Elisabeth Leonskaja, piano
Israel Philharmonic Orchestra
Paavo Järvi, director
Paavo Järvi, director
En la época en que Brahms inició sus actividades compositivas, que fue en
los años inmediatamente posteriores a la mitad del siglo XIX, el concierto
romántico empezaba a acusar la fatiga propia de todas las cosas que surgen con
una moda: florecen y decaen luego ostensiblemente. La mayoría de los grandes
conciertos de la primera generación romántica eran ya del dominio público, e
incluso los compositores de segundo orden componían según la nueva forma así
creada, con una sola exposición, un nexo más o menos explícito entre los
movimientos y abundante virtuosismo, pasión y hasta, sobre todo en el caso de
los conciertos de piano, su buena dosis de estruendo.
Quizás fuera por esto, o
quizás porque Brahms había observado, en sus diálogos con Schumann, que la
nueva forma romántica, en el fondo, no era más expresiva que la clásica se hacía a sí mismo algunas preguntas: ¿Dónde
quedaba el espacio, por ejemplo, para la alada ligereza e incluso el humorismo
de un Mozart? ¿Qué profundidades del espíritu podían sondearse con el concierto
romántico que no estuvieran ya manifiestas en él?
El
carácter generalmente amable y alegre del Segundo
Concierto para piano de Brahms se debe a que fue inspirado por un viaje a Italia en
primavera hecho por el compositor. La obra consta de cuatro movimientos. El último,
que tiene forma de rondó, lleva la indicación de Allegretto grazioso, que es perfectamente válida para el animado tema
principal, interpretado en primer lugar por el solista, y para los episodios
que se relacionan con aquél. De los temas antitéticos, es destacable el tema “húngaro”,
presentado por las maderas. Poco después, la orquesta y el solista lo repiten
exactamente, hasta culminar en un amplio canon.
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