Orquesta Sinfónica de Chicago
Daniel Barenboim, director
En 1915 Falla
concibe una “obra rara, nueva”. Es El amor brujo, que tiene a su favor el ambiente
propicio del teatro de arte de Martínez Sierra y sus novedades escénicas.
Máscaras, escenas giratorias y trucos como el del espectador-autor sirven de
inspiración a nuevos autores y entre ellos a García Lorca, Luis de Tapia,
Jacinto Grau, Manuel Abril; al trabajo de compositores de la talla de Turina,
Conrado del Campo, Luna; y de escenógrafos como Junyent, Mignoni, José de
Zamora, Fontanals, Barradas y Burman.
Allí, rodeado de una economía de medios encomiable y amparado por el simbolismo
escénico que dibuja el canario Néstor Fernández de la Torre , Falla descubre la posibilidad
de hacerse “místico”. Podría haberse conformado con recrear el asunto amoroso
que afecta a la “gitana”, pero sabe bien que lo relevante es el encantamiento,
el conjuro, las “danzas más o menos rituales” (no directamente populares), la noche,
el amanecer y las campanas. Un catálogo de elementos que “expresan el alma del
raza”. Algo que le permite “vivir la obra en gitano, sentirla hondamente”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.