miércoles, 1 de mayo de 2013

Richard Wagner: La Walkyria

 
Director escénico: Harry Kupfer
Director: Daniel Barenboim
Siegmund: Poul Elming
Sieglinde: Nadine Secunde
Brünnhilde: Anne Evans
Wotan: John Tomlinson
Hunding Matthias Hölle
Fricka: Linda Finnie
Gerhilde: Eva Johansson
Ortlinde: Ruth Floeren
Waltraute: Shirley Close
Schwertleite: Hitomi Katagiri
Helmwige: Eva-Marie Bundschuh
Siegrune: Linda Finnie
Grimgerde: Birgitta Svendén
Rossweisse: Hebe Dijkstra
 
Orquesta del Festival de Bayreuth
Decorados: Hans Schavernoch
Vestuario: Reinhard Heinrich
 
El Anillo del Nibelungo   (“Der Ring des Nibelungen”) es el título de la Tetralogía que Wagner comenzó a escribir en 1851. Planteada como una saga mitológica que supone el paso de la Alemania pagana a la cristiana (lo que le valió la enemistad de Nieztsche, por su asunción de la fe cristiana, contraria a su teoría del superhombre). Consta de un Prólogo, El oro del Rin, y tres Jornadas, La Walkyria, Sigfrido y El ocaso de los dioses, que compuso en orden inverso. Aquí aparecen por fin reunidas todas las innovaciones que ha ido introduciendo en sus anteriores óperas, culminando el proceso de creación del “drama musical” germano. Wagner se basó en la mitología nórdica para escribir el libreto y concretamente, en el caso de La Walkyria, se inspiró en la saga de los velsungos. En la mitología nórdica, as walkyrias, son las hijas de Wotan, el dios de los dioses, que tienen como misión defender el Walhalla, la morada de los dioses, a donde llevan el alma de los héroes caídos en batalla para su descanso y para prepararse para la batalla del fin del mundo.
La Walkyria es una ópera en tres actos estrenada, independientemente del ciclo, en el Teatro de la Corte de Múnich en 1870 es, sin duda, la pieza más popular de la tetralogía, “una obra subidamente romántica con amores incendiarios, trágicas muertes y un final de una intensidad lírico-dramática hasta entonces insospechada”, al decir de Ángel-Fernando Mayo. Considerada una “puerta de entrada” al Wagner más grande, está centrada en una profunda reflexión sobre el amor –entre Sigmundo y Siglinda, hermanos y símbolos de la más perfecta unión entre seres humanos; o entre el dios Wotan y su hija predilecta, Brunilda, con la que entrará en un fuerte conflicto símbolo de su inestabilidad interior- y las tensiones entre los caracteres divino y humano.
ARGUMENTO
Acto I
Interior de la morada de Hunding. Zona montañosa y agreste. Cima de un peñasco.
Durante una violenta tempestad, un desconocido, agotado y perseguido, encuentra refugio en la cabaña de Hunding, donde su esposa, Siglinda, le alivia sus heridas. El desconocido y Siglinda lo ignoran, pero ambos son hermanos, hijos del dios Wotan y una mujer humana, pero Siglinda fue raptada por el cazador Hunding y obligada a casarse con él. Fue precisamente durante esa boda, que un viajero misterioso –Wotan, disfrazado- clavó una espada en el fresno de la cabaña destinada, exclusivamente, a su hijo
Al regresar a casa Hunding y preguntarle éste al desconocido por su procedencia, rápidamente se hace visible que ambos hombres son enemigos mortales, pues Hunding reconoce en él al hombre que ha estado persiguiendo en el bosque. Hunding accede a dar cobijo al desconocido por una noche, pero a la mañana siguiente lo retará a un duelo a vida o muerte. El desconocido, que en realidad es Sigmundo, se queda a solas con Siglinda, quien ha dormido profundamente a Hunding con una pócima. En el encuentro, ambos se reconocen gemelos y, arrastrados por un amor incipiente y después de que Sigmundo, sin dificultad, arranque la espada del fresno, deciden huir arrastrados por un éxtasis amoroso.
Acto II
Wotan observa feliz la unión de sus hijos desde una atalaya divina Fricka, diosa del hogar y el matrimonio, se queja a Wotan, su esposo, por proteger la relación incestuosa de sus hijos, pero Wotan replica que la unión con Hunding fue forzada, mientras que esta es un fruto sincero y espontáneo. La respuesta enfurece a Fricka, que acusa al dios de la ley de apoyar a un transgresor de las normas matrimoniales y exige a Wotan que retire su protección a Sigmundo. Wotan, atribulado, pierde la batalla dialéctica con su esposa. Wotan, abatido, confiesa a su hija predilecta, Brunilda, la historia del anillo y la situación de alarma en la que se halla el Walhallasi el nibelungo Alberich logra recuperarlo. Wotan confiesa que había creado un linaje, el de los Welsung, para recuperarlo, pero que la interferencia de Fricka desmonta sus planes destinados a que un héroe espontáneo recuperara el anillo. Brunilda, afectada, le expresa a Wotan su disconformidad con su renuncia, pero éste se enfurece y le ordena que deje morir a Sigmundo. Brunilda acata la orden y, en un encuentro con Sigmundo, le anuncia solemnemente su muerte, aunque será trasladado al Walhalla adonde, sin embargo, Siglinda no podrá acompañarle. Entonces Sigmundo renuncia al Walhalla y se niega a confiarle a Siglinda a Brunilda, quien a su vez decide desobedecer a Wotan, haciendo vivir a la pareja y anunciándole a Sigmundo que ella, que cae en un profundo sueño, está embarazada de él. Sigmundo, protegido por el escudo de Brunilda, se enfrenta a Hunding, pero Wotan interpone su lanza, la espada se rompe en dos y Sigmundo es herido mortalmente. Brunilda toma a Siglinda, la monta en su caballo y recoge los restos de la espada. El desprecio de Wotan, sumido en mayor dolor por la muerte del héroe, fulmina a Hunding. Wotan, enfurecido, sale en persecución de su hija, la walkyria Brunilda.
Acto III
Las walkyrias, montando sus corceles, llegan en cabalgata hasta la cima de una montaña, donde esperan a Brunilda, quien les pide que la protejan de la ira de Wotan, que la persigue por los aires. Siglinda, a su vez, le pregunta por qué no la dejó morir junto a su amado, a lo que Brunilda responde que está embarazada del que será el más excelso de los héroes: Sigfrido. Las walkyrias se niegan a ayudar a su hermana y Brunilda indica a Siglinda que huya al bosque donde, en una cueva, Fafner custodia el tesoro del Nibelungo junto al anillo. Siglinda huye y llega Wotan, que le anuncia a Brunilda su castigo: con un beso, la desposeerá de su carácter divino dejándola a merced de los mortales. Brunilda implora y conmueve el corazón de Wotan, que finalmente condena a Brunilda a permanecer dormida protegida por un círculo de fuego que sólo será capaz de atravesar el más valiente de los héroes.
 

 
 

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