Peter Glossop, barítono
Orquesta Filarmónica de Berlín
Herbert von Karajan, dirección escénica y musical
Otello es una ópera en cuatro actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Arrigo Boito, a partir de la obra homónima de Shakespeare. Es la penúltima ópera de Verdi, estrenada en el Teatro alla Scala de Milán, el 5 de febrero de 1887.
Acto
II, Dentro del castillo, una cámara cercana al jardín.
Yago sugiere a Cassio que pida a
Desdémona hablar a Otelo sobre su degradación, porque Desdémona puede influir
en su marido para devolverle el puesto (Yago, Cassio: Non ti crucciar /
"No te preocupes"). Desdémona y Emilia caminan por el jardín, Cassio
se acerca a Desdémona. Mirando desde su habitación, Yago lanza sus creencias
nihilistas en un bien conocido credo (Credo in un Dio crudel / "Creo en un
Dios cruel").
Verdi siempre fue consciente de
que el libreto era la base de la construcción de una ópera. Por ello, trabajaba
con cuidado todos los detalles del texto, huyendo de los formalismos del género
y buscando la efectividad escénica. Su obsesión por no incluir cabalettas es buena muestra de su lucha
contra estas tradiciones que forzaban la lógica dramática. Esta visión le había
llevado a mantener una posición de superioridad con sus libretistas, eligiendo
él los temas, esbozando el desarrollo dramático e incluso rectificando los
versos.
El caso de Piave es bastante
claro en este sentido: un escritor sin experiencia teatral que se plegaba con
facilidad a las exigencias del compositor, convirtiéndose en un eficaz ayudante
y colaborador. En el proceso de creación de La
forza del destino, Verdi rechazó sus primeros versos protestándole con su
habitual contundencia: “Por el amor de Dios, mi querido Piave, pensemos bien.
Así no se avanza, y resulta imposible apañarse con este drama. El estilo lo
quiero más abreviado. La poesía puede y debe decir todo lo que dice la prosa
con la mitad de las palabras: hasta ahora no lo has hecho”.
Durante el trabajo con Aida, le reprochó al libretista
Ghislanzoni, de una manera más didáctica, la convencionalidad de su escritura,
explicándole la necesidad de buscar una parola
scenica, un texto más conciso que produjese mayor efecto teatral sin tener
en cuenta las reglas de la poesía. Como expresó en una carta, “tanto el poeta
como el maestro deben tener el talento y el valor de no hacer ni poesía ni
música”.
Con Boito la situación fue muy
diferente. Su moderno concepto del drama lírico sintonizaba muy bien con las
inquietudes del maestro y, por primera vez en su trayectoria, Verdi encontraba
un escritor que le ayudaba y al que no tenía que estar explicándole
constantemente sus puntos de vista, pues a sus dotes poéticas unía sus
conocimientos musicales. De hecho, Boito aplazó el proyecto de su ópera Nerone, convencido de que su misión en
la historia de la ópera sería reactivar el genio verdiano por nuevos caminos
creativos.
En una carta al comienzo del
trabajo en Otello, era el propio
Boito el que expresaba estas ideas:
“Una ópera no es una obra de teatro;
nuestro arte vive de elementos desconocidos en la tragedia hablada. Una
atmósfera que ha sido destruida puede ser creada de nuevo. Ocho compases son
suficientes para restaurar un sentimiento de vida; un ritmo puede reestablecer
un carácter; la música es la más poderosa de las artes; tiene lógica por sí
misma —más libre y más rápida que la lógica del pensamiento hablado, y mucho
más elocuente. Tú, Maestro, podrías con un simple golpe de tu pluma reducir los
más convincentes argumentos de tus críticos al silencio”.
De esta manera, el trabajo en Otello fue muy estrecho, no limitándose
el libretista a ofrecer un texto cerrado para poner en música. Continuó durante
todo el proceso de composición de la partitura, con constantes diálogos y
sugerencias mutuas. Verdi compuso con el gran entusiasmo que se refleja en
muchas de sus cartas, como esta de 1884, escrita tras recibir el texto del
famoso Credo de Iago:
“Querido
Boito: ya que no quieres, no te diré gracias, sino que diré bravo. Bellísimo
este Credo; potentísimo y shakespeariano por todas partes. Naturalmente
deberéis unirlo con algún verso a la escena precedente entre Cassio y Iago;
pero en esto pensaremos más tarde. Mientras tanto, sería bueno dejar un poco
tranquilo a este Otelo, que es también nervioso, como nosotros mismos: vos
quizás más que yo. Si más adelante vinieseis a Sant’Agata como me habéis
prometido, podríamos hablar de estas cosas de nuevo, con la calma necesaria.
Dejemos por tanto estas inquietudes, y con los saludos de Peppina [Giuseppina Strepponi] os digo siempre
Vuestro
afectuoso Giuseppe
Verdi”.
El epistolario entre ambos nos
muestra un fino trabajo en todos los detalles de la ópera, buscando un producto
redondo y eficaz, tanto musical como dramáticamente. Una buena muestra es la
sugerencia que hace Verdi para la escena inicial sólo pocos meses antes del
estreno:
“Sabed
que la tempestad (musicalmente hablando) continúa durante la entrada de Otelo y
hasta el coro de versos senarios. Hay demasiados versos en el solo de Otelo, y
la tempestad se interrumpe. Me parece que la escena no perdería nada
reduciéndola a cuatro versos, y se podría hacer entonces una frase para [el
tenor] Tamagno de mayor efecto”. El resultado es una de las más famosas
entradas para tenor de toda la historia de la ópera con el poderoso ‘Esultate’,
que —a pesar de su brevedad— muestra el valeroso carácter inicial del personaje
(lo que establecerá un punto de referencia para su progresiva caída a lo largo
del resto de la obra).
La ayuda de Boito permitió por
fin al compositor encontrar el modo de llevar la fuerza y complejidad
shakespeariana a la ópera, y el resultado fue un libreto que reúne por igual
una sugerente carga poética y la necesaria efectividad teatral, con una moderna
concepción de la dramaturgia operística que Verdi llevaba buscando toda su
carrera: un auténtico drama lírico a la italiana, que tendrían ocasión de
desarrollar con mayor originalidad aún en Falstaff.
Boito sacrificó hasta cierto
punto su propia carrera compositiva por Verdi. Su proyectada ópera Nerone le perseguiría hasta el final de
sus días en 1918 sin llegar a concluirla. La partitura sería completada
póstumamente para su estreno en 1924, con la dirección de Toscanini y
protagonizada por el gran tenor Aureliano Pertile. El propio Verdi le había
animado sin éxito en numerosas ocasiones a que la terminase, lamentando que su
colaboración distrajese a Boito de su gran proyecto operístico. En realidad,
Boito se sentía preso del confuso eclecticismo de fin de siglo que su limitada
capacidad creativa no le permitió superar. Pero con Verdi encontró la
oportunidad de desarrollar sus inquietudes creativas, reactivando a su vez el
genio verdiano con la fuerza del drama shakesperiano. Un camino que
sorprendentemente convirtió al más anciano de los compositores en el modelo de
la nueva ópera italiana.
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