando era todavía un niño por orden del usurpador Borís
Godunov. Grigori queda profundamente impresionado y Pimen señala que si Dimitri
viviera tendría la misma edad que Grigori.
En una posada junto al camino, la posadera está
cantando mientras despluma un ganso. Llegan dos monjes vagabundos, Mijaíl y
Varlaam, seguidos de Grigori, vestido ahora con ropas de campesino. Los monjes
beben; Varlaam entona una chispeante canción (Una vez en la ciudad de Kazán)
que trata de las hazañas militares del zar Iván. Grigori se mantiene retraído;
tiene el propósito de hacerse pasar por el zarévich Dimitri y reclamar su
derecho al trono de Rusia, para lo cual quiere ahora atravesar la cercana
frontera con Lituania (en aquel tiempo formaba parte del reino de Polonia).
Llaman a la puerta y entran unos guardias de la
frontera, anunciando que llevan la orden de arresto para un tal Grishka
(abreviatura de Grigori) Otrépiev. Los guardias, analfabetos, dan a leer el
escrito a Grigori, que falseando lo escrito, hace una descripción de la persona
buscada que corresponde a uno de los dos monjes: Varlaam. Finalmente Varlaam
lee correctamente lo que hay escrito en la orden. Mientras tanto, Grigori ha
logrado escapar de allí.
ACTO II.- En un salón del Kremlin, Xenia, la
hija de Borís, se lamenta de la reciente muerte de su prometido. Su hermano
Fiódor, un niño, está entusiasmado con un reloj mecánico. La vieja nodriza
trata de consolar a Xenia, cantándole una canción festiva sobre un mosquito.
Después de otra canción, entonada por la nodriza y Fiódor, entra Borís. Salen
de escena Xenia y la nodriza. Fiódor, ante una esfera terráquea, muestra
orgullosamente a su padre sus extensos dominios. Mientras Fiódor habla, Borís
canta la infelicidad que le atormenta, la desgracia que presiente y cómo le
hostiga el recuerdo del asesinado Dimitri (Tengo el supremo poder).
Llega Shuiski con preocupantes noticias y Borís
le acusa de conspirador. Shuiski le informa sobre la aparición en Lituania de
un pretendiente al trono que se hace llamar Dimitri. El nombre conmociona a
Borís, que pide a Shuiski confirmación de que el príncipe Dimitri murió
realmente. Solo en la estancia, presa de agitación, Borís imagina que las
figuras mecánicas del reloj, que ahora empieza a sonar, son una visión del
joven asesinado.
Andrea
Chénier: Plácido Domingo, tenor Maddalena di Coigny: Gabriela
Benackova, soprano Gérard: Piero Cappuccilli,
barítono
La
Madelon: Fedora Barbieri, mezzosoprano
Nello Santi, director
Otto
Schenk, director escénico Ópera del Estado (Viena, 1981)
Andrea Chénier es un drama de
ambiente histórico en cuatro actos, con libreto de Luigi Illica y música de
Umberto Giordano. Fue estrenado en el Teatro alla Scala de Milán, el 28 de
marzo de 1896.
Es la más popular obra de Umberto Giordano y una de las habituales en el
repertorio de muchos teatros, y considerado como uno de los grandes autores de
la escuela verista. La ópera tiene una gran cantidad de páginas memorables con
gran número de arias y dúos famosos. Y con la intención de dar realismo a la
obra hay una gran cantidad de personajes secundarios, muy típico de las obras
veristas.
Acto I
Estamos en los prolegómenos de la Revolución
Francesa. Gérard, sirviente de la Condesa de Coigny, colabora con otros
miembros a la hora de arreglar la sala donde, en unas horas, habrá una fiesta
de la nobleza. El joven se muestra tajante con respecto a los invitados.
Observamos su cariz revolucionario en ese primera aria "Son
sessant'anni,o vecchio" en el que empezaremos a notar una estructura
del aria "in crescendo" que usará Giordano en toda la ópera; así,
llegamos a ese grito exaltado en el que manifiesta su odio a la nobleza "T'odio,
casa dorata, immagin sei d'un mondo incipriato e vano"-Te odio casa
dorada, imagen eres de un mundo empolvado y vano- que es todo un alegato desde
el principio hasta ese E l'ora della morte!!!. Tras un breve diálogo,
observamos a Bersi, otra sirviente, junto a Maddalena, hija de la condesa en el
que vemos un poco el carácter caprichoso y delicado de ella.
Ha llegado el momento de recibir a los invitados,
entre los cuales se encuentra el poeta Andrea Chénier. La fiesta ha empezado
con las típicas conversaciones acerca de la situación insostenible del país
hasta que un grupo de pastorcillos irrumpe con su toque gentil. Cuando acaba la
representación pastoral, la condesa le pide a Chénier, que se ha mostrado
taciturno durante la fiesta, que recite algo (la vostra musa tace?-
¿vuestra musa está callada?). Maddalena, que ha observado la conservación,
mediante una invocación intenta que recite una "égloga o poesía para monja
o esposa" a lo que él rechaza el ruego insistiendo que no, que "la
fantasía no atiende a ruegos". Maddalena y sus amigas, riéndose, hablan
con la condesa poniendo en duda el "arte" de Chénier...frente a él
mismo, que se muestra dolido ante semejante burla. Aquí surge el segundo gran
momento de la ópera, logrando gran fama popular: "Un dì all'azzurro
spazio" donde el tenor expone sus sentimientos y que culmina con ese
maravilloso "Amor, divino dono, non lo schernir del mondo anima e vita
è amor!" que es admirable. La fiesta continúa una vez que Maddalena y
Chénier han salido de la escena pero, no así con Gérard, que irrumpe con un
grupo de hambrientos y desarrapados. La condesa echa a Gérard de la casa junto
al resto de pobres que han estropeado la fiesta.
Acto II
Han pasado cinco años desde que acabó la historia
del primer acto y la revolución francesa ha mutado en un período terrible que
se manifiesta en una conversación entre l'Incredibile y Bersi; cuando ésta
última le pregunta si Robespierre instruye espías ("Ê ver che
Robespierre allieve spie?") ,el otro le responde cínicamente que no se
llaman espías sino "observadores del espíritu público ( "osservatori
dello spírito púbblico"); la respuesta de Bersi es convincente a
pregunta de l'Incredibile sobre si teme algo: el aria "Temer?
Perchè? Perchè temer dovrò?" es una demostración de confianza ciega a
la Revolución, cargada de ímpetu. En otra mesa del local está Roucher, amigo de
Chénier, dispuesto a ayudarle para salir de Francia ya que las cosas se han
puesto mal para al poeta al quejarse de los abusos de la Revolución y,
por ello, está amenazado. La conversación nos hace fácil el reencuentro con ese
Chénier del primer acto, especialmente en "Credi al destino?... Io
credo!..." para luego llegar a un punto más melódico y brillante a
continuación con el "Io non ho amato ancor" donde revela,
además de las ansias de ser amado, que recibe unas cartas extrañas escritas por
una mujer y su interés por saber quién es. Su amigo lee una carta y le confirma
que es una carta de una mujer maravillosa en "Questo gentil biglietto"
pero le sigue instando a aceptar el pasaporte, recordándole que es una mujer de
la nobleza. Chénier se desespera y decide partir olvidando ese "bel
sogno”. Mientras tanto, cerca de ahí, se aglomera la gente con Gérard al
frente. La escena es sobresaliente ("Viva Robespierre,evviva!) y
con un desarrollo separado hasta unirse al final. Por una parte, Gérard insta a
l'Incredibile para que busque a una mujer describiéndola de forma excepcional
al par de la música; por la otra, Roucher y Chénier siguen observando de forma
apartada, esperando conocer a la desconocida...que es la misma que, por cierto,
busca Gérard. Es uno de los grandes momentos de este segundo acto. Bersi,
espiada por l'Incredibile, le pide a Chénier que espere a una mujer amenazada,
a lo que Roucher le comenta que puede ser una trampa; el poeta decide
esperarla, deseando que sea aquella que le escribía esas extrañas cartas.
Se ha dispersado el grupo y la escena queda sola
hasta la llegada de Maddalena. El poeta ignora quién es la desconocida pero se
dirige hacia ella. Ella le revela quién es con esa melodía conocida para él en
el primer acto. En efecto, la joven que, cinco años antes, se burlaba de él en
una fiesta, le pedía ayuda. Estamos en el primero de los dos dúos que
sostendrán ambos personajes. En este primero, el aria de ella "Eravate
possente" siguiendo el estilo establecido por Giordano, alcanza su momento
cumbre en ese final "Son sola e minacciata! Son sola al mondo! Ed ho
paura!" en el que revela su sufrimiento y cómo pensaba en el buen
hombre que la defendería, aún después de haberle ofendido en su momento.
Después de este aria, Chénier sigue la conversación de forma acogedora; aunque
es corta, es extremadamente sensible con ese "apocalíptico" "fino
alla morte,insieme!" que recuerda amargamente a ese dúo final de la
ópera. La llegada de Gérard interrumpe esta escena con intención de arrebatar a
Maddalena. El poeta ruega a su amigo Roucher que la salve mientras que él se
queda luchando con Gérard, que desconoce quién es aquel que estaba combatiendo
con él hasta que cae herido; reconoce, al final, a Chénier y le pide que salve
a Maddalena, que huya porque ya está condenado por Fouquier-Tinville. La gente
exaltada, que ha visto a Gérard herido en el suelo, le pregunta quién le
ha herido, a lo que él afirma que no sabe mientras Mathieu acusa a los
Girondinos.
Acto III
La escena se desarrolla en el Tribunal
revolucionario donde Mathieu se dispone a motivar al pueblo para que aporten
dinero e hijos para el ejército ya que, como él dice, la patria está en peligro
por aquellos que están contra la revolución ("Dumoriez, traditore e
giacobino"). La llegada de un reestablecido Gérard exalta más al
pueblo a base de palabrería cargada de emotividad hacia la patria ("Lacrime
e sangue dà la Francia"), que consigue que el pueblo aporte sus
pertenencias y una mujer entregue a su nieto para que entre en el ejército.
Una vez se ha dispersado el tribunal, l'Incredibile
se acerca a Gérard y le comunica que Chénier está detenido y que lo utilizará
como cebo para que Maddalena llegue hasta él ("Donnina innamorata"..."mujercita
enamorada").Cuando el espía le pide que se acuse al poeta para ser juzgado
ante Fouquier -Tinville, Gérard duda pero, al final, empieza a cavilar. En este
punto, se llega a uno de los fragmentos más importantes y reconocidos de esta
ópera como es el aria "Nemico de la patria?" donde siente que
su celo revolucionario se nutre de celos y apasionamiento cuando antes lo era
por sus ideales . Firma el acta de acusación y el espía se aleja. En ese
momento llega Maddalena y se inicia un dúo en el que Gérard recuerda, como en
el pasado, estaba enamorado de ella desde que era pequeña (él era sirviente en
la casa de su madre) en un emotivo "Io t'ho voluto allor che tu piccina"
que va degenerando hasta llegar a una situación en la que ella ofrece su cuerpo
para salvar a Chénier de una muerte segura; la exclamación de él se queda
reducida a la nada ante el relato de Maddalena "La mamma morta"
donde se observa una primera parte narrativa con un tono abatido -la muerte de
su madre, el incendio de su casa y su soledad junto a Bersi- y una segunda
conmovedora que alcanza brillantes momentos, destacando ese final- "Ah,io
son l'amore, io son l'amore,l'amore!"- uno de los grandes arias para
soprano. Sus palabras finales cambian el tono amenazador de Gérard, que siente
que ha cometido una gran injusticia y que está dispuesto a tratar de salvarlo
ya que es difícil librarlo de las garras del tribunal
Se abre la sala de tribunal para realizar el juicio
a los acusados y se observa una aglomeración de gente que acude a verlos. Con
el silenzio! de Mathieu empieza el juicio mediante el llamamiento de los
acusados, uno a uno; cuando llega a Chénier, Fouquier- Tinville expresa los
cargos contra el poeta que expresó Gérard al principio de su "nemico de
la patria?" a lo que Chénier, indignado, interrumpe al juez y se
defiende valientemente ("Sí,fui soldato" ) llegando a momentos
de exaltación. Cuando el juez pide testimonios, aparece Gérard confesando la
falsa acusación pero aquel sigue aceptando la acusación como válida, provocando
la rabia contra el magistrado por parte del antiguo sirviente ("Qui la
giustizia ha nome Tirannia") mientras que el pueblo asistente al juez
observa atónito la situación. La escena es inquietante con un Gérard, fuera de
sí, reclamando justicia a favor de Chénier pero poniéndose en contra al juez y
al pueblo ("Odila, o popolo, là è la patria"). Sin embargo, la
sentencia fue la esperada: muerte al poeta y desesperación de Maddalena, que
asistía al juicio oculta ("Andrea,Andrea,rivederlo!")
Acto IV
En el calabozo están Chénier y Roucher, su amigo
que está de visita. El poeta ha terminado de escribir unas líneas y las lee. Es
un aria que no goza de la popularidad de su primera gran aparición pero también
es de gran belleza con momentos como el final "Sia! Strofe,ultima dea".
Se despiden ambos amigos porque la ejecución es próxima pero aún queda una
sorpresa: Gérard lleva a Maddalena ante el poeta sobornando, previamente, al
carcelero Schmidt para que ella ocupe el puesto de una condenada. Chénier queda
sorprendido ante la visita de ella mientras que Gérard elogia el modo de amar,
el modo de desear morir ante su amado poeta con un ahogado "O
Maddalena,tu fai della morte,la più invidiata sorte!"- O, Maddalena,
haces de la muerte la más envidiada suerte- . El reencuentro es sobrecogedor
con ese dúo dividido en dos partes; en la primera parte, el poeta desconoce el
sacrificio de ella y la habla como si fuera su último encuentro hasta que ella
le dice que está para morir con él; en la segunda parte, ellos están contentos
con su final puesto que lo compartirán juntos ("La nostra morte è
triomfo de l'amor!") en un tono que va conforme al estado de ánimo de
los dos y que se resume en ese final "Viva la
morte...insiem!", expresado por ambos, cuando el carcelero nombra a
los condenados. Baja el telón mientras ellos salen del calabozo, camino de la
guillotina.
En una de las arias más conmovedoras de la literatura
operística, Butterfly ("Cio-Cio-San") le expresa a su criada Suzuki
la esperanza de que su marido, Benjamin Franklin Pinkerton, teniente de la
marina norteamericana regrese junto a ella.
Gala de Inauguración de la Ampliación del Teatro Mariinski
(2 de mayo de 2013)
Boris Godunov,
monumental obra completada en 1868 y estrenada en 1874 después de importantes
modificaciones, presenta un tratamiento de los coros muy original desde el
punto de vista musical y dramático y ha sido muy admirada por su enfoque
psicológico y su evocación del pueblo ruso.
En 1896 esta obra fue
reorquestada y rearmonizada por Rimsky-Kórsakoff en la versión más conocida hasta
hace algunos años, si bien existen otras versiones, por ejemplo la de Dimitri
Shostakóvich. Aunque la intención de Rimsky-Kórsakoff fuera loable, eliminó
muchos de los detalles armónicos y orquestales considerados hoy como los más
interesantes y característicos de esta obra, por lo que actualmente los
directores optan por interpretar la obra original de Músorgski.
La ópera trata de la coronación
de Boris, su conciencia culpable, las relaciones con sus hijos y su muerte, así
como de Dimitri, que aquí es descrito como un monje fugitivo, sus relaciones
con la princesa Marina y su pretensión al trono. Otro de los protagonistas es
el Pueblo, maltratado por los cambios políticos, obligado a alegrarse y
vitorear cuando lo ordenan los soldados, deshechos por salvajes actuaciones de
una justicia burda, y en donde aparece la patética figura del simple (o el
idiota).
La escena de la Coronación se
desarrolla en el Prólogo de Borís Godunov. Ante el monasterio de Novodevichy,
en Moscú, el pueblo, obedeciendo las órdenes de los soldados, se lamenta
amargamente. Dentro del monasterio se encuentra Boris Godunov, quien como acaba
de declarar Schelkalov, secretario del Consejo de Estado, no quiere aceptar el
trono, a pesar de los deseos de los nobles y del clero. Llega un grupo de
peregrinos y entra en el monasterio. Los soldados ordenan a los congregados que
se presenten ante el Kremlin al día siguiente.
Al siguiente día el pueblo está
congregado en la explanada del Kremlin. Shuisky vitorea a Boris, que al final
ha aceptado su nombramiento, y que ahora se presenta ante la multitud con los atributos
de zar. Se dirige al pueblo y sus palabras revelan la turbación de su espíritu.
El pueblo le aclama.
La donna è mobile (“La
mujer es voluble”) es la canzonetta del Duca di Mantova en el tercer acto de la
ópera Rigoletto (Giuseppe Verdi, 1851).
Se trata de la canción que el tenor entona en el último acto de la ópera. Su
texto desarrolla algunos versos de Victor Hugo en El rey se divierte.
Es uno de los más populares fragmentos
operísticos debido a su facilidad de memorización y a su acompañamiento
bailable. Se cuenta que Verdi fue celoso de su difusión hasta el estreno en el
teatro La Fenice de Venecia, porque quería preservar la sorpresa.
La donna è mobile, qual piuma al vento,muta d'accento, e
di pensiero. Sempre un amabile, leggiadro viso,
in pianto o in riso, è menzognero.
La donna è mobile, qual piuma al vento,
muta d'accento, e di pensiere.
È sempre misero, chi a lei s'affida,
chi le confida, mal cauto il core!
Pur mai non sentesi felice appieno
chi su quel seno non liba amore!
La donna è mobile, qual piùma al vento,
muta d'accento e di pensier!
La mujer es voluble, cual pluma al viento,
cambia de palabra y pensamiento.
Siempre su amable, hermoso rostro,
en llanto o risa, es engañoso.
La mujer es voluble, cual pluma al viento,
cambia de palabra y pensamiento. ¡Siempre es desgraciado
quien en ella confía,
Orquesta y Coro del Festival de Bayreuth Giuseppe Sinopoli, director
Wolfgang Wagner, director escénico y decorados
Grabación en vivo del Festival de Bayreuth, 1998.
El 14 de Abril de 1.865 Wagner escribió
a Luis II: "Hoy es Viernes Santo, otra vez. ¡Oh día bendito, el día más
lleno de significado del mundo! ¡Día de Redención! ¡El sufrimiento de Dios!
¿Quién podría expresar toda su enormidad? (…) Un Viernes Santo cálido y soleado
me inspiró con sus sensaciones sagradas a que escribiera Parsifal, que desde aquel día ha vivido y crecido dentro de mí como
un niño en el vientre de su madre". En el corazón de Parsifal radica la sobrecogedora paradoja que permite al rito de la
primavera ya a la agonía divina coexistir en un único día, y ese doble mandato
permite a Wagner reemplazar el "Oficio de las Tinieblas" con una
música coral en la que muerte y resurrección, naturaleza y el hombre-Dios están
mezclados.
Acto I
Un claro del bosque en los dominios de Monsalvat, el territorio de los
Caballeros del Grial. Está amaneciendo. El sonido de trombones llama a
Gurnemanz y los escuderos que duermen en el bosque, a rezar. Todos deben
prepararse para el baño del Rey Amfortas, de quien los exploradores, traen
malas noticias. Aparece una figura extravagante, con el cabello enmarañado,
como si llegara de un exhausto viaje: se trata de Kundry quien, desde las
profundidades de Arabia trae un bálsamo para aliviar el sufrimiento del Rey. Entonces
llega el resto de la procesión. Amfortas es llevado en su litera, Gurnemanz le
entrega el frasco traído por Kundry, pero ella, que insiste en permanecer en
silencio, rechaza toda muestra de agradecimiento. Su actitud apenas sorprende a
los escuderos quienes están dispuestos en ver en ella al culpable de la
desgracia del Rey. Gurnemanz les saca de su error: desde el día en que Titurel,
el fundador de Monsalvat, la encontró casi sin vida entre la maleza, ella ha
servido siempre al Grial. Sin embargo, los hechos demuestran que cada una de
sus ausencias ha coincidido con alguna desgracia de los Caballeros. Ante la
mirada atenta de los pajes, Gurnemanz deja que sus pensamientos se llenen de
recuerdos.
Hace mucho tiempo había dos tesoros en
Monsalvat: el Grial, el cáliz sagrado donde se recogió la sangre del Salvador,
y la Lanza que le hirió en el costado. Fueron entregados a Titurel, padre de
Amfortas, para que los guardara. Construyó Monsalvat y allí organizó una Orden
de Caballeros. Klingsor exigió ser admitido. Incapaz de controlar su propia
libido, se castró a sí mismo, y con desprecio fue expulsado de la Orden.
Exiliado al desierto, por arte de magia Klingsor construyó allí una tierra de
placeres, repleta de flores diabólicas, y desde entonces, intenta atrapar allí
a los Caballeros para conseguir su reino. Cuando Titurel, ya anciano, entregó
la insignia de soberano a Amfortas, éste en el ardor de la juventud, intentó
combatir al diablo de Klingsor, a cuyo reino se dirigió llevando la Sagrada
Lanza con él. Pero fue, seducido por una mujer, una flor del infierno y la
lanza cayó en poder de Klingsor quien se la clavó a Amfortas en el costado
provocándole una herida que sólo la propia lanza puede curar. Todos aquellos
que intentaron recuperarla de manos del brujo, también han sucumbido. Sin
embargo, el Grial ha profetizado que un día llegará un hombre puro y gran
conocedor de la pena. Los escuderos repiten la profecía con
devoción, y entonces un cisne herido cae en el claro del bosque. Orgulloso de
su arco y de sus flechas, un joven se jacta de ser el autor de tan buen
disparo. Más Gurnemanz le hace apenarse haciéndole ver el dolor angustioso de
la hermosa ave herida. El joven no sabe porque ha disparado, ni quién es ni de
donde procede. Sólo sabe que su madre se llama Herzeleide. Kundry se le acerca
en silencio, ella sabe que el muchacho al alejarse de su madre, la ha puesto en
peligro dejándola sola y Herzeleide ha muerto. Temblando de furia, el joven
parece dispuesto a matar a Kundry, pero se desmaya del impacto recibido. Kundry
logra despertarlo con un poco de agua del manantial, y después se vuelve a la
maleza para dormir como un perro. Mientras tanto, el Rey ha vuelto de su baño.
Como haría un buen padre, Gurnemanz invita al joven desconocido a presenciar la
celebración del Grial. Se pasa del claro del bosque a una gran
sala donde los Caballeros esperan la llegada de Amfortas para celebrar el
sacrificio. Titurel le invita a hacerlo. Antes de morir, querría ver el Grial
al descubierto, ya que es lo que le mantiene vivo. Pero Amfortas se niega a
acceder: el Grial le da la vida a él también, y para él la vida es un tormento. El oráculo desciende una vez más desde
la cúpula: un hombre puro llegará, conocedor de la pena. Amfortas,
transfigurado, descubre el Grial. Una vez más, su herida vuelve a sangrar. Se
lo llevan, y la procesión abandona la sala. Parsifal sin decir palabra, y sin
aparentemente haber entendido nada, lo ha visto todo. Gurnemanz lo echa un poco
de malas maneras, ¡Dejad que el ganso, vaya a buscar su gansa y deje en paz a
los cisnes!
Acto II
El Castillo mágico de Klingsor, El brujo
se halla en su torre, ante su espejo mágico. Ya ha llegado la hora: ve al loco
joven dirigiéndose a su castillo de placeres. Debe despertar a la esclava de su
encantamiento: es Kundry que se despierta con un grito animal ante la llamada
del brujo. Desearía dormir para siempre. Desafiar a Klingsor, el mutilado, pero
el vence: pronto él será el dueño no sólo de la Lanza sino también del Grial.
El apuesto joven, quien habrá de sucumbir, se acerca. Con un grito de dolor,
Kundry se dispone a llevar a cabo su misión. La torre deja paso a un jardín de
placeres donde las Muchachas Flor dan la bienvenida al joven, provocándole,
después de que haya vencido a todos los guardas. Más el permanece insensible a
sus sensuales provocaciones.
Pero entonces, una voz mucho más dulce
le llega de entre ellas y lo deja paralizado. Ha pronunciado su nombre:
Parsifal, así era como su madre le llamaba. Kundry despide a las Muchachas Flor
y le habla a Parsifal de su madre, quien ha muerto de pena después de que él la
abandonara. Lleno de resentimiento, Parsifal cae al suelo junto a Kundry. Ahora
puede conocer el amor que su madre conoció y recibir de la mensajera del brujo
su primer beso de amor, como una última bendición materna. Pero cuando se
abrazan, Parsifal se separa de un salto: ha aparecido en su mente la herida de
Amfortas, y bajo la sangre ardiente ha visto el lamento del Salvador. Empuja a
Kundry a un lado después de darse cuenta del engaño. Entonces Kundry le suplica
que se apiade de ella ¡Hace tanto que le espera! Una vez, en su camino lleno de
sufrimiento, ella se encontró con el Salvador y se rió de él. Desde entonces,
no puede deshacerse de esa risa a menos que consiga seducir alguna víctima a
pecar. Ella debe ser amada y redimida. Parsifal se indigna ante tal blasfema.
Ahora lo ve todo con claridad. Quiere volver a Amfortas. Ella le promete
enseñarle el camino de vuelta, a cambio de que Parsifal le conceda una hora de
amor. Rechazada, embriagada de furia, Kundry convoca a todos los caminos del
mundo para que se cierren ante él que la ha despreciado. Klingsor intenta matar
al incauto joven con la Lanza, pero Parsifal logra quitársela y, haciendo la
señal de la cruz, pone fin al encantamiento del castillo de Klingsor.
Acto III
Un claro en el bosque. Es
primavera, Gurnemanz ya es anciano. Vive como ermitaño en la frontera del
territorio. Un quejido atrae su atención. Suena como el lamento de una bestia
salvaje. Se trata de Kundry, que ha vuelto de nuevo, rígida y tiesa como si
estuviera muerta. Gurnemanz la despierta y la consuela. Ella sólo quiere
servir. ¡Pero el Grial ya no es lo que era, y apenas hay mensajes que llevar!
¿Quién es este que se acerca ahora, con armadura negra y una lanza en su mano?
Se detiene, clava la lanza en la tierra y se arrodilla, Gurnemanz le reconoce:
es el que hace mucho tiempo disparó al cisne. ¡Y la lanza ha vuelto!
Su camino ha sido arduo: una maldición
le hacía siempre perderse por los caminos. Pero ha llegado para que Gurnemanz
le diga: Amfortas desea morir incluso aún más; ya no celebra el Grial, privados
del consuelo divino, los Caballeros han entrado en declive; Titurel ha muerto.
Exhausto, física y emocionalmente, Parsifal está a punto de derrumbarse. Kundry
ha ido a buscar agua del manantial para lavarle los pies. Ahora Gurnemanz debe
derramar el agua pura sobre su cabeza. Después, los tres se dirigirán a
Monsalvat, donde Amfortas debe descubrir el Grial por última vez para el
funeral de su padre. Kundry ha untado los pies de Parsifal con un bálsamo y se
los ha secado con sus cabellos. Así Parsifal se convierte en Rey. Como primer
acto de su mandato bautiza a Kundry. Con la cabeza inclinada hacia adelante,
Kundry llora, y Parsifal observa con emoción la belleza de la pradera que le
sonríe. Se trata del encantamiento del Viernes Santo: el rocío sobre las
flores, las lágrimas del pecador, la sangre del Salvador. Las campanas del
medio día replican. Es hora de irse.
En lugar de celebrar el oficio sagrado,
Amfortas se lamenta y se maldice a sí mismo. Fue él quien causó la ruina de su
padre. ¡Que el sagrado Titurel interceda con el Salvador para que así el
pecador pueda morir por fin! Los caballeros le apremian para que descubra el
Grial. Con un dolor delirante, se niega a hacerlo. Se desgarra las ropas y
muestra la herida que sangra, incurable. ¡Que le maten y el Grial volverá a la
vida!
Parsifal se ha adelantado. Sostiene la lanza que tiene
el poder de curar la herida que ella misma ha provocado. Toca a Amfortas con
ella. Parsifal descubre el Grial. Kundry cae al suelo, muerta. Todos se
arrodillan para rendirle honores reales.