Janine Jansen, violín
Orquesta Filarmónica de Berlín
Neeme Järvi, director
El compositor
francés Jules Massenet (1842-1912) no es uno de esos autores imprescindibles
para la música universal, pero compuso bellas obras que si bien no nos dejan
con la sensación de haber escuchado algo maravilloso, podemos perfectamente ser
cautivados con la simple belleza que emana de ellas. Massenet
utilizó con bastante frecuencia el leitmotiv
wagneriano, pero expresado de una forma melódica más bien sencilla.
Las óperas
francesas del siglo XIX están llenas de bellas melodías, hasta cierto punto
pegadizas, ‒y para algunos, machaconas‒. Es digno de aprecio en tales obras
el balance entre los cantantes y la orquesta, sin que ésta última salga
perjudicada, como ocurre en la música italiana del siglo XIX, fundamentalmente
en la ópera belcantista. Allí los cantantes se lucen en detrimento de la
armonía entre discurso y acompañamiento, recurriendo muy a menudo a fatuos
alardes vocales que ponen de pie al público, pero no alteran nuestro mundo
emocional en lo más mínimo.
Thaïs, ópera con libreto de Louis Gallet y basada en
la novela homónima de Anatole France, se estrenó en el "Teatro de la ópera
de París" el 16 de Marzo de 1894. En el segundo acto aparece una destacada
pieza para el violín, que suele ser interpretada muy a menudo como obra
independiente. Se trata de la célebre “Meditación”.
El
argumento de la ópera narra cómo el monje cenobita Atanael lucha por convertir
al cristianismo a la cortesana Thaïs. Aunque ella trata de seducirlo, Atanael
se mantiene inquebrantable en su fe, hasta que por fin consigue la conversión
de la joven. El monje se separa de Thaïs tras dejarla en un monasterio, pero
comienza a extrañarla, a necesitar a la hasta ayer cortesana junto a él.
Pasa el
tiempo, pero Atanael no deja de ser acosado por la belleza de Thaïs. Una noche
en que sueña con la joven la ve moribunda y despierta sobresaltado, para correr
de inmediato al monasterio donde la dejara tiempo atrás, encontrándola
efectivamente al borde de la muerte. Al verlo Thaïs le agradece su
conversión, pero el monje solo le ruega que corresponda a su amor, confesándole
que arde en deseos por ella. Thaïs no lo escucha. Cae en un profundo éxtasis
hasta que por fin le llega la muerte. Atanael pierde así tanto el objeto de su amor terrenal como también su alma.
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